Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, en junio, la compañía petrolera más grande del mundo se vio obligada a abandonar sus posiciones en los campos de Bakú, en Azerbaiyán, debido a las presiones de los bolcheviques, quienes la perdieron con los turcos en septiembre. Dos meses después los británicos se hicieron dueños de los campos, pero en 1920 los bolcheviques regresaron.
La anterior seguidilla es una más entre la historia de las empresas en el marco geopolítico de una guerra y sus expropiaciones. Lo interesante de todo es el nombre de la primera compañía, aquella que en ese momento era la petrolera más grande del mundo: Branobel, no era más que la empresa fundada por Ludvid Nobel, el hermano de Alfred, a quien hoy le debemos el más famoso de los premios que existen en este mundo.
Immanuel Nobel
La saga de esta familia en el mundo empresarial e innovador comenzó un poco antes, con el padre de ambos: Immanuel Nobel. Este inventor sueco, arquitecto, ingeniero y empresario, nació el 24 de marzo de 1801.
Su enseñanza temprana fue pobre; sin embargo, adelantó al matricular en la Real Academia Sueca de Agricultura, donde estudió ingeniería. Ya en esa época comenzó a ganar premios y becas por sus diseños. A los 27 años había presentado ya tres patentes, entre ellas una cepilladora mecánica.
En 1827 se casó con Andriette Ahlsell, cuya familia estaba compuesta por funcionarios y servidores públicos en Estocolmo. Tuvieron ocho hijos, entre ellos Robert, Ludvig, Alfred y Emil lograron sobrevivir. La reproducción agrandada de la especie, mayor que la de sus patentes, lo llevó a la ruina. Sus acreedores se cebaron en él. Estuvo al borde de la cárcel, pero logró pagar sus deudas.
Un punto aparte, antes de pasar a otra etapa de la vida de este gran hombre, Immanuel Nobel fue el creador del torno giratorio para producir láminas de plywood (madera contrachapada) lo que permitió ampliar las posibilidades de este material de construcción hasta límites que ni él mismo conoció.
En 1837 comenzó a abandonar la ingeniería mecánica y se acercó más a la química. Se fue a Finlandia y luego a San Petersburgo, donde logró establecerse en mejores condiciones económicas y así, cinco años después, traer a su familia, que malvivía en Estocolmo.
Sus minas para destruir al enemigo a distancia considerable atrajeron la curiosidad del ejército ruso, pero no fue hasta el inicio de la guerra en Crimea, en el año 1853, que su invento se constituyó en un negocio rentable. Su importancia fue reconocida en la defensa de la base naval de Kronstadt.
Entonces llegó el dinero e Immanuel Nobel abrió un taller mecánico para la fabricación de ruedas para carros y un sistema de calentamiento doméstico para el agua. Entre otras cosas construyó por esa época once máquinas de vapor para buques de guerra, lo que le valió la medalla de oro imperial en 1853.
Pero su éxito no demoró en acabarse. En 1855 murió el zar Nicolás I y su sucesor Alejandro II puso fin a la guerra de Crimea e hizo severos recortes en el presupuesto militar. El ejército dejó de consumir sus minas explosivas. De nuevo tocaron a su puerta los acreedores. Immanuel Nobel tuvo que volver a Estocolmo con su esposa y con Emil, el hijo más joven.
En 1863 su hijo Alfredo Nobel regresó también a Estocolmo. Su propósito era trabajar junto a su padre en una idea que desde hace tiempo le rondaba la cabeza. ¿Y qué si juntamos pólvora y nitroglicerina? Una explosión, es cierto, pero también un éxito. Con la patente en la mano el futuro creador del más importante premio de nuestros tiempos abrió un taller en el norte de Estocolmo. Su hermano Emil, que apenas había terminado la enseñanza media, murió debido a las heridas sufridas por una explosión que se produjo en el taller el día 3 de septiembre de 1864.
No cabe duda que este accidente provocó la decadencia del viejo Immanuel Nobel, unos meses más tarde de la muerte de su hijo más joven, sufrió un derrame cerebral. Desde la cama, con ese espíritu de la gente que no puede estarse quieta, escribió un texto sobre economía que fue publicado en 1870.
Murió en 1872 y cuando eso ocurrió sólo poseía 25 acciones de la empresa Nitroglicerina AB, creada por su hijo Alfredo Nobel. Cuando murió su esposa, 17 años después, aún conservaba aquellas 25 acciones, pero en ese momento valía 8 veces más.
Taller de mecánica perteneciente a Ludwig Nobel en la ciudad de San Petersburgo.
Tras el regreso del patriarca a Suecia Ludvig, quien desde los 28 años había llevado el control del negocio familiar, obtuvo un contrato para la producción de rifles. Como necesitaba madera para las culatas, envió a su hermano Robert, con 25 000 rublos, al Cáucaso para comprar madera de nogal; pero Robert Nobel, sin contar con su hermano y en lugar de madera, compró una pequeña refinería de petróleo.
Robert conocía un poco del negocio del combustible. Había trabajado en un almacén de kerosene en Finlandia. Ludvig no se molestó, sino que por el contrario vio las potencialidades de aquel negocio. Envió más dinero para modernizar la refinería y en 1879 la había convertido en la mejor de Bakú. Fueron ellos los primeros en enviar un cargamento de petróleo para la iluminación de las calles de San Petersburgo.
Fundó entonces, con sus hermanos Robert y Alfredo la compañía Branobel. Se dice que llegó a manejar el 50 % de la producción mundial del crudo y se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo. Ludvig Nobel inventó unos tanques modernos para almacenar petróleo y también modernizó las tuberías que se usaban. Fundó un laboratorio científico donde dio empleo a los mejores especialistas del país. Tal vez su gran invento estuvo en la capacidad de poner en producción las innovadoras ideas que salieron de aquel laboratorio.
Ludvig Nobel fue también un pionero en la cuestión humanitaria, entre los grandes millonarios de su época muy pocos se preocuparon como él por las condiciones de vida de sus trabajadores. Fue uno de los primeros en introducir el pago con acciones, que benefició en gran medida a los hombres que trabajaban en aquella industria en expansión. El petróleo fue desde entonces una de las pocas industrias donde los trabajadores normales obtenían un salario en ocasiones más que justo.
Construyó un banco para sus obreros, hizo comedores, salas de billar, bibliotecas, salones de conferencias, un parque que aún existe en Bakú.
Tal vez se pueda ir más allá en la historia de la familia Nobel. Un par de generaciones atrás encontramos a Petrus Nobelius, un hombre de origen campesino que se había casado con Vendela Rudbeck, que era hermana del famoso Olof Rudbeck, rector de la universidad de Upsala, genio universal, gran ornitólogo y botánico, profesor de Carlos Linneo.
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