El castillo de Chinchón. Viaje a la historia de un monumento

Alejandro Cernuda



La guerra es el principal enemigo de la arquitectura. Monumentos de miles de años son borrados de vez en cuando debido a alguna que otra pendencia civil, religiosa, entre países, etc. El castillo de Chinchón no ha sido la excepción de la regla. Erigido en el siglo XIV, aquél no es el que actualmente se alza a las afueras del principal asentamiento de este municipio.

El nuevo edificio está construido con las piedras del viejo. El primer catillo de Chinchón se vino abajo cuando la sublevación de los comuneros en 1520. Salvo algunas fuentes que sitúan la vieja fortaleza cerca de la actual iglesia, la mayoría de los investigadores coinciden en que estuvo en el lugar del actual.

El señorío y los condes de Chinchón   

El señorío de Chinchón surge de la amistad entre La reina Isabel la Católica y Beatriz de Bobadilla; así como del matrimonio de esta última fiel dama de la corte y don Andrés Cabrera. En la Crónica incompleta de los reyes católicos, que comprende muchos de los hechos ocurridos en la Corte entre los años 1469 y 1476, el autor anónimo hace referencia a Beatriz de Bobadilla con estas palabras: …fue la más galana dama que hubo en sus tiempos en la cristiandad. Para volver a referirse a ella: mujer muy discreta de las que más en España había… Era maravilla ver su diligencia y cuidado

Al parecer la futura reina y Beatriz mantenían una amistad con raíces en la infancia. La dama de la Corte, diez años mayor que la reina se convirtió en su gran amiga y consejera, tal así y tanto fue su poder que en la crónica escrita por Andrés Bernáldez; en la primera referencia que hace de la pareja formada por Beatriz y Andrés Cabrera se refiere a él como el marido de la señora Bobadilla, marquesa de Moya, y sólo después habla de él como el marqués de Moya, comendador e mayordomo mayor, como si ser el marido de Beatriz fuese su título primero.

En el año 1473 las relaciones entre Isabel -quien ya se había casado cuatro años antes y en secreto con Fernando de Aragón- y su hermano el rey Enrique IV, no eran las mejores. El reino también andaba patas arriba. Beatriz de Bobadilla y su esposo Andrés Cabrera, que fungía como mayordomo de Enrique IV y alcalde del Alcázar de Segovia, propició el encuentro entre ambos hermanos y a su vez la reconciliación.

Con la muerte de Enrique IV y el ascenso al poder de los Reyes Católicos, también llegó el agradecimiento a quienes habían propiciado tan buena solución. En un privilegio otorgado a la pareja, en el año 1475, los reyes se expresaron así: en tal manera nos serviste, que por la bondad de Dios nuestro señor, quieta e pacíficamente, a causa de vuestra lealtad sucedimos e reinamos en estos dichos reinos; son tales e tan altos servicios, que no solamente con una manera de galardón se requiere e conviene responder, más con diversos pleitos se debe remunerar e satisfacer e pagar, entre otras cosas para que la memoria e fama de tan señalados servicios que hiciste nunca perezca, de tal modo que sea vuestra lealtad espejo para todos los vivientes Así lo cuenta Gonzalo Fernández de Oviedo en sus Batallas y Quinquagenas

El atentado a la reina Isabel la Católica

Cuenta también otro hecho Gonzalo Fernández de Oviedo en las crónicas citadas anteriormente, relativo a un atentado a la reina Isabel la Católica, un acto que, según él, por equivocación y sin consecuencias concurrió sobre Beatriz de Bobadilla. Casi lo mismo quiso hacer en el cerco de la ciudad de Málaga, teniéndola cercada el rey y reina católicos, don Fernando y doña Isabel, en nuestro tiempo, el año de 1487, que salió un moro con intención de matarlos, diciendo que venía a darles aviso de cómo tomasen aquella ciudad, y, pensando que los hería, dio una gran cuchillada al señor don Álvaro de Portugal, y faltó poco de matar a la marquesa primera de Moya, doña Beatriz de Bobadilla, pensando que era el rey y la reina; del cual moro traidor se hizo la justicia que el merecía, conforme a su traición e atrevimiento. Así que es menester velarse los príncipes en la paz y en la guerra, e en todo tiempo estar alerta y sospechosos los unos hombres de los otros.

El castillo de Chinchón, un regalo de los Reyes Católicos

Ya sea por un hecho, el otro o una mezcla entre ellos, es a doña Beatriz de Bobadilla y a su esposo a quienes los reyes católicos obsequian con el señorío de Chinchón; que no el condado, institución creada en 1520-.

La reina Isabel vio una contradicción en convertir los más de mil habitantes de la villa, de libres a siervos, se cuenta que la reina Católica se sintió resentida con todo esto y trató de enmendar la situación al final de su vida, cosa que nunca se llevó a término.

Fernando de Cabrera y Bobadilla, el segundo hijo de esta pareja -que tuvo nueve-, fue el primer conde de Chinchón. A partir de él la familia ostentó el condado, hasta que en el año 1738 es vendido por su titular: Giuseppe Sforza-Cesarini y con el consentimiento de Felipe V, a Felipe de Borbón y Farnesio, quien a su vez se lo vendió a su hermano Luis Borbón y Farnesio, quien, al casarse en matrimonio morganático con María Teresa de Villabriga, abandonó su vida religiosa y perdió todo derecho al trono de España, así como a que sus hijos llevaran el apellido de la familia real.

Luis de Borbón y Farnesio fue el XIII conde de Chinchón y primero de la segunda Casa. Se le reconoce, además, haber sido un gran mecenas y amigo de Francisco de Goya, pintor español también relacionado con otra etapa en la vida de los condes de Chinchón.

Castillo de Chinchón.

Castillo de Chinchón. España.

El castillo de Chinchón en la actualidad   

No existe cronología ni legajo alguno que explique las distintas fases de los trabajos constructivos. Las obras del segundo castillo se llevaron a cabo a finales del siglo XVI. Diego Fernández de Cabrera-Bobadilla, III conde de Chinchón y mayordomo de Felipe II se ocupó de llevar a término estas tareas.

Demolió los restos de la primera fortaleza e inició el actual edificio. Hizo erigir también el convento de las monjas clarisas -obras que se extendieron hasta el V conde, que está enterrado allí- y el castillo de Villaviciosa de Odón.

El castillo, que fue residencia de los condes en el siglo XVII, fue abandonado en coincidencia con la guerra de Sucesión. Lo utilizó entonces, el Marqués de Minas para la instalación de artillería. En el año 1808 y en el marco de la Guerra de Independencia, fue tomado por la brigada polaca del mariscal francés Claude Perrin Victor, quienes practicaron con éxito su expolio e incendio.

Con esto y la quema ocurrida sufrida por haber servido de almacén de cáñamo, quedo bastante maltrecho. Su estado es bastante bueno. En los siglos XIX y XX fue utilizado como casa de labranza y fábrica de los famosos anises de Chinchón. Muchas de sus piedras fueron utilizadas en la reparación de caminos y viviendas.

En los años ochenta su estructura sufrió daños a causa de un incendio, otro de los enemigos de la arquitectura y el tercero que sufrió este edificio. Había dentro 130 000 litros de anís. Hace unos años la factoría se trasladó al valle del Tajuña. La fortaleza quedó vacía, se usó esporádicamente como restaurante y para la celebración de alguna que otra boda. En la actualidad está prohibido el acceso a su interior.

Arquitectura del castillo de Chinchón   

El edificio está construido sobre un talud. Es de mampostería caliza con rellenos de argamasa y piedra. Lo conforman dos cuerpos cuadrangulares. Sus esquinas están rematadas con torreones cilíndricos. Las habitaciones principales se encontraban al noroeste, así como la cocina. La entrada da vista al sudeste. Está conformada por un arco de medio punto y un marco adintelado. Un puente levadizo de madera, sobre el foso, lo separa de la Plaza de Armas.

Apenas legible hoy se encuentra sobre su puerta el escudo de armas de los condes de Chinchón. La fortaleza cuenta con una gran plaza interior y en su centro un aljibe. Debajo de la Plaza de Armas hay espacio suficiente para doscientos caballos. Varias guerras e incendios han dejado al edificio bastante maltrecho; sin embargo, no se puede decir que su estado sea deplorable y aún mantiene esa imponente hidalguía desde la meseta que domina el pueblo de Chinchón.

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