Aventuras del soldado desconocido. Pablo de la Torriente Brau

Alejandro Cernuda

La novela Aventuras del soldado desconocido cubano, de Pablo de la Torriente Brau, nos parece en ocasiones recargada. Es un torrente de hechos superpuestos, se podría decir en su contra. Hiliodimiro del Sol, el protagonista y fantasma habitante de la tumba del soldado desconocido, sin una explicación profunda, anda en varios niveles del lenguaje, como perro por su casa.

Foto de perfil. Pablo de la Torriente

Foto de perfil de Pablo de la Torriente Brau.

La novela utiliza demasiado el lenguaje oral. En otras ocasiones el narrador poetiza a costa de las mujeres en la Quinta Avenida. Pablo de la Torriente Brau no se cansa de jugar con el lenguaje y también con el argumento. La novela está cerca de lo fantástico social. Es un breviario del escepticismo, curioso en un hombre cargado de ideales, presto a guerrear en España, como si el autor hiciera una declaración antes de su propia muerte.

Él también es personaje secundario dentro de la novela, tal vez el mejor caracterizado. De Hiliodimiro del Sol sólo tenemos una coraza jaranera y épica; nada completa, suficiente para los intereses de la novela.

El argumento es mejor mientras más se aleja del sarcasmo, en los momentos de humor sutil, como cuando el vigilante del monumento lo recibe con ansiedad o cuando el soldado desconocido menciona su gonorrea de garabatillo; eso dice tanto del personaje como el momento de sus ganas de morder el bigote manchado de vino del mariscal Joffre.

Pablo de la Torriente Brau era hombre de fuertes convicciones y tamaño físico para hacerlas respetar. Una vez rompió los cristales de la librería para hacer cierto lo que había escrito en un artículo. En la novela se dibuja a sí mismo a través de su careo periodístico; entonces el tono sube para convertirse en un discurso que traslada la convicción del artista comprometido.

Es una obra vanguardista, pero no es nada convencional. Todo ese escepticismo la salva. El vanguardismo suele estar lleno de conflictos con el pensamiento de la próxima generación. Aventuras del soldado desconocido cubano está hecha a prueba de cualquier interpretación capciosa.

El humor funciona en esta novela y es el esqueleto de su literatura, también del periodismo de Pablo de la Torriente Brau. Ocurre lo mismo en otros libros: sus cartas desde España o en el texto que recrea un momento tan aciago como el Presidio Modelo. Su discurso se aleja del melodrama y no impide legarnos su documento histórico y periodístico más importante.

No se puede hablar de las Aventuras del soldado desconocido cubano. y pasar por alto su prólogo.

Cómo voltear estas páginas, que son parte de un discurso paralelo a la novela, sin Hiliodimiro del Sol ni la escatología, pero con los demás elementos. Por desgracia, este tipo de ensayo, donde se parte de una hipótesis absurda, ha muerto ya en nuestra literatura.

La entrada de Cuba en la Primera Guerra Mundial determinó la derrota de Alemania, o peor: Cuba ganó la guerra y se dan elementos igualmente descabellados, La rebaja del precio del azúcar propició que los aliados pudieran tomar café en las trincheras y así no se dormían.

La Enmienda Platt funcionó como un espaldarazo para que Estados Unidos entrara en la guerra cuando Cuba, siguiendo las cláusulas, colegió su interés en participar; no importa la no participación directa en el conflicto, tampoco lo hicieron los presidentes ni muchos mariscales, no con el objetivo de demostrar la hipótesis sino como crítica a diversos actos humanos y gubernamentales.

Es lo mismo que sucede en el Quijote, ¿debo advertir que salvo grandes diferencias. o al menos dos?: el lenguaje es una de ellas, la otra viene dada por la distancia entre el personaje y el autor: el Manco de Lepanto se esconde tras otro escritor y su posición es neutral, en el prólogo Pablo está montado en rocinante.

Los restos de Pablo de la Torriente Brau

España es un país de raras guerras que no terminan jamás. La Reconquista se encoge y estira por los barrios y nunca ha dejado de ser una lucha en el campo cultural. La guerra de Independencia hecha por el enemigo de mi enemigo. La ETA que no ceja, ni el conflicto catalán. Inglaterra y Gibraltar. El fracaso de la época colonial rebuzna entre panchitos y carpetovetónicos.

Entre todo ese abanico de victorias y derrotas a medias, la Guerra Civil merece un punto y aparte, es la contienda menos terminada y a la vez el mayor ejemplo de un compromiso internacional. Aproximadamente personas de cincuenta y cuatro países dieron su vida en tierras españolas; y participaron en ella grandes intelectuales. Ninguna puede alardear al lado de la española de la calidad de sus periodistas: George Orwell, Robert Capa, Hemingway, etc.

Desde Cuba vinieron unos 1400 brigadistas. El más destacado de ellos fue Pablo de la Torriente Brau. Sus restos se encuentran todavía en una fosa común en Barcelona. Llegó a España desde Nueva York, donde permanecía exiliado. En ese momento entra al Partido Comunista, pese a haber luchado contra regímenes autoritarios en la convulsa y naciente república cubana, nunca antes había militado.

Su libro testimonial El Presidio Político en Cuba y la novela Aventura del soldado desconocido cubano son, a mi modo de ver, dos títulos fundamentales de esa época en la isla caribeña. Sus Cartas desde España han pasado por ser documentos imprescindibles para un estudio periodístico de la Guerra Civil.

Era famoso entre los republicanos por sus discusiones barricada a barricada con los fascistas, lo que hizo conocida una petición cada vez que comenzaba este tipo de actividad paralela a la lucha y tan peculiar del pueblo español: Que hable el cubano, gritaban sus compañeros. Pablo de la Torriente Brau fue un buen periodista porque sus artículos se parecen a él, son directos, irónicos, telúricos; además de eso llegó en vida a ser Comisario del Pueblo.

Autobús en el cementerio.

Autobús en el cementerio de Montjuic, donde se encuentran los restos de Pablo de la Torriente Brau.

Luego de su muerte en Majadahonda, el 19 de diciembre de 1936, su cadáver fue rescatado por Policarpo Candón, otro brigadista cubano y también muerto poco más de un año después, en Teruel. En el momento de esa primera exhumación, se hizo otro tanto con los documentos personales del escritor cubano, quien los había enterrado cerca de sí para evitar cualquier identificación.

Ya en Alcalá de Henares recibió homenaje en voz de Valentín González el campesino, personaje controvertido de la más controvertida de las guerras españolas. Allí fue ascendido póstumamente al grado de capitán. Lino Novas Calvo hizo una magistral descripción de aquel entierro en Chanmartín A nuestra espalda, como gigantes de fantasía triste, nos velaban los árboles de la muerte.

Desde La Habana, su esposa Teté Casuso a quien el Che Guevara catalogó de botellera - reclamó el cuerpo de Pablo de la Torriente Brau para ser enterrado en Cementerio de Colón, en la capital Cubana. Por ese motivo sus restos fueron enviados a Barcelona. Cuando llegaron allí el puerto estaba bloqueado y el cadáver terminó en una fosa común del cementerio Montjuic, debido a la irrupción del ejército franquista en la ciudad.

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