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No basta ser hijo de inmigrantes espaguetis, escribir unos cuantos libros, ser aupado por Charles Bukowski y revisitado muchos años más tarde en la película donde Colin Farrell y Salma Hayek representan a un Arturo Bandini y una Camila López demasiado viejos para hacer que el guion sea la misma historia de la novela… Nada de esto basta para convertirse en un escritor famoso.
John Fante es considerado hoy como un autor de culto, uno de esos que sólo leen los iniciados. Nacido en Denver, en 1909, su familia tenía menos que nada y eran inmigrantes de origen italiano. A los veinte años decidió mudarse a California. Allí comenzó a escribir.
Pero no es tan fácil, nunca lo ha sido. Alternó sus sueños con la sutil labor de limpiar platos o siendo botones. Trabajó de estibador, trabajó en una fábrica de conservas. A veces, incluso, ni siquiera trabajó. En 1937 y en secreto, contrajo matrimonio con Joyce Smart, como hacen algunos animales salvajes: para toda la vida.
John Fante junto a su familia.
Tras su primera novela, El camino a Los Ángeles, rechazada repetidamente por los editores y publicada póstumamente, John Fante publicó en 1938 Espera la primavera, Bandini considerado por los críticos estadounidenses como uno de los mejores libros del año.
John Fante sufrió contratiempos que lo alejan de lo que espera la diosa fortuna. De nada ha valido que los críticos consideren su Pregúntale al Polvo (1939) como “La novela de Los Ángeles”. Ya lo dijo Borges en alguna parte: Si Quevedo hubiera perdido un brazo El Buscón habría sido más famoso que el Quijote. John Fante no perdió un brazo, sufrió una prosaica diabetes que los disminuyó en ojos y piernas cuando casi le llegaba la oportunidad. El mismo Arturo Bandini, personaje ingenuo y que parece ver la realidad a través del velo de su propia autoestima, parece ser quien cuenta alguno de sus libros y no el propio escritor.
Pasado el tiempo podríamos asegurar que sus novelas han llegado a donde iban. Continuarán siendo un sabroso descubrimiento para quien, recorriendo algún camino ignoto, se encuentre por casualidad algo como Pregúntale al polvo. Así fue como llegó a Bukowski y así será como llegará a ti, querido lector.
Desde el año 2009 oficialmente se llama John Fante Square a la intercepción entre las calles Fifth Street y Grand Avenue, cerca de Bunker Hill, donde vivió y escribió. Allí está la Librería Central de Los Ángeles, donde cuenta Charles Bukowski que encontró accidentalmente una copia de Pregúntale al polvo, su primer conocimiento del autor, y el propio John Fante era un asiduo visitante.
El mismo John Fante admitía tener cierto prejuicio a releer esta novela. Nunca lo hizo, confesó. Tal vez hay en ella demasiadas impresiones de su infancia, de su madre y el pueblo de Colorado, con poco más de diez mil habitantes. Allí se desarrolla la trama de Espera a la primavera, Bandini. Es la primavera el momento en que los equipos de beisbol se van al sur a comenzar el entrenamiento y Arturo Bandini, un adolescente, sueña con unirse a los Yanquis, decirle a Rosa eso, que además de ella los Yanquis también lo necesitan.
Pero Rosa, una niña italiana y su primer amor, muere antes que llegue la primavera. Entretanto muchas cosas ocurren en la vida de la familia Bandini. María, Svevo y los chicos Federico, Augusto y Arturo son entes que se mueven y hacen chisporrotear toda esa poética bucólica, refescante y despiadada de la que John Fante hace gala en esta novela.
Espera a la primavera, Bandini, padece de un humor sutil. Ni siquiera nos llega a la sonrisa, pero es constante. Nos hace casi tener confianza en que nada verdaderamente trágico está a punto de ocurrir. Entonces uno se enfrenta a la lectura sin sobresaltos, sin misterios sobre cómo puede ser la vida de unos pobres inmigrantes o la reacción violenta de una mujer celosa, sin que haya en la pobreza tampoco nada de trágico. El resultado: el lector, sin saberlo, se encuentra atento a la forma y no tanto al argumento. No escapará de usted, aunque no se las dé de polilla diletante ni le importe otra cosa que leer una buena historia, no escapará de usted un sentido raro del ritmo. Unas frases repetidas a propósito aquí y allá o la indudable poética de un perro que intenta despertar el instinto lúdico de un niño con un conejo muerto dos semanas ha.
Publicada por primera vez en 1938, narra la historia de una pobre familia italiana, inmigrantes en Colorado, en los años de la gran depresión. Concretamente narra la Navidad, y un poco antes y después. Esta escrita en tercera persona, lo que nos hace encontrarnos a Arturo Bandini en una dimensión lejana, colectiva y realista. Unas veces el narrador parece no querer salir de casa, tal vez por el frío, en otras se lanza a por la aventura de Svevo Bandini tras las faldas de la mujer más rica del pueblo. La narración es como un río que se bifurca y vuelve a encontrar su cauce y se hace fuerte cuando los integrantes de la familia coinciden, como si quisiera, a través del ritmo, dar una noción de felicidad a la que no basta la circunstancia.
Arturo, a diferencia de los demás y del mismo lector, quien logra comprender a su padre y de alguna manera trata de protegerlo en su infidelidad. Siente admiración de que su viejo haya logrado estar allí, con zapatillas y ropa semejantes a la de un duque, mientras traiciona a toda la familia. De alguna manera el chico que sueña con irse a jugar un día con los Yanquis, tal vez en la próxima primavera, cree que su padre ha alcanzado el sueño americano bajo las faldas de la mujer más rica del pueblo, y su amigo Rocco lo admira y envidia, mientras María, traicionada, se salta la costumbre y hace espaguetis entre semana, porque sabe que su hombre va a regresar.
Espera a la primavera, Bandini está llena de detalles autobiográficos, tal vez John Fante temió a la nostalgia y pagó un alto precio por ello: no releer esta novela.
Hoy es considerada por muchos la mejor novela de Los Ángles. Su más cercana competidora pertenece a un hombre que llegó a llamarlo Dios, es El cartero, de Charles Bukowski. Hay muchas semejanzas entre las dos novelas, en el ambiente de las calles, las esperanzas de sus personajes, el lenguaje, etc. Tal vez la diferencia más sutil y no por eso menos acentuadas sea esa zozobra acechadora que, en El cartero, se cura a fuerza de mujeres y en el caso de John Fante, parece agrietar las páginas de Pregúntale al polvo en busca de las tierras blandas, como un río nuevo.
La novela comienza con un Arturo Bandini bajo la disyuntiva de buscarse un nuevo alquiler o inventar la manera de hacer unos dólares para pagar las cuotas atrasadas, en las últimas páginas, sin embargo, ya se ha convertido en un tipo más o menos solvente. El desasosiego encontrará otros caminos a medida que las páginas involucran a la poderosa Camila López y su sino de femme fatal. De la cual Bandini no podrá escapar tan fácilmente. Desear a aquella chica de piel percudida y zapatos rotos es algo que no podrá explicarse y tampoco evitar.
Portada de la novela Pregúntale al polvo, de John Fante.
Pregúntale al polvo, tercera novela de John Fante, nos habla de Arturo Bandini, un espagueti aprendiz de escritor que se abre paso en las calles de Los Ángeles donde a casi nadie le interesa o sabe un carajo de literatura. Trae la ingenuidad de su pueblo en Colorado, con una leve noción de que algo llamado marihuana es malo y que las mujeres rubias y de piernas largas esperan a que se les manifieste el genio de un escritor para caer rendidas a sus pies.
Había llegado a un hotel de mala muerte, aunque no sin algo de decoro, en Alta Loma, hoy casi en el centro de Los Ángeles. Se trajo dos maletas, una de ellas repleta de la revista donde habían publicado su cuento El perrito rio. Esta historia, de la cual sólo sabemos que no habla de perros, se convierte en su escudo protector, en la manera de mostrar su identidad, como en otros tiempos los hombres se llamaban maestros, profesores, doctores, siempre su nombre junto a su profesión para que todo el mundo supiera el grado y decencia de sus portadores.
Pregúntale al polvo es un libro instructivo para jóvenes escritores. Los chupatintas de la nueva generación constatarán similitudes con Arturo Bandini, en esperanzas y la manera de verse a sí mismos. Estarán enfrentándose entonces a una narrativa de transición entre lo que se hacía y lo que luego hizo la generación Beat y viene haciendo todo aquel con ínfulas de irreverente cree que tiene algo que decir; pero cuidado, Pregúntale al polvo es algo más también, como toda literatura entre dos aguas, tiene su propio espacio reservado, su manera de decir, su mundo sórdido e injurioso.
Se narra una historia de amor, quiéranlo o no los críticos que ven en ella la mejor pintura de Los Ángeles en los años de la depresión. Un romance, sin que sus mismos personajes lo entiendan así, entre el espagueti, aprendiz de escritor, Arturo Bandini y la casi mexicana y con ojos a la funerala Camila López. Un amor a trancazos y desprecios, sabroso y melancólico, que empieza mal, desde la mismísima discriminación racial, y termina peor. Mientras, por el contrario, Arturo Bandini va sobreviviendo a todos esos escollos que la vida le depara. Hasta su economía, como el vino, mejora con el tiempo; pero no su relación con Camila, quien la descubrimos cada vez más atribulada y ama a Sammy, que también es escritor, claro que no como nuestro Bandini, y se va muriendo de tisis y mata a la vez con su desprecio todo lo cercano a sí mismo.
Tal vez sea la literatura, o mejor, los sueños de un escritor, el denominador común en la zaga Bandini. En esta ocasión cuenta una versión distinta de la publicación de su primer cuento. El nombre del editor también es diferente. Tampoco se nombra el título del relato, que en Pregúntale al polvo se titula El perrito río.
Su vida anterior también se diferencia bastante de lo contado en Espera la primavera, Bandini, tal vez porque no quiso volverla a leer. Arturo es el más pequeño de los hermanos, cuando en la primera es el mayor. a la vez la intención de John Fante era jugar contra la lógica, maldecir la zaga. Al final de la novela se vuelve a trocar lo de los hermanos. Arturo regresa a casa y entonces hay hermanos mayores y menores, varones y hembras.
Hay quien habrá visto en esta novela el propósito de reciclar la vida de Arturo Bandini en algún gesto más comercial, acaso más alejado de lo personal, de lo autobiográfico.
Muchos la han considerado la mejor novela de John Fante.
De camarero lo contratan como corrector de estilo luego de que un periodista lo reconociera en el bar donde trabajaba. No tarda mucho en convertirse en guionista, o algo parecido. No hay dudas que al Arturo Bandini de Sueños de Bunker Hill le está yendo mejor hasta ahora que al pobre macarroni con ínfulas de Pregúntale al polvo.
Novela corta contada en primera persona. Arturo Bandini tiene 21 años y se muda de Colorado a Bunker Hill. Se apunta al experimento con fragmentos de guion y poesía.
Es el libro de John Fante con más conexión con la literatura de Bukowski. Aquí se parece más Bandini al retrato que traza Bukowski de sí mismo en el prólogo de Pregúntale al polvo. También, el de la zaga Bandini, más relacionado con el oficio de escritor. Jamás se ha descrito el culo de una mujer en los términos y las diferentes alusiones que hace Arturo Bandini a los varios traseros que transcurren en esta novela. Al punto de que a veces nos haga dudar de que es un libro dictado y no escrito. Pese a todo, mientras más se parece John Fante a Bukowski, menos brilla su propia originalidad.
Hay, además, una diferencia fundamental con la obra de Charles Bukowski. Arturo Bandini tiene éxito pero es pesimista, las novelas de Bukowski transmiten, padecen, un optimismo subyacente, imposible de enmarcar por el éxito de sus personajes.
La utilización de la novela para rendir homenaje a los escritores que de alguna manera significaron algo para él, es también un rasgo bukowskiano presente en esta novela.
El recurso causa y efecto es más tangible en esta obra, así como en Pregúntale al polvo. Arturo se hace unas fotos y termina trabajando de corrector. Corrige el cuento de una escritora y termina en la calle. Se propasa en un arrebato poético con la novia de su vecino luchador y en menos de lo que se recita un poema ya está huyendo otra vez.
Todo es explícito en el libro, el lenguaje, las escenas de sexo, hasta el momento en que Bandini aprovecha para tocarle el culo a la escritora Jenifer con escusa de los pelos de gato. Y poético también, como las butacas del porche, bendecidas todas, en algún momento, por el magnífico trasero de Jenifer.
Como en el caso de Camila López, en Pregúntale al polvo, Arturo va a la playa con Jenifer en su primera cita. Cuando por fin, se abalanza sobre ella, dice una frase que debe inscribirse en la Constitución: había poco que perder y mucho que ganar; así, no perdió demasiado.
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