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Se sabe que Einstein concibió la Teoría de la Relatividad, le escribió una carta a Roosevelt y esto dio lugar a la construcción de la bomba atómica. Sabemos hoy por sus fotografías que no se pelaba a menudo, no usaba corbata ni calcetines si el clima le era propicio. Es, por encima de cualquier prejuicio ante su teoría, el hombre de la era moderna que más ha asegurado su trascendencia.
Es un hecho de difícil percepción, cuando se habla de filósofos, artistas, políticos, como actuantes de un pasado remoto y de ideas agotadas, Einstein permanecerá un tiempo más. Esto no es obra sólo de sus descubrimientos en el campo de la física. Hay una parte de sus textos que aún no se ha estudiado en profundidad, tal vez por ser más sencilla y hasta evidente.
Sus ensayos fuera de la ciencia han sido relegados a un segundo plano, pero él se consideraba más un filósofo que un científico. Si bien estuvo comprometido con su época, este compromiso fue pasivo. El pueblo judío, el fascismo, la educación… son temas menos trascendentes pero aún de una importancia invaluable, aunque no basten para entender el pensamiento de la época.
Allá por los años veinte del siglo pasado, se solía ridiculizar la Teoría Especial de la Relatividad en espectáculos públicos, en teatros y carteles. Su autor, Albert Einstein, no se defendía más allá de alguna que otra conversación, pero nunca se aireaba.
Escribió sus consideraciones sobre la Relatividad y luego las dejó a su libre albedrío. Sirva este ejemplo para entender su pensamiento científico y su vida. Einstein no dejaba que el mundo externo lo afectara. Iba a las conferencias a enseñar sus fórmulas de energía y masa, se dice; y se divertía con las razones en su contra.
Tal vez la fórmula y el físico más famosos de la historia.
Estaba hecho de su genio. Dicen que Einstein no usaba calcetines y tocaba el violín a deshoras que se casó con una mujer muy fea porque le gustaba su voz, que fue acusado de soborno porque aceptaba caramelos de sus estudiantes. Un amigo me contó que uno de sus estudiantes lo había calificado como el peor profesor de la historia. A veces tenía que preguntar a sus alumnos de qué estaba hablando unos segundos antes. Le había dejado, en cambio a ese estudiante, una anécdota que comentar toda la vida.
A quienes no lo conocían bastaba conversar con él para darse cuenta de que, como su teoría, su conversación estaba limpia de influencias. Así se puede ver en sus ensayos, esa diferencia formal con lo que se conoce en este género hoy.
Su escritura se acerca más a Platón que a cualquier otro autor moderno. No hay citas, excepto las añadidas por otros. No hay lenguaje docto, es el lenguaje de un niño a veces. En él toda idea era autónoma, ese era su fundamental encanto. En los ensayos Albert Einstein escribió mucho y sobre diversos temas, que en la suma de ellos se podrá apreciar a un humanista consagrado y a veces ingenuo, como sólo un hombre de su calibre puede darse el lujo de ser.
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