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Dicen que era muy bella, y debió serlo, a pesar de que los retratos no lo corroboren hasta el punto que yo deseo. Esta mujer Blanche Roseveelt, en el momento previo a una intervención quirúrgica, le dice a su amante Guy de Maupassant: Si no despierto del cloroformo, quiero que sepas que mi último pensamiento será para ti. Una frase hermosa en una mujer hermosa.
Pero en ocasiones deberíamos jubilar la propia historia… Una nota escrita por el editor al pie de una carta de Henry James (quien parece tener la misma opinión) dice de Blanche Roseveelt: Una cantante de ópera que realizó varios matrimonios internacionales y se dedicaba a perseguir figuras literarias de la talla de Longfellow, Victor Hugo, Henry James y Maupassant…
Blanche Roseveelt fue la primera cantante norteamericana que interpretó una ópera italiana en el Covent Garden: La Traviata. Tuvo una carrera sin recaídas en el difícil mundo de la escena. Digo que la consideraban muy bella por esa época, pero, Henry, algo más debió tener
Cuando parecía haberlo alcanzado todo como interprete de ópera comenzó a interesarse por la literatura. Escribió cuatro novelas que pocos leen hoy. Publicó también una larga entrevista con Longfellow y las biografías de Victoria Sardou, Isabel de Rumanía, Verdi y Gustavo Doré, la cual obtuvo un premio de la Academia Francesa. Blanche Roseveelt alardea de tener el catálogo más completo de las obras Gustavo Doré.
Blanche Roosevelt
Textos suyos, como la biografía de Verdi, con quien tuvo gran amistad, han servido como fuente de información a otros biógrafos –que servirán a otros, y otros y otros…
“Visité la casa de Gustavo Doré luego de su muerte, y mirando alrededor se me ocurrió la idea de escribir un sketch al que titularía: La casa de un artista después de su muerte. Comencé a trabajar en el proyecto, en el cual iba a incluir una simple biografía, y mientras tomaba notas la idea de la biografía se hizo mayor que la inicial”
Es el primer párrafo de la introducción a la biografía de Doré y no puedo más que darle un poco de razón a Henry James. Pero, como dijo Lytton Strachey, es tan difícil escribir sobre la vida de otros, como vivir la nuestra.
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