Entrevista con el poeta Isidro Sánchez Brun

Alejandro Cernuda



Por lo general en la contraportada de tus libros dice:

Isidro Sánchez Brun, 1945. Navarro. Tal vez se mencione tu trabajo como profesor de latín y a otras publicaciones y premios. Yo creo que esto no

basta. ¿Cuáles son los momentos más importantes de tu vida?

En la contraportada de un libro de poemas debe decir muy poco. Esencial, sí, pero no necesariamente mucho, teniendo en cuenta que las escriben los amigos. Y, en literatura, sabido es que los amigos alaban siempre. Nunca he creído que fuera un defecto, pero siempre en esos textos hay un algo de vanidad. Costumbres de literatos.

Los momentos importantes de una vida son casi infinitos. En mi caso fue importante no sufrir la posguerra y vivir una larga infancia en apenas tres años, que recuerde.

Luego seis años de internado queriendo ser un héroe, solo y tímido, para aprender que la vida nos la forjamos nosotros mismos, paso a paso. Sólo yo soy el culpable de mis logros y de mis defectos; yo y los amigos. Luego terminas de estudiar, una familia (lo esencial) y los amigos. Siempre los amigos. En mi vida hay dos cosas básicas: los amigos y los libros. Ellos hicieron de mí un hombre, o lo que sea que soy.

¿Cuándo supiste que ibas a ser poeta?

Empecé a escribir pronto, pero muy poco. En aquellos años, y con esa edad, no escribía nadie; eras el muete de 3º que estaba de moda en el colegio y todo el mundo sabía tu nombre.

Aprendí que ser poeta era un estado de ánimo distinto al de los demás; un estado que requería cierta vanidad. Pero entonces sólo me servía para ser famoso en el internado. Fue años más tarde cuando me propuse ser poeta, escribir poesía.

Planifiqué mi aprendizaje. Leí, leí y practiqué. Era mi forma de hacerse versificador y poeta, algo que mucho tiempo más tarde descubrí que no era lo usual. Mi primer poema lo terminé a los 25 o 26 años. Y mi primer premio lo conseguí a los 27. Quizá este día creí saber que iba a ser poeta. Otra decepción porque tardé mucho en convencerme.

Muchos años, me refiero. Cuando supe escribir historias y darles un alma empecé a ser poeta. La vida y la muerte de las historias poéticas están tan próximas que nunca se sabe en qué lado se halla el poeta. A este le basta con saber en qué lado está el lector, o el lado en el que el poeta quiere que esté.

En una ocasión Goethe dijo algo como:

Para llamarse escritor es necesario haberse gastado miles en el estudio, tener más de un millón de lectores y más de ochenta años. De estas tres premisas con suerte uno puede cumplir la primera y la última. ¿Qué se necesita para ser poeta?

Estoy seguro de que Goethe no se refería a los poetas. Un millón de lectores es inimaginable; y las otras condiciones por el estilo. Para ser poeta se necesitan menos cosas, y menos cantidad en ellas, de las que plantea Goethe. El nace o se hace no dejan de ser una pregunta para confundir y pillar al interrogado. Los poetas nacen –todo el mundo es poeta por nacimiento, aunque no escriba.

Si nos referimos a los poetas que escriben, éstos son los que se hacen. Hoy día existe un nuevo grupo formado por los que ni nacen ni, mucho menos se hacen, pero que escriben. Para escribir versos es necesario dominar el arte de versificar. Los versos son el continente general de la poesía y parte de su belleza, pues musicalizan el texto. Y la historia contenida en ellos debe ser el resultado del trabajo intelectual de quien nació poeta.

Las musas se llaman Trabajo y Dedicación. Un poema nace mucho antes de que su autor lo escriba. Un poeta lo elabora antes, lo construye y embellece; lo olvida a veces y lo recupera más tarde. Un poeta necesita tiempo y afición. Luego lo escribirá para, posteriormente, corregirlo cuantas veces sea necesario hasta quedar convencido de que ha llegado a su conclusión.

El proceso de elaboración es imprevisible. No hay dogmas, pero todo acaba siendo un descubrimiento del secreto. Un juego maestro de la palabra, la idea y la belleza. La manera de decir las cosas de una forma conocida por los lectores, pero con la que no habían dado ellos. Decir la sencillez que no ha sido dicha por otros.

Poemas con Luz y Color

Portadas del libro ¿De qué color la luz?. Isidro Sánchez Brun

Se puede hablar de un delicioso misterio en el proceso de creación artística

La gente pone especial interés en cómo lo hacen los escritores. En el caso de la poesía se ha hablado mucho del momento de la inspiración, en la llegada de la musa; sin embargo, me consta que eres un trabajador disciplinado. ¿Escribes todos los días?

A las musas hay que llamarlas, incluso salir a buscarlas y no necesariamente con un papel en la mano. Y la inspiración no deja de ser parte de la costumbre de un poeta. A lo largo del día y del tiempo el poeta encuentra los estímulos que inspiran su trabajo.

A partir de ahí se iniciará la vida de un posible poema. El proceso, por lo menos el mío, ya esta sugerido en la respuesta de la pregunta anterior. Sí, soy un trabajador disciplinado. Salvo raras excepciones, me siento a escribir todos los días. Generalmente escribo y corrijo. Corrijo mucho.

La elaboración de un libro me absorbe, cuando se da el caso. Pero también tengo épocas de descanso; no total, pero si mucho más relajado.

¿Has incursionado en la narrativa?

Muy poco, pero sí. He escrito algunos cuentos, premiados y destacados, aunque muy poco. También intenté una novela de la que llegué a escribir sobre los doscientos folios. Pero fue un intento fallido. Al final no me satisfizo y la destruí. La prosa la he tocado sin apenas marcarla.

Siempre hay un libro y una historia detrás

¿Alguno de los tuyos tiene una digna de contar, o tal vez un poema?

De mis tiempos iniciales de poesía social hay varios poemas con historia. La poesía social suele ser portadora de historias muy dignas. El resto de mis libros son historias de amor dentro de una historia de amor. Algo muy común en la vida y que da muchas opciones. Pero son pequeñas historias que persiguen construir en el lector su propia historia olvidada o abandonada hace tiempo.

Escribir de amor es fácil. Incluso aunque hables de desamor. Todos mis poemas tienen una historia detrás, bien de mis lectores o bien mía. Y ahí están para que cada uno la haga suya.

¿Cómo está de salud la poesía moderna?

Yo soy más un poeta clásico que moderno en general. No desprecio las experiencias modernistas y las hay muy logradas. Hoy se escribe mucho, mucha gente quiero decir, y es muy fácil editar un libro de poesía. Y son muchos los libros que se editan. 

Si nos basamos en la cantidad podríamos decir que la salud poética es excelente y que se halla en un vigoroso momento de plenitud. Aplaudo el momento, el esfuerzo actual de tantos escritores, de la facilidad con que se escribe y se juzga. Sin embargo, yo veo otra realidad.

Es cierto que la salud de la poesía está garantizada. Es cierto que hay poetas jóvenes que vienen empujando muy fuerte y se hacen sitio, y sitio firme, en esa realidad. Pero tampoco deja de ser cierto que, respetando todo el trabajo que hacen y su esfuerzo, hay un montón de poetas que flaquean, que les falta escuela.

Supongo que las aguas acabarán llegando a su justo cauce, Porque hay algunas cosas, para no exagerar, que no deberían lograr el premio de una edición. En estos casos no sé si la vanidad de escritor está inflada por el autor o por quienes rodean a éste.

¿Por qué somos tan vanidosos los poetas? La poesía esta ría mucho mejor sin tantos egos. Presumir sí, pero si exagerar. Ya nos alabarán los amigos.

Ya lo dijiste en tu último recital…

Entra un ruso y la primera vez no lo comprendemos, luego comenzamos a aprehender sus gestos, que es también parte del lenguaje, y en un número indeterminado de veces llegaremos a entenderlo. En ese orden, decía Harold Bloom que la poesía para comprenderla hay que memorizarla. ¿Qué crees de esto?

Yo no creo que haya que memorizar la poesía para comprenderla. Las muchísimas opciones que nos da su lenguaje y planteamientos parecen decir lo contrario. Pero yo no soy Harold Bloom, ni tengo muy claro lo que quiso decir con esa frase exactamente.

Una cosa aprendida de memoria pierde movilidad y capacidad de sorpresa. Yo prefiero interpretar los planteamientos que me hacen los poetas, uno a uno, que memorizar su poética y perder la opción de reinventarla cada vez, siempre nueva y sorprendente. Prefiero lo del ruso.

Heredamos del Modernismo una intención de ir en contra de las normas

sin embargo, me consta que entre tus compromisos con la poesía está, mal que te pese, el de lidiar con personas que se inician en este mundo.

¿Crees en un conocimiento necesario de las reglas para poder violarlas?

En pura teoría para ser culpable de violar algo es necesario conocerlo. Y difícil- mente puede violarse algo que se desconozca. En poesía sucede lo mismo. A un escritor novel no se le puede decir que está violando las normas si las desconoce. Es cierto que por mis manos han pasado escritores noveles. Y los hay de dos clases en principio.

Los que desconocen las normas y los que no quieren aprenderlas. Yo he razonado las normas con los que están dispuestos a conocerlas y no he discutido con los del otro grupo. La diferencia entre ambos se halla en sus logros. Uno de ellos no llegará a versificador, desgraciadamente, por mucho que se esmere. Y al otro le será permitido violar las normas y sabrá hacerlo hermosa y elegantemente. La poesía ha evolucionado, desde su origen inicial hasta nuestros días, gracias a quienes conocían la norma y supieron avanzar y profundizar en su mejora.

Tú y yo nos juntamos a veces

Se sabe que has participado, y dirigido, en otras instituciones... La Agrupación Hispana de Escritores. Háblame de eso ¿Qué fue de ella?

La Agrupación Hispana de Escritores fue un buen proyecto, como los son los existentes hoy día. Pero los viejos proyectos, por tiempo, no duran siempre. Las razones pueden ser varias, y hemos visto caer proyectos espléndidos.

La AHE se fue consumiendo con el tiempo. La gente se fue dispersando, los cambios gustan mucho, y no hubo renovación. Faltó sangre nueva, jóvenes con empuje.

Se diluyó poco a poco sin solución. Creo que en Baleares quedan residuos, pero ya casi apagados. Y por las mismas razones. En Madrid hay un foco nuevo de actividad que busca mantener el fuego y reagrupar antiguos socios en torno a una revista bimensual que se reparte vía Gmail.

Estamos en ello y confiamos que Guzmán, alma de este nuevo proyecto, no desfallezca. Los años gloriosos de la AHE fueron desde 1970 a 2000, aproximadamente. Y se acabó porque esas cosas se acaban así.

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