Parte por partir. El viajero y los caminos modernos

Alejandro Cernuda

¿Es menester partir? ¿Quedarse? Si te puedes quedar, quédate. Parte, si es menester. Uno corre, el otro se oculta para engañar ese enemigo vigilante y funesto, ¡El Tiempo! El pertenece, a los corredores sin respiro.Charles Baudelaire

La vida moderna se asume desde ciertas melancolías. El camino es una de ellas. Viajar hoy es rápido y aburrido, antes era lento e interesante; y si seguimos la rima, será entonces tan rápido como imperceptible.

Desaparecerán las anécdotas, los encuentros, los espejismos, etc. Las causas del cambio no sólo conciernen a los medios de transporte. La apetencia por la información desde casa aumenta y el conocimiento in situ disminuye.

Muchos dicen hoy ¿para qué viajar si lo puedo ver desde el sofá? Son los tiempos modernos, ni buenos ni malos, porque son inevitables. La especie humana sobrevive gracias a su poder de adaptación, o si se quiere a la inversa, por su incapacidad para adaptarse verdaderamente. Hemos traicionado los mecanismos biológicos en pos de lo social.

Bicicletas abandonadas en la playa

Bicicletas en la playa

Pero el viaje... Hay algo en él que definitivamente se ha ralentizado con el progreso. Es que el viaje cambia algo dentro de nosotros de una manera más rápida y radical que lo conseguido frente a una pantalla, tal vez porque en próximas generaciones el cambio de conciencia no sea tan importante y este rasgo humano se trabaje a nivel de redes. en fin.

Parte por partir hacia aquellos lugares donde aún vale la pena, hazlo por ti. Aunque poco se saca en limpio de un viaje por autovía si se compara con las crónicas de viajeros de siglo XIX y principios del XX. La literatura se ha ido más adentro o eso cree, relegando a un segundo plano la descripción, de hecho. Hay narradores y poetas, pero no descriptores, ni siquiera grandes descriptores, cuando esta debía ser un arte a la altura de las ya mencionadas.

Claro que los asuntos de la sociedad no mueren a la vez en todas partes y aún el autoestop, la posada y el paisaje siguen siendo reales y aumentan el protagonismo del camino en algunos lugares. En el primer mundo el camino es sólo la parte aburrida de la existencia, donde la vida se ajusta a férreas leyes morales y la carretera a la dictadura del código vial y la velocidad. A distancia considerable de donde vive la gente, publicidad, información escueta y barreras antichoque se encargan de interrumpir la visión. La autovía es el sitio donde escuchar música o la radio, dos expresiones de nuestra cultura que reciben gran ayuda de los restos del camino un día se le levantará monumento a la autovía por su contribución a la música y la radio.

Así que el hombre ha perdido algo que ya no va a recuperar si las cosas siguen según lo planeado. Del viaje sólo le queda el destino, donde con mucha suerte no irá a parar a su oficina, los supermercados o comprimidos sitios turísticos.

Ésa también es la causa de que la gente prefiera cada vez más apretados paquetes de información, casi siempre inútiles porque no actúan sobre la consciencia si no es para modelarla en actitud de rebaño, de la que sólo puede salvarse quien parte por partir, quien juzga por sí mismo y se atreve a cuestionar.

El fin de la verdad
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