El Boom literario. Cincuenta años de un niño muerto

Alejandro Cernuda


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El Boom literario ha cumplido cincuenta años. Es un niño muerto de asma. Fue un niño travieso y de pujanza editorial, pero también el momento resultante de un fenómeno nuevo en la literatura americana, los autores del área comenzaron a buscarse entre sí. Es, por fin, la fijación de un precio comercial a lo real-maravilloso -se exhorta a no confundir el Boom con este concepto- y es también una obstrucción, un descarrío, del fluir esperado en la relación de desarrollo social y el arte. Nunca se inyectó en el mundo más nuestra lengua mestiza que en aquella década del sesenta. Fue el boom la carta de triunfo de las editoriales en Barcelona, una delicia metafísica que como los cíclopes traía escrita en la primera página la fecha de defunción.

Pudo suceder antes o después de 1962 (fecha mediática) Hubo buenos libros en cualquiera de las dos direcciones. Tampoco esos precedentes y subsiguientes serían lo mismo hoy sin la certeza del Boom. Muchos de ellos son menos conocidos o tal vez tienen ese aire de subdesarrollo que tanto espanta o no tienen el sabor de una realidad intoxicada por la imaginación; aunque tampoco algunos del Boom llegan a El astillero de Onetti o a El reino de este mundo, de Carpentier. 

América colonizó al mundo con la imaginación y a ese fenómeno le pusimos nombre. Hoy se habla mucho de la importancia de la imaginación o de una singularidad latinoamericana dentro de este proceso y sin embargo se ignora que la literatura del Boom se aprovechó de los fenómenos históricos y económicos reales de nuestra América. No hay nada más real que Cien Años de Soledad, si se quiere llegar al extremo de los arquetipos hiperbolizados, o podemos buscar nuestra realidad entre lo sobrio, en La ciudad y los perros de Vargas Llosa.

La revolución cubana, la idea que se tenía de ella, jugó un papel importante de eclosión en los inicios del Boom, lo tuvo la música o el enfrentamiento a las dictaduras, la lucha contra la carrera armamentista, Martin Luther King o el movimiento hippie (unos años más tarde) que funcionaron como un manojo de ideas dispuesto a unir personas deseosas de libertad bajo ideales comunes. Había una carga de idealismo en el ambiente que propiciaba, sino la buena literatura, al menos una unidad entre los escritores, incluso entre aquellos que compartían otras ideas de izquierda o derecha, por eso el Boom es también hijo de un fenómeno escaso en Latinoamérica: la falta de vanidad.

Los fundamentos sociales del Boom son vitales para entender su creación como fenómeno artístico y su imposibilidad de repetirse en años posteriores. Tan fundamental como estos aspectos, y tal vez el elemento más circunstancial, fue la aproximación literaria a fuentes europeas y norteamericanas, un fenómeno ya viejo en América Latina antes de 1962, pero no tomado en cuenta como elemento fundamental en la prosa literaria, más dada en épocas anteriores a una política de orfandad. Es así, Rubén Darío triunfa en la poesía luego de sentir la experiencia parnasiana, luego de entender e imitar. Un fenómeno que ocurrió en la prosa cien años después. La gran renovación del idioma que significó el modernismo debe verse como precursora de este movimiento. De alguna manera esta fiebre del siglo XIX, que nunca fue buena en prosa, pero sí en poesía, se mantuvo en el aire de América hasta que Carmen Balcells la descubrió. No se dude que esto que llamamos Boom es la llegada atrasada, o por lo menos el descubrimiento mediático de la prosa modernista.

Como cualquier fenómeno mediático. El boom como concepto vive una vida propia, apartado de su verdadera esencia y hoy se leen más sus explicaciones teóricas y los estudios al respecto que lo que se disfruta la lectura de sus libros. Los imitadores pululan y los detractores también. Quien entienda los fenómenos de la moda comprenderá que América Latina se ha mantenido al margen en muchos aspectos, y quien siga el mundo en este momento comprenderá que no se habla mucho de nosotros allá arriba ni del otro lado del Atlántico, ni siquiera en comparación con otras zonas de igual o peor desarrollo económico. No es cuestión de competencia, es sólo una moda que puede llevar a una errónea concepción del mundo. En Latinoamérica están ocurriendo cambios hoy comparables con lo hecho por Bolívar doscientos años atrás. Lo que no significa necesariamente otro boom literario, pero se trocará la convicción que se tiene de Latinoamérica y se exigirá a sí misma otra forma de ser contada.

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