Megalonus Rodens de Ciego Montero

Alejandro Cernuda



Durante varios años acompañé a mi hermana a citas médicas en la capital. Primero con mi madre y luego, cuando tuve la edad necesaria, solos nosotros dos. Como la estancia era aburrida en casa de nuestra tía, teníamos horas de sobra y una ciudad por conocer.

Pedíamos consejo y nos íbamos a cortos paseos por La Habana Vieja. No era la ciudad de hoy. Aún nos suministraban muchas cosas desde el grupo de países socialistas y nada era tan complicado. El Capitolio de La Habana albergaba por esa época la magnífica colección del museo de la Academia de Ciencias, con un túnel oscuro, lo recuerdo bien, donde mi hermana se abrazaba a mí con los ojos cerrados. Le gustaban las colecciones de insectos y las aves disecadas.

Fuimos varias veces. Había entonces, en una sala casi desierta, una lámina y un esqueleto de un roedor gigante. Se leía en la placa: Megalonus Rodens. Hallado en Los Baños de Ciego Montero. Provincia de Cienfuegos. Y continuaba con una explicación sobre la importancia del descubrimiento.

Siempre he recordado con orgullo chovinista la imagen de aquel esqueleto encontrado en mi pueblo, y muchas veces le aseguré a los coterráneos que el Consejo Popular Arriete-Ciego Montero, guardaba algo entre cueva de Altamira, Parque Jurásico y qué carajo hace el leopardo en el Kilimanjaro.

Megalonus Rodens

Megalonus Rodens. Al menos el esqueleto.

Les aseguré que Ciego Montero, tal vez, era el lugar más importante del mundo. El sitio donde se había iniciado la vida. Pero nadie me creyó. Aparte de ser el esqueleto principal prueba de la pertenencia previa de la isla a la tierra firme del continente y de haber sido el descubrimiento que consagró al sabio Carlos de la Torre, son los restos de esta alimaña el perezoso mayor del Caribe y también la especie terrestre de mayor tamaño en Cuba.

Es algo de escaso conocimiento entre los habitantes del pueblo. Casi nadie sabe que en ese rincón de aguas termales, donde el famoso chorrito sirve de esparcimiento y el río recula hasta el charco del negrito y está el pozo de Santa Lucía que cura los ojos, vivió hace miles de años un perezoso que comía raíces, no podía subir árboles y hasta ahora parece no haber estado en otra parte.

La historia no es siempre como queremos. No fue un sólo ejemplar, armaron dos de estos perezosos con los huesos encontrados en diferentes lugares. Uno está en La Habana y otro en Estados Unidos. Los baños de Ciego Montero, donde está la embotelladora de aguas minerales que tanto ha alimentado al pueblo y el balneario sigue siendo un sitio lleno de encanto. Gran parte de mi novela Enamorarse de Ana discurre entre esos paisajes.

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