Félix Varela en Martínez Dalmau

Alejandro Cernuda


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Puede asumirse como una eventualidad que dos importantes causas de lucha en Cuba desde su organización como sociedad hasta principios del siglo XX hayan sido protagonizadas en sus inicios por dos sacerdotes: Bartolomé de las Casas contra el exterminio de los aborígenes y Félix Varela contra la dominación española. Lo que no pasa de ser una curiosidad histórica marcó para ambos personajes la crítica acerba a causa de su ministerio. Sin pretender otros paralelos en esta coincidencia debemos, en función a nuestro tema, añadir que ambos personajes fueron tratados con énfasis en los trabajos de monseñor Martínez Dalmau. Su biografía del Padre de las Casas es un documento no sólo informativo, es una de las mejores guías para entender, desde el pensamiento eclesiástico la lucha del obispo de Chiapas. El caso de Varela es más complejo y vigente.

Martínez Dalmau, como otros investigadores en las primeras décadas del siglo XX, emprendió la tarea de recopilar su obra y logró, no solo la colección más completa hasta ese momento, sino que tradujo algunos de sus textos para un posible estudio posterior. Su meta de publicar las obras completas, aunque trunca, sirvió de base para un conocimiento que devino en una labor ejecutiva de importancia en el conocimiento y divulgación. La labor de Martínez Dalmau dentro de la Academia de Estudios Históricos estuvo marcada por la polémica con diferentes intelectuales de la época. Esto favoreció su nombramiento como presidente del Segundo Congreso de Historia, celebrado en 1943.

El tema principal de dicho congreso fue el estudio de la vida y obra de Félix Varela. El 8 de octubre de ese año, durante su acto de toma de presidencia, no sólo ante un amplio grupo de intelectuales, contó además con la presencia de varios ministros y el presidente de la República, Fulgencio Batista, Martínez Dalmau pronunció su discurso sobre <>. Tras considerarlo como el primer cubano que proclamó y exigió la independencia total de Cuba: un caudillo espiritual, el tercer obispo de Cienfuegos propuso una amplia divulgación de su obra. Varela fue, según Martínez Dalmau, el primer revolucionario, además del primer pensador y el primer maestro de los cubanos. Alguien que sufrió la censura de su ortodoxia y por tanto el olvido por parte de los católicos cubanos.

Urgía–según Martínez Dalmau- ¨limpiar el camino de esa insidia¨ y reclamó entonces que se publicara una segunda edición de la vida de Varela, escrita por José I. Rodríguez. Para la cual solicitó –y obtuvo de él- mil pesos a Batista, según confirma en la carta que envió el 14 de diciembre de 1944 a Emilio Roig y en la cual refiere la llegada de 475 ejemplares de esta segunda edición de la Vida de Varela. El prólogo del libro estuvo a cargo de Martínez Dalmau. Félix Varela, formador de hombres. Es consenso entre los intelectuales de la hornada de los años cuarenta, que descubrieron a nuestro primer pensador más por el prólogo que por el libro. Martínez Dalmau, en la conferencia del Congreso de Historia, plantea la necesidad de convertir a Varela en modelo para la formación de sacerdotes cubanos, hoy sigue siendo dicha conferencia y el prólogo documentos fundamentales en el conocimiento de este formador de hombres. El carácter reflexivo de ambos textos y su marcado esfuerzo por analizar toda idea filosófica y política para situar al biografiado dentro de la ortodoxia católica están sin dudas emparentados con la utilidad que veía Martínez Dalmau en la reivindicación del Padre Varela para las nuevas generaciones.

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