Hans-Joachim Bohlmann. El asesino de obras de arte

Alejandro Cernuda


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El asesino en serie de obras de arte, Hans-Joachim Bohlmann, dañó durante su carrera (1977 a 2006) unas cincuenta obras de arte, valoradas en 138 millones de euros. Otros récords podrían ser atribuidos a este hombre, como por ejemplo sus varios tratamientos psiquiátricos a partir de los dieciséis años: electrochoque, insulina, tranquilizantes, antidepresivos, terapia de comportamiento y de grupo… nada tuvo éxito.

Hans-Joachim Bohlmann. Retrato.

Hans-Joachim Bohlmann.

Este destructor de obras de arte nació en septiembre de 1937. A los dieciséis años, además de ayudante de fontanero y esporádico en una decena de empleos menores, era cliente fijo de los especialistas psiquiátricos de la universidad de Kiel y sufridor de electrochoques.

A los 36 años fue jubilado con una pensión de 800 marcos a causa de sus reiterados trastornos psíquicos. Comenzó a interesarse por el arte de una manera compulsiva. Su esposa era el único apoyo y lo acompañaba a esas deliciosas tardes de mueso.

Tras la muerte de ella Hans-Joachim Bohlmann quedó solo. El dolor de la pérdida se convirtió en un martirio. Debía destruir todo aquello que los unió. Nadie debía disfrutar, como lo habían hecho ellos, de la pintura encerrada en los museos.

Un acto de vandalismo fue seguido por otro y los momentos de calma y encerramiento no fueron más que pausas. La muerte en 2009 le impidió continuar su obra. Sentía un placer inenarrable en destruir lo que los demás admiraban.

Cualquier biografía de Hans-Joachim Bohlmann, si quiere ser exacta, necesita un estudio previo de términos farmacéuticos. Y con ellos también, la terapia relacionada con la visita de museos a que al parecer se sometió en compañía de su esposa. Al morir ésta, debido a una caída mientras limpiaba una ventana, Bohlmann no la emprendió contra las farmacias, sólo se abasteció en ellas para su obra de destrucción. Fue su manera de hacerlas culpables.

Pez dorado. Paul Klee.

Pez dorado sobre aguas azules. Paul Klee 1925.

En 1977 compró su primer frasco de ácido sulfúrico. El 16 de marzo lo vertió sobre el Pez dorado de Paul Klee. No demoró mucho en cometer su segundo acto de vandalismo. En menos de veinticuatro horas atacó La piedra de los lirios, de Radziwill. A partir de esos dos actos ni la máxima seguridad de los museos o los años internados en cárceles y hospitales psiquiátricos lograron poner a salvo las más de cincuenta obras de arte atacadas por este señor.

La lista es grande: Paul Klee, Durero, Rembrandt, Dorst, Rubens, etc. La mayoría de su periodo vandálico Bholmann lo pasó recluido, por eso es más grande su “gesta” Ni siquiera pretendió muchas veces escapar. A cada comentario indignado en la prensa él se sentía más motivado.

Atacó varios museos en Alemania. con el tiempo sus preferencias fueron variando y cada vez le interesaban más desfigurar los rostros pintados en retratos. Su actividad vandálica y delictiva no se simplificó a la pintura. En la ciudad de Lübeck incendió un altar. Una noche en Hamburgo esparció esvásticas en el cementerio.

En 1986 a alguien se le ocurrió combatir el fuego con fuego y en nueve años el asesino en serie fue obligado a pintar cerca de 1500 cuadros; así pensaron haberlo curado. Un año después de ser puesto en libertad, en 2006, Bolhmann se personó en el Rijksmuseum de Ámsterdam, regó líquido combustible sobre tres cuadros de Van der Helst y les prendió fuego. Sólo después de cumplir esta condena murió de cáncer en Hamburgo, en el año 2009. 

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