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Es el más grande de los poetas latinoamericanos; otros lo dicen, y hasta él mismo. De joven se apartaba de los regocijos y se iba a mirar las cosas del cielo y el mar en los tiempos que todos los Daríos se juntaban para irse a la playa.
Darío era el nombre de su tatarabuelo, y de tanto llamarlos como a él se convirtió en apellido. Creció el niño en la ciudad de León, en Nicaragua. Anidaban lechuzas en los aleros, le hacían cuentos de aparecidos, un fraile sin cabeza, una mano peluda. Le mostraban el camino por donde el diablo se había llevado a Juana Catina, la pecadora y loca del cuerpo.
Eran muy supersticiosos y él también. En lo negro de las tormentas hacían coronas con palmas benditas y se ponían a rezar en coro el trisagio. No recuerda sus primeros versos, pero sí que desde muy temprano lo molestaron en su pueblo con epitafios y lamentaciones por los difuntos y para versos en álbumes y abanicos.
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A los trece años publicó sus primeros versos en un periódico de Rivas. Se dejó el pelo largo entonces cuando en cuatro repúblicas de Centro América comenzaron a llamarlo el poeta niño. Entró la alarma en su casa, pues la abuela quería que fuera sastre o cualquier otro oficio de verdad. De nada valdría que un años después lo llamaran El príncipe de las letras. Así, enclenque, tuvo que enfrentarse a su familia y a los brazos rudos de otros jóvenes con menos suerte para el amor de las chicas.
Cantos de vida y esperanza. Rubén Darío.
Lo llamó una vecina un día y una mujer vestida de negro lo besó antes de decirle que era su verdadera madre. Le dejó dulces, regalos y la sensación del aleteo extraño de una visión. Una mujer que no volvería a encontrar hasta veinte años después.
A los catorce años ya estaba trabajando en el periódico La Verdad, en la ciudad de León. Una moción del congreso estuvo a punto de mandarlo a Europa para que estudiara a cuenta del gobierno, pero el presidente Chamorro, tras oír sus versos, le puso una mano en el hombro y le dijo: Hijo mío, si así escribes ahora contra la religión de tus padres y de tu patria ¿qué será si te vas a Europa a aprender cosas peores? Y así la disposición del congreso no fue cumplida.
Se fue por el mundo. Fundó revistas. Escribió libros con versos alejandrinos y sonoridades desconocidas por completo en la lengua española. Compartió con lo más grande de su época: José Martí, Castelar, Juan Valera, Verlaine, Oscar Wilde, Don Marcelino, etc. Renovó lo más importante para cualquier escritor: creó un público nuevo.
Quienes después de él lo negaron tuvieron que imitarlo sin remedio. Lo que se hable de literatura en lengua española no sólo en poesía- pasa por él. Sacó al español, a empujones, de un anquilosamiento de dos siglos. Fue político, diplomático, periodista Si este hombre escribiera versos como yo, pero quién hiciera la prosa como él, dicen que dijo de Martí-.
Se movió en casi todos los círculos literarios del continente. Recorrió Europa. El agasajo lo esperó en tantas partes. Y sin embargo… para el más grande de los poetas latinoamericanos es la historia de una mujer que pierde y otra que salva.
El modernismo nace con el maestro enfermo de mujer fatal. La mujer fatal Rosario- que renació en Latinoamérica luego de la ya lejana muerte de Medea y compañía. Rubén Darío amanece de su resaca y comprende con indiferencia: hay whisky en sus venas en la mañana de la noche fatal. El albatros de América ha sido casado borracho -porque fue borracho de los de verdad-. Un matrimonio con cura comprado y revólver en la espalda.
Luego el albatros levantará el vuelo, vuelo largo hasta el mismo lugar. Otra mujer que salva allá en España, analfabeta, campesina Francisca-, pare hijos que mueren como disparos en falso, y tampoco lo puede salvar. Un hombre le echa la caja del cuerpo al idioma luego que se despilfarró el oro de los siglos, y lo pone de pie y muere el hígado en piedra y el cerebro corriendo de mano en mano en un pomo con glicerina- rodeado de quienes no lo quieren. qué mierda de ironía.
Nació el 18 de enero de 1867 en Metapa, Nicaragua, fue bautizado con el nombre de Félix Rubén García Sarmiento. Un mes después se traslada a León. En 1879 publica sus primeros poemas. En 1882 viaja a El Salvador, donde conoce a Francisco Gavidia, poeta destacado de este país. Es en esa compañía que Rubén Darío comienza a entender las posibilidades rítmicas del alejandrino francés, con lo cual producirá una revolución en la poética de nuestra lengua.
En 1884, de regreso a Managua, comienza a trabajar en la Biblioteca Nacional nótese que estamos hablando de un joven de 14 años- En 1886 viajó a Chile y escribe la novela Emelina. En este país, en 1887, publica abrojos. Cuadernillo lleno de las incomprensiones que en ese momento lo rodeaban: el racismo y esa aproximación apresurada a la vanidad que siempre poseyó. 1888
Fotografía: Dr. José Santos Zelaya, ex presidente de la República de Nicaragua. En sus habitaciones de Madrid, acompañado del ilustre poeta Rubén Darío (de pie a la izquierda), junto a junto al coronel Luis A. Cousin y Mariano Miguel de Val.
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Publica Azul, poemario imprescindible para entender la renovación literaria que estaba ocurriendo en América Latina y en la lengua española. En el año 1889 regresa a Nicaragua. En 1890 se casa con Rafaela Contreras, en San Salvador. Se traslada a Guatemala. Segunda edición de Azul, con prólogo de Juan Valera.
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