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El billete de un dólar ha tenido muchos cambios y hasta llegaron a estar juntos en él los esposos Martha y George Washington o incluso ella sola, o ninguno de los dos; sin embargo, no hay dudas que a todos nos viene a la memoria el rostro del primer presidente de los Estados Unidos cuando se piensa en ese rectángulo de papel verde, de apenas un gramo; pero con mucha fuerza legal. El retrato de Washington en el billete de un dólar también tiene su historia antes de que se decidiera en 1869 adicionarlo al diseño oficial; así como el pintor Gilbert Stuart, quien es tal vez el retratista más importante de los Estados Unidos, pues fueron más de mil los que posaron para él, incluidos los seis primeros presidentes de Estados Unidos y sus respectivas esposas.
Gracias a una carta de presentación emitida por John Jay (primer presidente del tribunal supremo de Estados Unidos, y quien por supuesto que también se encuentra entre los retratados por el pintor) a favor de Gilbert Stuart, este pudo ir a Filadelfia para solicitar los servicios como modelo al presidente George Washington. Stuart era un gran conversador y fue famoso por su encanto para ganarse la atención y el tiempo de quienes hacían de modelo para él. Así lo expresó John Adams, quien aseguró no importarle conversar todo el año con el pintor de marras, que le permitía seguir trabajando mientras posaba para él.
Cuando se encontró con Washington comprendió que estaba ante un trabajo difícil pues el primer presidente de Estados Unidos no se solazaba tan fácil ante la verba del pintor. El encanto y la charla habitual de Stuart no lograron dar vida a este hombre reservado. De acuerdo con el nieto de Washington, George Washington Parke Custis, Stuart logró congeniar con el presidente gracias al tema de los caballos, que sí era placentero al consumado jinete de tantos años.
George Washington posó en tres ocasiones para Stuart; sin embargo, el pintor aprovechó estos para hacer unas ciento treinta copias, las cuales vendió cada una a un precio aproximado de cien dólares, nada despreciable para aquella época.
La primera vez que el primer presidente de Estados Unidos posó para él fue en el año 1795. Este cuadro se ha perdido y de él solo quedan las copias conocidas como de Vaughan, llamadas así gracias al primer propietario de una de aquellas réplicas. Pero este original cumplió otra función tal vez más importante en la vida de Gilbert Stuart. Le gustó tanto a Martha, la esposa de George Washington que le encargó hacer un par de retratos más, tanto de ella como de su esposo.
Stuart comenzó entonces lo que se convertiría en su imagen más reproducida, una representación de Washington mirando a la izquierda, que ahora se llama The Athenaeum por el nombre de la biblioteca de Boston, que lo adquirió después de la muerte de Stuart. Aunque el original no llegó a terminarse, fue el que utilizó a lo largo de su vida para hacer aproximadamente setenta y cinco réplicas con más o menos variaciones.
Se cuenta que cuando Washington posó para este segundo retrato acababa de ponerse dientes postizos y a eso se debió la dificultad para el acabado de sus rasgos faciales y esa pequeña deformación que aún se nota en la mandíbula. En este retrato se basa la figura de Washington que aparece en el billete de un dólar.
Retrato incompleto de George Washington. Pintado por Gilbert Stuart en el año 1796. Museo de Bellas Artes de Boston.
En 1796 el presidente posó por tercera vez para Gilbert Stuart. Este cuadro representa a Washington en el papel de líder civil, en un traje formal de terciopelo negro en lugar de su uniforme militar. El retrato es conocido como el Lansdowne, ya que fue comisionado como un regalo para dicho marqués. La composición, que refleja el conocimiento de Stuart del retrato europeo, incluye objetos simbólicos relativos al liderazgo de Washington. La imagen fue celebrada en los Estados Unidos e Inglaterra tras su finalización, y Stuart fue comisionado para pintar varias réplicas.
No usaba peluca, como se podría creer hoy. Era alto y pelirrojo cuando le daba por lucir su color de pelo natural. Si le apetecía esa mañana otra apariencia, se aplicaba unos polvos y ya. Sus dientes postizos de marfil de hipopótamo no lo ayudaban a sonreír. Vestía con elegancia y tenía un porte aristocrático, refinado por su esposa Martha.
Ha sido uno de los presidentes más queridos y recordados en la historia de los Estados Unidos. Varios números lo hacen un caso único y hasta ahora no repetido. Fue elegido por unanimidad, nadie más lo ha logrado en su país. Aceptó a regañadientes el segundo mandato y se negó rotundamente a un tercero, con lo que sentó precedente seguido por otros y que luego, en 1951, se convirtió en la Enmienda No 22 a la Constitución Norteamericana, que limita a dos los mandatos presidenciales, pese que hasta la fecha sólo Franklin Delano Roosevelt lo había conseguido.
Escribió unas diecisiete mil cartas, de algún valor literario, a pesar de haber recibido sólo una educación elemental. Hombre de pocas palabras y relaciones sociales, era completamente incapaz de dar un discurso sin un texto estudiado.
Perteneció a la tercera generación de norteamericanos. Su bisabuelo había emigrado desde Inglaterra a la colonia de Virginia donde nacieron sus descendientes. El padre falleció cuando su hijo George contaba con 11 años. Era un propietario de plantaciones de tamaño mediano, repartidas entre varios estados, dejó en herencia a su viuda y a sus hijos un total de 49 esclavos y 10 mil acres de tierra. Así, el primer presidente, quien nació rico, en un principio rechazó su salario de 25 000 dólares al año, pero luego lo aceptó para no dar la imagen de que la presidencia del país iba a ser sólo cosa de gente adinerada. Tuvo esclavos durante toda su vida, pero les dio la libertad al morir, al morir él, claro está.
De acuerdo con su biógrafo Douglas Southall Freeman, George Washington fue un hombre muy entregado a su fortuna y a hacer dinero. Tomó todo lo que honestamente pudo tomar e hizo otro tanto con sus ahorros, sin que lo dicho anteriormente vulnere su integridad y prestigio de hombre honesto.
No fue George Washington quien primero prestó su rostro para el billete. Hasta 1869 hubo series con la cara de Salmon P. Chase, secretario del Tesoro, quien se eligió a sí mismo para el diseño original.
Fue el primero diseñado y, aunque ha sufrido muchos cambios, también es el diseño más antiguo. Se calcula que en el mundo hay unos trece millones de billetes de un dólar en circulación. La vida promedio de un billete es de cinco años y medio. Cuando están muy deteriorados la Reserva Federal de los Estados Unidos los tritura y vende el resultado como materia prima a empresas de la construcción.
No están hechos de papel, como la mayoría de la gente piensa. Su composición se basa en una mezcla de algodón y lino.
En Turquía está prohibida la posesión de billetes de un dólar, debido a que puede demostrar pertenencia al Movimiento de Gülen, una organización terrorista que utiliza esta moneda para identificarse entre sí. Por otra parte, es moneda oficial en ocho países: Ecuador, El Salvador, Islas Marshall, Micronesia, Palaos, Timor Oriental, Zimbabue y Estados Unidos.
Desde 1998 el sitio web Where's George? se dedica a rastrear la localización de cada billete de un dólar.
Martha Washington es la única mujer que ha aparecido en un billete norteamericano, cuando en 1886 apareció en el anverso del certificado de plata de un dólar.
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