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Nos fuimos en la semana de Navidades. Nápoles nos ofreció esa primera impresión de ciudad desorganizada, bulliciosa y vieja que promete a cada uno de los allegados y es común a muchos sitios del sur de Europa. Es como si existiera una hermandad mediterránea de ciudades donde se quiere conservar el espíritu medieval, carnavalesco, sórdido y desautorizado, tal vez como se hace en esos parques naturales donde se intenta rescatar el paisaje anterior a nuestros siglos.
Otros añadirán es una ciudad sucia. No es cierto. Hay más colillas, chicles o cacas de perro en otras ciudades del resto del mundo. En Nápoles aún existe la tradición de limpiar el pedazo de acera de cada comercio.
Vista de la bahía de Nápoles con el monte Vesubio al fondo.
Otros infortunios culturales, relacionados con oscuras historias de crimen organizado, latrocinios, piratería, carteristas, estafas, trata de blancas, tráfico de droga, falsos adivinos, venidas de lava y barro, etc., que han acompañado a la ciudad desde que se fundó al borde de la playa donde había muerto una sirena, no puedo atestiguar nada, sólo que el gobierno hace ingentes esfuerzos para que el turista se sienta seguro. Es nuestro deber aplaudirlo. En ningún sitio he visto más policías y militares controlando las calles. Frente a la puerta de nuestro hotel hubo un coche y tres militares durante todo el tiempo que estuvimos. Tal vez aún estén allí.
Pero Nápoles nada pretende. Lo mismo pasa en Atenas u otras ciudades donde el turismo, negocio moderno, depende de la historia y la cultura. La gente siempre va a ir, de una manera u otra. No necesitan postales. No necesitan venderte nada, tarde o temprano se te ocurrirá ir porque lo llevas en los genes.
Contenidos sobre Nápoles
Así que nos fuimos a la capital de la región de Campania con un itinerario más o menos inteligente, fruto de algunas investigaciones. ¿Qué ver en Nápoles? Pompeya, Herculano, la capilla de Sansevero, las catacumbas, pizza, calles, gente, museos, iglesias, pesebres… Es fácil, hay mucho que hacer allí.
Compramos un par de tarjetas Campania Artecard, cada una de ellas por 32 euros. Son fáciles de encontrar y las recomiendo. La tarjeta permite visitar gratis y a su elección los dos primeros sitios de la provincia, objetivos turísticos incluidos en una lista que incluye Pompeya, casi todos los museos, Herculano y hasta el Vesubio; cosas que, como ya dije, no necesitan publicidad porque las tienes desde hace muchos años en la memoria cultural.
Se puede comprar en casi todos los lugares turísticos: museos, algunos estancos y estaciones de transporte. Esa es la otra gran ventaja, en el precio van incluidos casi todos los medios de transporte de la provincia. Salvo excepciones, podrás moverte mucho gratuitamente: metro, autobús, funicular, la línea de trenes Circumvesuviana. Como ya dijimos, los primeros dos sitios que visite son gratis y el resto a mitad de precio en esos tres días.
En algunos espacios culturales la tarjeta Artecard sólo promete una rebaja del precio, como, por ejemplo: la capilla de Sansevero, el tesoro de San Genaro o la Cartuja de Sanmartino.
Ojo. Campania Artecard 3 días, no 7, porque la de una semana completa no incluye el transporte, lo que producirá un recargo considerable. Al punto que, si vais por una semana, tal vez, como a nosotros, vean un filón en tomar luego una de Nápoles Artecard 3 días, que sólo incluye la zona metropolitana, pero permite visitar tres sitios gratis en lugar de dos y vale unos diez euros menos.
Si decidís prescindir de la tarjeta Artecard, el transporte no es más caro que en otras ciudades de Europa. Con coche la historia es otra y el viaje puede convertirse en una experiencia religiosa sin precedentes. El tráfico en Nápoles es como la vida. Véalo usted mismo. Mientras otras ciudades de estos tiempos se llenan de patinetes, en Nápoles aún se pueden ver las motos por la acera, casi hay que pedir permiso en los pasos de peatones y muchas veces se guían por la ancestral premisa de “donde caben dos caben tres”.
Bajo cualquier opción, es posible que en una semana en Nápoles termines desandando muchas veces sus calles. La capital de la región de Campania es la única ciudad que conozco con la interesante noticia de que muchos recorridos en la zona urbana, según me cuenta Google Maps, demoran menos o lo mismo andando que en transporte público. De ahí un énfasis en mi siguiente consejo.
Se recomienda encarecidamente hacerse acompañar de personas dispuestas a levantarse temprano, pues los museos y yacimientos arqueológicos son más de lo que parece a simple vista. Hay mucho que ver, el transporte no es mejor que en Japón o Alemania y se pierde mucho tiempo en los desplazamientos, en los restaurantes, en andar por callejuelas atestadas de gente.
Pizza. Todos pensamos en ellas, porque los sabemos, lo llevamos en los genes. No hay otra ciudad para degustarlas, en ningún rincón del mundo encontrarás menos contratiempos para tener una opinión de la calidad del producto más famoso de Italia. Se puede comer una pizza en casi cualquier esquina, aun en el mismo borde del cráter del Vesubio hay una pizzería. En cualquier sitio están buenas, nos dijo un taxista, no será impostergable visitar la pizzería Brandi, donde surgió la pizza Margarita, hace más de cien años, como reza una placa en la pared. Están buenas en cualquier parte, pudimos constatar que era así, pero cuidado con los precios y la letra pequeña en los bares y restaurantes. Muchos cobran el servicio, el cubierto, la terraza, el agua.
Por eso va otro consejo, aplicable a cualquier ciudad por el estilo. Si se busca referencia a la comida de Nápoles aparece poca información sobre triclinios ajenos a la comida fácil y muy dedicada al turismo. Es mejor preguntar a pie de calle, buscar donde los nativos van. En ocasiones los restaurantes exclusivos ofrecerán platos increíbles a un precio similar y con una cuenta más transparente. Recibimos demasiada información superficial de mochileros y gente que vive de contar una experiencia truncada por la velocidad y el ahorro in extremis. No está mal, no digo que no, sólo que no todo el mundo lleva el mismo ritmo e intereses.
No es una ciudad de helados como otras en Italia. El café de Nápoles es uno de los mejores del mundo. Vaya al Gambrinus y tómese uno, siéntese un momento, mire a su alrededor en uno de los espacios más exclusivos y a la vez abierto a todos. Hágase atender por un servicio excelente, porque todo no va a ser rigor en la vida. Si es posible deje un café pendiente, no sea que nos dé por regresar.
No debe olvidar que está a unos kilómetros de la costa Amalfitana con sus pueblos típicos y ciudades como Sorrento, Amalfi y Salerno se disputan los turistas, como siglos atrás Benevento y Nápoles pelearon por los huesos de San Genaro y, claro, sus peregrinos.
Escultura de centauro en la plaza de Pompeya.
Eche un vistazo a la bahía de Nápoles. Reconocerá la isla de Capri, donde el emperador Tiberio pasó once años de su vida y alimentó una leyenda de pecados y excesos, tal ven poco ciertos, en los tiempos que Jesús de Nazaret andaba con sus discípulos por Tierra Santa. Una isla con grutas de azules reflejos y empinadas cuestas.
Desde que Pompeya fue descubierta en 1748 se ha convertido en una sensación turística, un asombro y una nítida postal de lo que era la vida en el imperio romano. También es una famosa noción de desastre natural.
Herculano más próximo a la ciudad, pequeño y entendible. Se puede acceder desde Nápoles en tren, desde la estación Garibaldi le tomará veinte minutos llegar. Hay huesos, villas, el baño público femenino con sus mosaicos con delfines, pulpos y un tritón.
Pompeya, a unos cuarenta minutos en tren, el mismo tren anterior desde la estación Garibaldi, laberíntica, llena de abigarradas historias, mosaicos, frescos y algún cadáver.
No se olvide visitar el foro, el lupanar, la panadería, el mercado. Dé un paseo de quince minutos hasta la villa de los misterios -recomendable ir primero allí-, que se encuentra en el antiguo camino a Herculano. Es la casa mejor conservada de la época. Allí podrá imaginarse en verdad cómo era la vida en aquellos lares.
La pregunta que me hice muchas veces ya no tiene sentido. En Pompeya tendrá una idea mayor del desastre, en Herculano entenderá el sentimiento de sus habitantes y cómo trataron de evitar la muerte. Una visita a Pompeya puede tomarle todo el día… también hay pizzas dentro de la ciudad, no se preocupe. En cambio, Herculano, por su tamaño y cercanía a Nápoles, ofrece la posibilidad de disfrutar otras experiencias ese mismo día.
La gracia e irreverencia de los jardines de Herculano de plasma en este ser mitológico que gusta de orinar.
No recomiendo comer en la calle que va de la excavación de Herculano a la estación. Está llena de emboscadas para turistas. Como los cocodrilos en el río Mara a la espera de la estampida de ñus.
En ambos casos se recomienda alquilar una visita guiada o la audioguía. De lo contrario podrán perderse mucha información, pues, ¿qué son las piedras sin sus historias? Visitarán la lavandería en Pompeya, tal vez sin saber qué era y no se enterarán cómo usaban la orina a modo de legía y solían poner unas tinas al lado de la entrada para aquellos viandantes que les apeteciera vaciar la vejiga y entonces se irá creyendo que el voluntariado es una invención moderna. Visitareis Herculano sin entender el sufrimiento de quienes intentaron escapar por el puerto o la deliciosa decoración de los jardines.
En ambos casos, de no ir, se perderá la perspectiva de ver el Vesubio en el horizonte e imaginar cómo ocurrió el desastre.
Para un viaje de una semana, si es su primera visita, tal vez deba considerar una escapada fuera de la ciudad para visitar Pompeya y Herculano. Desde ambos yacimientos se puede subir al Vesubio, ascensión que no es difícil y se puede hacer en poco más de veinte minutos, desde el aparcamiento hasta el cráter.
El precio del autobús es de diez euros y no está incluido en la tarjeta Artecard. El mismo transporte los recogerá un par de horas más tarde. Dos horas para saberse sobre 400 kilómetros cuadrados de lava líquida que duerme bajo el a primera vista inofensivo cráter.
Como bañada de oro. Vista de Capri desde el monte Vesubio. Campania.
Es poco probable que ocurra algo peligroso antes que sea captado con muchas horas de antelación por el sofisticado sistema de monitorización. Es el volcán más vigilado del mundo. Se suma al reconocimiento por satélite, los diversos artefactos de medición sísmica, la obligatoriedad de dos expertos en todo momento. En términos de estadísticas, algunos dicen que hay un 27 % de probabilidades de que algo ocurra en los próximos cien años.
Lo primero que llama la atención al subir la montaña será comprobar que a los pies del volcán activo viven unas quinientas mil personas. Se considera que, aquellas personas en un radio de doce kilómetros estarán en un serio problema, en caso de ocurrir una erupción. Cierto es que el volcán se monitoriza las 24 horas del día y hay un plan de evacuación para despejar toda la zona en menos de 72 horas; tanto así que la propuesta de mudanza voluntaria, en el que el gobierno ofrecía entre treinta y cuarenta mil euros por irte a otra latitud, fue aceptado con frialdad por los vesubianos.
La última erupción de la que se tiene noticias ocurrió en marzo de 1944. Los ríos de lava fluyeron por once largos días. Murieron 26 personas y otras 12 mil quedaron desplazadas.
Con todo y más para la curiosidad del visitante, el volcán que ha erupcionado unas treinta veces después que barriera Pompeya en el año 79 d.C. es una de las bombas de tiempo más temidas y tal vez ciertas. Su potencial de lava es uno de los mayores conocidos y la próxima erupción, según los que saben del tema, tal vez sea una de las más grandes contempladas por el hombre.
El único volcán activo en tierras continentales de Europa ofrecerá al visitante una panorámica de la bahía de Nápoles, una suave ascensión y alguna que otra vista del humillo del cráter, en dependencia de la época del año. Se recomienda armonizar con una visita a Herculano.
Dentro del perímetro de la ciudad es el espacio más visitado y una de las actividades que más se agradecen, en particular si se combina con la visita a alguno de los yacimientos: Pompeya o Herculano.
Escultura que representa a una Náyade sobre un caballo de mar. Mármol. Museo Arqueológico Nacional de Nápoles
Es en el museo arqueológico donde se puede de verdad admirar el arte de los mosaicos y frescos extraídos de las ciudades sepultadas por el Vesubio -para eso son los museos, conservar y cobrar-. Tenemos, por ejemplo, la obra maestra del mosaico que representa la batalla de Alejandro contra los persas. Una composición que contaba con más de un millón de piedrecillas y, sin dudas, una buena dosis de paciencia de sus artesanos.
De especial interés por la experiencia gráfica que concede, será la exposición de arte erótico que guarda una de sus salas.
Está, por supuesto, parte de la colección Farnesio con su Hércules, su Atlas sosteniendo el globo terráqueo; su toro, el complejo escultórico más grande de su época, en verdad rematado hoy por varias piezas ajenas entre sí; con sus grandes esculturas de dioses, héroes y emperadores.
Su belleza era tan embriagadora que Zeus se enamoró de ella. Así era Antiope, tuvo dos hijos con el dios jefe, Anfión y Zeto. Fue entonces repudiada por su padre. Se casó con Epopeo y, muerto éste, se la entregó en custodia a Dirce, la esposa de Lico, tío de Antiope, pero no ajeno a los encantos voluptuosos de la ninfa sobrina. Dirce no pudo contener los celos, castigó duramente a Antiope y pretendió matarla de hambre.
El toro de Farnesio es una de las esculturas más famosas del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles
La ninfa logró escapar y se refugió en el bosque donde vivían sus hijos. Al conocer los sufrimientos de su madre, tomaron la ciudad, destronaron a Lico y ataron a Dirce a un toro salvaje que la arrastró hasta matarla. Ése es el momento representado en el toro de Farnesio.
Lo encontraron en las termas de Caracalla, en Roma. Fue restaurado de forma muy intervencionista, bajo la supervisión de Miguel Ángel por el escultor milanés Giobattista Bianchi, que añadió la cabeza del toro, la parte superior de la figura de Dirce y gran parte de los cuerpos de Anfión y Zeto.
Casi siempre hay alguna exposición itinerante en el Museo Arqueológico de Nápoles, instalada en su famoso salón o en algún otro recinto. Échele un vistazo al techo de este salón, así como al de las iglesias de la ciudad.
No lejos del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles se puede visitar la capilla de Sansevero y su obra maestra: El Cristo Velado. Es una escultura única en su género por la perfección del trabajo. Tal vez una de las mejores esculturas del mundo en casi todos los sentidos artísticos. Hecha en mármol representa a Jesús, tendido de espaldas y tapado con un fino sudario, casi transparente. Donde resalta el humanismo dejado por la muerte en el cuerpo del Mecías.
Durante trescientos años se pensó que el autor, Giuseppe Sanmartino, había aprendido del alquimista, Raimondo di Sangro, la manera de convertir la tela en mármol y así pudo lograr este efecto. Hoy, que no somos tan ingenuos, o eso creemos, bastaría que la historia hubiera continuado para que nos lo creyéramos. Luego de mostrarse ante mí el Cristo Velado, puedo creerlo.
Unas veintiocho esculturas producen un incremento significativo del bellezómetro y se convierten en una visita casi obligada para el amante de las artes decorativas. Mi consejo es que echen un vistazo a la página web de la capilla antes de visitarla.
Como advertirá el visitante entendido, el Cristo Velado no es una obra hecha desde el principio por Giuseppe Sanmartino. El escultor napolitano continuó la obra de Antonio Corradini, quien era conocido en toda Europa. La estatua de La Modestia, que se puede ver en pedestal a la izquierda de Jesús fue hecha por Antonio Corradini en el mismo año de su muerte, 1752, y representa a Cecilia Gaetani dell'Aquila de Aragón, madre de Raimondo di Sangro, séptimo príncipe de Sansevero y quien encargó las obras que hoy se exponen.
Cecilia Gaetani murió cuando Raimondo contaba con un año. El hijo, al crecer, quiso rememorarla, de alguna manera, en imagen de La Modestia. Muchos ven en esta magnífica escultura un guiño a la diosa egipcia Isis y a la significación de su velo -que no permite acceder a sus secretos- dentro del culto masónico.
Luego de contemplar esta obra maestra -hay otra mujer con velo de Corradini en el Louvre- usted agradecerá doblemente la visita y pondrá en duda hasta qué punto se reconoce a Giuseppe Sanmartino como escultor del Cristo Velado.
Es uno de aquellos que parecen haber nacido para personaje literario, aun hoy, cuando se sabe o se intuye el proceso de creación del Cristo Velado, alguna que otra biografía sigue diciendo que era capaz de licuar el mármol. Su larga historia de conflictos y misterios está relacionada con el ambiente de la élite del settecento, con la masonería y el poder. Tuvo amigos y enemigos poderosos. Entre ellos, su propio hijo, quien, con un golpe de encantamientos, hizo desaparecer la biblioteca de casi dos mil ejemplares y dilapidó toda su fortuna con una magia y velocidad superiores a la de cualquier alquimista de la época, incluido el difunto Raimondo.
El padre había perdido ya, en favor de su hijo, el título de príncipe. Ésa fue la condición que puso la rica familia de Gaetana Mirelli para concertar el matrimonio con Vincenzo -el hijo- y cobrar así la dote que le permitió -al padre- pagar a los acreedores, que parecían crecer como la hierba, desde que se puso a decorar la capilla y se enfrascó en sus místicos experimentos.
El padre, séptimo principe de Sansevero, dejó varias obras en la capilla, entre ellas el Cristo Velado y el par de raras figuras anatómicas que se encuentran en el sótano y también podrá admirar durante la visita. En un principio se creyó que Raimondo di Sangro se había valido de la magia para petrificar las venas de esos dos extraños seres, en los que se puede observar todo el entramado venoso. El carácter privado de la colección impidió, hasta el año 2007, saber la realidad. Son figuras, no sin arte, hechas de cera, alambre y otras materias. Los esqueletos sí son reales, hombre y mujer. Había un recién nacido, pero sus pequeñas dimensiones ayudaron a que fuera robado. El tamaño importa.
A la capilla de Sansevero se recomienda ir con tiempo y paciencia, la fila suele ser larga y aletargada. Recomiendo también no hacer caso a las fotos que podríamos encontrar. Nada os robará el aliento más que la pasmosa visión que os espera dentro de la capilla.
Durante más de setecientos años el Santo Patrono de la Ciudad de Nápoles -junto a otros cincuenta y dos santos, pues es la ciudad que más tiene-, San Genaro, ha sido servido por la gracia de las fortunas locales y de más allá, reyes y pontífices. Un importante surtido de joyas y ofrendas están a la espera del amante de estos placeres estéticos.
Representación de San Genaro en Plata. Museo del Tesoro. Nápoles
Según se dice, el tesoro de San Genaro tiene más valor monetario que el de la Corona Real Británica y posee unas veintidós mil joyas. Es un pequeño mueso al costado de la Iglesia dedicada al Santo y una visita a ésta también contribuirá a saciar su apetito estético.
Las catacumbas estuvieron de moda durante los primeros siglos del imperio romano. Las hay en muchas ciudades de Italia. En Nápoles hay un par de ellas y tienen algo de encanto. La visita a las catacumbas de San Genaro -las más grandes del sur de Italia- es siempre acompañada de un guía. Por lo general se ofrece a dos grupos separados, una en inglés y otra en italiano. Dura cincuenta minutos y no es para nada aburrida.
Podrá echar un vistazo a la fosa donde estuvo el cuerpo del santo antes de ser trasladado, o robado por los de Benevento, una ciudad en eterna disputa con Nápoles sobre el lugar de nacimiento de San Genaro. Se verán muchas fosas a un lado y otro, unas tres mil, aunque se calcula que hay un total de diez mil aún sin desenterrar.
La riqueza o prestigio de los que se hacían enterrar en las catacumbas depende de la riqueza o de la proximidad a la tumba de San Genaro.
Dentro de las catacumbas hay tres iglesias reconocibles, contando la de San Agripino, que se encuentra en un nivel inferior y se calcula que es cien años más antigua que las otras. Se dice que allí ejerció Agripino, sexto obispo de Nápoles, a finales del siglo III -nada más se sabe de su vida ni consta martirio alguno-, fue enterrado y allí han regresado sus restos, luego de haber sido custodiados por siglos en la iglesia de La Estefanía.
Fosa donde se encontraban los restos de San Genaro antes de su traslado a Benevento y luego a la Catedral de Nápoles.
Esta sección de las catacumbas se abrió gracias a un proyecto de jóvenes, en su mayoría del barrio aledaño -barrio de espíritu complicado- que pidieron permiso al Vaticano y consiguieron más de lo que en un principio esperaban. Han logrado traer los huesos de Agripino y ya comienza a verse de nuevo el peregrinaje y el turismo, de quienes se toma dinero bajo la condición de ayudar al barrio.
Los guías ofrecen una explicación detallada de los dibujos aún reconocibles en las paredes y una noción de su significado religioso o pagano. Hay animales, seres mitológicos, símbolos del cristianismo antiguo, etc.
Es un espacio para el arte, aunque su curación está sujeta a caprichos que le llevarán de la mano por seiscientos años de la vida Napolitana, con un énfasis especial en el periodo borbónico. La decoración interior, la vida disipada, los usos del vestir y el peinar, una fabulosa colección de porcelana y platería. Parte de la colección Farnesio, etc.
Una copia de Venus y Cupido, de Miguel Ángel es fotografiada por un entusiasta espectador en el museo Capodimonte de Nápoles. El original se encuentra en el Vaticano y fue pintada en 1533
El museo de Capodimonte es un espacio particular para quienes gustan de hacer fotos. No están prohibidas. Según su regulación se debe pedir un permiso especial y pagar por ello, pero todo el mundo hace fotos. Tampoco son muy exigentes, aunque sí, respecto a los bolsos, fue algo que no logré entender del todo.
Hay montones de obras de artistas napolitanos y alguna que otra más allá de la frontera. Su tesoro principal pasará desapercibido para muchos, pues se encuentra en la última planta. Casi tocado por los aviones que de vez en cuando aterrizan en el aeropuerto está el cuadro de Caravaggio, La flagelación de Cristo, uno de los tres que hay en la ciudad.
Pocos artistas han tenido una vida tan complicada como la de este pintor. Mucho tiempo olvidado después de su muerte se dice que no pasaba un día sin que protagonizara una reyerta. Llegó a Nápoles gracias a la protección de los Colonna, cuando ya pesaba sobre su cabeza una acusación de asesinato. Nunca tuvo taller ni escribió sobre pintura, pero el claroscuro de sus cuadros inspiró a los artistas en los tiempos venideros. Nadie lo ha hecho como él.
En Nápoles hay tres cuadros de Caravaggio, a pesar de estar en espacios muy diferentes, verlos no es difícil. La cercanía de dos de ellos compensa lo lejano del Museo de Capodimonte, donde, claro, hay muchas otras cosas que ver.
El pintor capta el momento y el movimiento de la flecha que se clava en los senos de Santa Úrsula, disparada por el rey de los Hunos, luego de que ésta rechazara sus requiebros de amor. El cuadro fue pintado a petición del banquero Marcantonio Doria, quien pertenecía a una familia devota a la santa. Fue su último trabajo en la ciudad. Se dice que cuando abandonó Nápoles aún el cuadro no había terminado de secar.
Martirio de Santa Úrsula. Caravaggio
Fue pintado en el segundo periodo napolitano de Caravaggio, a partir de 1609. Fue el último cuadro pintado en la ciudad y uno de los tres que aún se conservan en ella. Se encuentra en el Palazzo Zevallos en la vía Toledo n° 185. Abierto al público de martes a domingo.
La luz cae de lleno, desde arriba, sobre el cuerpo de Cristo. Los torturadores emergen de las sombras, pero también son tocados por la clemencia. A modo de curiosidad, Cristo aparece con corona de espinas, la tradición dice que se le puso después de la flagelación. Fue pintado en 1607, originalmente para la iglesia de San Domenico Maggiore.
Flagelación de Cristo. Museo Nacional de Capodimonte. Nápoles.
El cuadro fue compuesto en 1606. Es la primera visita a la ciudad del pintor, bajo la protección de los Colonna se convierte en hombre célebre y de prestigio ante la aristocracia provinciana. Tal vez por eso se toma ciertas licencias artísticas. Como es el caso de mezclar siete escenas, generalmente retratadas por separado en una sola obra pictórica sin un foco definido. Pinta gente común cuando los demás aún no lo hacían, pues la misericordia estaba reservada sólo a los más poderosos. La obra se convirtió en punto de partida para la inspiración de otros artistas napolitanos.
Los siete trabajos de la Misericordia. Nápoles. Pio Monte della Misericordia, Via Toledo n° 243
Varios frescos en el techo de la Iglesia del monasterio de los cartujos de San Martín. Nápoles.
Como su nombre lo indica, fue un monasterio cartujo dedicado a San Martín. Para llegar hasta él, situado en una colina con vistas de la ciudad y un atardecer romántico, cerca del castillo de Sant’Elmo, lo mejor es tomar el funicular en la vía Toledo, aunque luego se puede bajar atravesando el barrio Español, otro destino turístico de la ciudad.
Al igual que el museo de Capodimonte, no hay un motivo definido en juntar su vasta colección, se encuentran en ellas desde carrozas reales o barcas hasta colecciones de obras pictóricas y de arte decorativo, armas, monedas, objetos relacionados con la influencia de la erupción del Vesubio en el arte popular, así como alguna que otra exposición de arte moderno.
Su iglesia es de una decoración tan excesiva, con frescos, madera y obras de arte que se agolpan en cada resquicio, que tras caminar sus varios recintos agradecerá la sobriedad del patio interior.
Si se va en Navidades a la capital de Campania, el viajero no dejará de notar que en la mayoría de los museos e iglesias de la ciudad se ofrecen a la vista los pesebres navideños. Es una tradición napolitana conocida en el resto del mundo, tanto fabricarlos como exponerlos. Sus años llevan cultivando el arte de la creación de figurillas de santos, magos, cuernos de la fortuna para la suerte, esperpentos de Maradona y santos apóstoles.
La calle de San Gregorio Armeno, en poco más de ciento cincuenta metros ofrece un mercado, tal vez el único en el mundo de manera permanente, dedicado por completo a la venta de pesebres navideños. Échele una ojeada, a la hora de comprar no olvide que usted es un turista y ellos lo saben.
Queda mucho más. Siempre se nos queda algo en todas partes. Un listado de sitios que visitar en Nápoles durante una semana tiene la posibilidad de ofrecer al lector una suerte de arreglos y rejuegos a su gusto. La semana de Navidad, por otra parte, ofrecerá una magnífica oportunidad. Revisad en italiano los horarios para esa semana en museos y espacios culturales. En mi caso encontré diferencias y gratuidades en días festivos. Será muy difícil, eso sí, encontrar algo abierto para la noche del 24 de diciembre. Cuentan viejas leyendas que en noches como esa los turistas vagan por la ciudad sin un rincón honesto donde saciar sus más naturales apetitos.
Por un tiempo El jardín de las delicias fue una novela de cajón. Estuvo por ahí guardada y leída sólo por un pequeño círculo de personas. Era una especie de bala en la recámara hasta que su autor comp... Más info