Salta a la vista de quienes visitamos Pompeya y el Museo Arqueológico de Nápoles, la instructiva colección erótica. Nos da la medida de una sociedad anterior a los prejuicios actuales en relación con el sexo y el erotismo. El comercio de la carne. Hay énfasis en lo irreverente, en el sexo como cura al desenfreno que parece y se veía natural en la especie. También hay una medida de la explotación de quienes ofrecían estos servicios.
Detalle de fresco en Pompeya. Sátiro y Ninfa.
Las ciudades que murieron en el 79 d.C a causa de la erupción del Vesubio y habían muerto antes, al dejar de ser asociadas de Roma para convertirse en súbditas, tenían algunas diferencias con respecto a la metrópoli, donde todo parecía ser más estirado, burocrático y caro. Quiso la casualidad que la ceniza y el barro encapsularan una fotografía de la vida, del arte y su manera de pensar para que llegara hasta nosotros.
La pintura es la manifestación artística más relacionada con el erotismo. Así ha sido desde el principio de los tiempos y lo era cuando el Vesubio reventó sobre Pompeya, Herculano y una serie de pequeñas poblaciones cercanas a Nápoles. La pintura, por encima de la escultura, es barata y representa con más amplitud los entornos propiciatorios. Un grupo de estas obras sobrevivió a la furia de la lava, cenizas y barro. Hoy se pueden contemplar en el Museo de Arqueología de Nápoles.
La colección, aficionada al enclaustramiento, ha sido partícipe del escándalo de sus visitantes y se ha abierto y cerrado de acuerdo con la moral imperante. Así, sus figurillas eróticas estuvieron ocultas a la vista por más de cien años hasta que la revolución sexual de los años sesenta la puso de nuevo a la vista de todos. Luego volvió a impedirse su visita, hasta que en el 2000, bajo fuerte advertencia de responsabilidad limitada ante los niños, se abrió definitivamente al público.
La inspiración mitológica de las escenas eróticas está a tono con la época. Una gran influencia griega había llegado hasta las costas de Italia y faunos, dioses y doncellas se agolpan en los primeros planos de frescos y mosaicos encontrados en patios interiores y burdeles de las ciudades malditas.
En ocasiones las pinturas y esculturas andaban de la mano con la literatura erótica, abundante en el imperio romano, desinhibida y carnavalesca. Obras como la Carmina Priapea, al parecer de un joven aún Virgilio; la Metamorfosis de Ovidio o el Satiricón de Petronio -una de las mejores obras de esa época- hacían las delicias de los ricos habitantes de las faldas del volcán.
Son representados personajes hoy reconocibles: Marte y Venus, Las Tres Gracias, Apolo y Dafne, Polifemo y Galatea, Sátiro y Ninfa y por supuesto, Zeus con su larga lista de amoríos y zoofilias. En otros casos, especialmente en la pintura dedicada a burdeles, tabernas, baños públicos y otros espacios propiciadores, la gente común, anónima, gana espacio.
Nada es más importante dentro de una villa romana que su jardín o patio interior. La casa estaba organizada en función de éste y los más opulentos tenían varios recintos bien definidos. Los pintores y escultores que trabajaban en ellos, pese a la diferencia de prestigio con lo que habían sido en Grecia, eran artesanos bien pagados.
Es el sitio, también, donde el erotismo ganaba una libertad casi poética y Priapo campeaba por su respeto convertido en esculturas, frescos y mosaicos. En su función de crear una naturaleza artificial los jardines se llenaban de seres que habitaban la imaginación, esos seres relacionados con los misterios de Dionisos: sátiros, ménades, ninfas, cabras, pigmeos, etc
Escultura que destaca una explícita escena sexual entre el dios Pan y una cabra
Tal vez el ejemplo más impactante es la escultura de la cabra y el dios Pan, encontrada en una villa de Herculano. Será necesario apuntar el intercambio de miradas y expresiones faciales entre ambos contendientes. Claro que no es la mirada lo que ha convertido a esta pequeña escultura en el objeto más famoso del Museo de Nápoles. De ella dijo el pintor e ingeniero Luigi Vanvitelli: extremadamente lasciva pero bella.
Hay un famoso burdel, marcado en los planos como lupanar, que era el nombre en latín de estos antros. El edificio, de dos plantas, cuenta con diez habitaciones, cinco por cada planta; un balcón y una letrina. Hay otros, aunque reconocidos no están marcados. También había chicas y chicos que trabajaban a pie de calle, buscaban clientes cerca de los baños públicos y las tabernas.
Hay que tener en cuenta que, en los aspectos éticos y legales, un ciudadano romano, masculino, podía penetrar casi cualquier cosa que se moviera y tuviera un agujero, pero no podía permitirse legalmente ser penetrado. La prostitución era completamente legal y no se consideraba adulterio.
Fresco con una escena de burdel. Pompeya.
Es aquí donde se encontraron las pinturas eróticas y pornográficas más explícitas, aunque no está claro si su función era publicitaria, iniciativa o incitativa, o tal vez todo a la vez.
La vida en Pompeya parece haber sido bastante barata y disoluta, y en alguna parte se hace notar a los visitantes del imperio las virtudes de las jóvenes pompeyanas. Se debe destacar, sin embargo, que los lupanares no eran normalmente visitados por la clase alta ni los ricos, no parecía muy placentero estrujarse con una esclava en un pequeño cubículo sin ventilación. Ellos contaban con su propio servicio o recibían a las meretrices en apartamentos privados. El lupanar era sitio para pobres y gente de paso. Se demuestra con facilidad en los precios que aún se pueden leer:
Escena sexual entre dos pigmeos. Pompeya. Los pigmeos, a quienes se creía habitantes naturales del Nilo, eran un sujeto típico en los frescos y mosaicos del siglo primero d.C.
Athenais 2 As, Sabina 2 As (CIL IV, 4150), La casa del esclavo Logas, 8 As (CIL IV, 5203) Maritimus lamerá su vulva por 4 As. También acepta vírgenes. (CIL IV, 8940).
El As era una moneda del imperio Romano, aproximadamente dieciséis de ellas por un denario. Se ha estimado que el precio de los servicios sexuales era muy barato, más o menos lo mismo que un litro de vino. Pese a esto, una prostituta producía más dinero -digo producían porque ellas, generalmente esclavas, no cobraban- que un obrero no cualificado. Así, el lupanar era un gran negocio para los dueños, no pera las chicas. Las mujeres libres no se prestaban al antiguo oficio, era denigrante e insalubre.
Los falos eran un símbolo propiciatorio en el imperio romano. No es de dudar que hayan aparecido varios sonajeros de este tipo en Pompeya y Herculano.
Detalle de una escena erótica. Dormitorio en Pompeya
Figurillas de enorme falo. Un objeto común en las casas de Pompeya y Herculano.
Detalle de un fresco donde se representa a Leda y el cisne en el momento de la cópula.
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