El chico que entró en la puesta de sol. C.J. Dennis

Alejandro Cernuda



C.J Dennis nació el 7 de septiembre de 1876 en Auburn, una ciudad de Australia donde su padre poseía un hotel, pero como su madre, Catherine, estaba débil de salud fue criado por una tía abuela hasta que tuvo la edad suficiente y fue enviado a estudiar a Adelaida. A partir de 1897 comenzó a escribir para el semanario The Critic y en otros periódicos; así, mucha de su obra se encuentra publicada en los periódicos y revistas de la época.

Hay más de 4000 entre poemas y relatos, aunque nadie está del todo seguro. Creció su fama como poeta satírico, en especial por su libro La canción de un tipo sentimental, publicado en 1915, al punto que para 1917 había vendido unas 65 000 copias solo en Australia y Nueva Zelanda. Sus poemas se habían llevado al teatro y C.J Dennis se había convertido en el poeta más próspero de Australia, aún lo es hoy. 

Pese a su tono humorístico también cultivó otros géneros, como el infantil, en “Un libro para niños” donde publica un manojo de poemas y algunos relatos. Hemos traducido el siguiente: El chico que entró en la puesta del sol, para dar una idea de su narrativa. 

Murió el 22 de junio de 1938, a los 61 años.  

Después de su muerte, J. A. Lyons, el Primer Ministro de Australia, expresó: "Estoy seguro de que hablo en nombre de todos los australianos al expresar mi profundo pesar por la muerte de CJ Dennis Él era el Robert Burns de Australia. Creó personajes que se han hecho inmortales y él ha capturado el verdadero espíritu de Australia. Ya su trabajo es mundialmente conocido, y las generaciones futuras lo atesorarán”. 

El chico que entró en LA PUESTA DEL SOL 

Había una vez – pero tampoco fue hace tanto tiempo - un niño pequeño llamado Neville. Vivía con su gente en una casa, al borde del país. Es decir, justo al borde de la ciudad. En la parte trasera de la casa había una colina bastante grande y sin árboles. 

Neville, que era aficionado a la soledad, a menudo vagabundeaba hasta la cima de la desolada colina. Permanecía allí, y si miraba hacia el Este podía ver toda la ciudad con sus altos edificios, cúpulas y torres y chimeneas humeantes. Pero si miraba hacia el otro lado, hacia el Oeste, veía millas y millas de un hermoso país con campos y huertos verdes y caminos blancos y pequeñas granjas. 

Una tarde, Neville estaba jugando solo en la cima de la colina cuando se dio cuenta de que una de las mejores puestas de sol que había visto justo estaba comenzando. El cielo en el oeste, lejos de las amplias tierras rurales, estaba moteado de pequeñas nubes de todos los tipos y formas, y que comenzaban a tomar colores maravillosos. 

El chico se había divertido a menudo antes mirando las extrañas formas de las nubes, a veces como grandes cadenas de montañas, a veces como olas del mar, y muy a menudo como elefantes y leones y focas y todo tipo de cosas interesantes. Pero nunca antes había sido capaz de distinguir tantas formas de animales en las nubes. El cielo era casi tan bueno como un zoológico. Había canguros y elefantes y una gallina con pollos y más canguros y conejos y un hombre con grandes orejas y todo tipo de formas peculiares. 

El sol se ponía detrás de una gama de colinas distantes, donde una de oro la luz brillaba como si fuera a través de una puerta. Era tan parecido a un gran puerta de oro que Neville se preguntó qué podría encontrar del otro lado de la misma. 

De repente, justo en el medio de todas las nubes de colores, vio a una pequeña, perfectamente blanca. Mientras la observaba comprendió que tenía la forma de un pequeño caballo. Era muy pequeño, sí, pero mientras el chico lo contemplaba se fue haciendo más y más grande, como si viniera directamente hacia él y muy rápido. Neville casi veía sus blancas patas en movimiento. 

Eso lo sorprendió un poco, y así se frotó los ojos para asegurarse que no le estaban jugando una mala pasada. Cuando volvió a mirar comprendió que estaba más asustado que nunca. La pequeña nube blanca ya no era una nube, sino que un caballo blanco que además, acababa de abandonar el cielo y galopaba por la montaña hacia él. 

En dos minutos lo vio correr hacia él a través de los campos, saltándose las vallas, esquivando las ramas de los árboles bajos y a toda carrera con su melena y cola blanca. Sí, venía hacia él. 

No estaba realmente asustado –no pensemos eso de él - sólo estaba empezando a preguntarse si no era ya la hora de volver a casa para la cena, cuando se dio cuenta de que el caballo blanco se había detenido, justo al pie de la colina. Lo estaba mirando a él, sacudiendo su cabeza y pateando el suelo - el más hermoso caballo blanco que había visto, incluso en el circo. Luego el caballo mostró más entusiasmo y comenzó a trotar en silencio hacia él. 

No creo que nadie hubiera culpado a Neville si hubiera decidido entonces irse a su casa a cenar. Pero era más bien un chico valiente y sin dudas muy curioso; así que se detuvo y esperó. 

Dibujo de puesta de sol

Puesta de sol

Y aquí es donde comienza la parte más maravillosa de la historia. El caballo blanco vino trotando hasta Neville y le habló. Eso podría sorprender a la mayoría de la gente y ciertamente Neville quedó tan sorprendido como cualquier otro. 

"¿De qué tienes miedo?" preguntó el caballo blanco en voz alta. 

Neville que estaba en verdad un poco asustado en ese momento no se le ocurrió otra cosa que responder: 

 "¿Quién tiene miedo?" 

"Tienes miedo", dijo el caballo blanco, más fuerte que nunca. "No eres más que un niño tímido. Pensé cuando te vi en la distancia que eras uno de los más valientes; pero me equivoqué. Estás temblando como una natilla". 

"Será mejor que tengas cuidado con lo que dices," dijo Neville. Odiaba 

Que le llamaran cobarde o natilla. "¡Será mejor que tenga cuidado, o tendré que golpearte!” 

"Ah, ja" -exclamó el caballo blanco. "Eres muy valiente, ¿verdad? De todos modos tienes miedo de acercarte y tocarme” 

"Pero yo no quiero tocarte", dijo Neville. 

"No pensé," contestó el caballo blanco. "Eso pensé, eso pensé al estar cerca de ti. Eres uno de los asustadizos y estoy perdiendo el tiempo contigo." 

"¿Quién tiene miedo?" dijo Neville de nuevo. 

"Usted lo ha dicho antes", respondió el caballo blanco ", y yo le dije que si no estaba asustado podía acercarse a mí”. 

Así Neville se acercó hasta el caballo blanco y se acarició la paleta. Y a la vez que se sentía tonto por haber tenido miedo. Porque nunca había tocado nada tan suave, liso y sedoso. Él sentía que podía seguir acariciándolo durante horas. 

"En verdad," dijo el caballo blanco con una voz tan suave y sedosa como su pelo. "No había nada que temer. Y creo que quizá me haya equivocado acerca de usted. Más bien creo que podría ser uno de esos chicos atrevidos que uno lee en las historias. ¿Qué tal si saltas a mis espaldas y damos una vuelta? " 

Neville dejó de acariciar el caballo blanco y retrocedió un poco. 

"Me temo que están esperándome en casa para la cena", dijo. "Estoy realmente encantados de haberte conocido" Neville siempre había sido un niño educado. 

"Lo mismo digo" -exclamó el caballo blanco. "Salta a mi espalda y te llevaré a casa. ¿Te gustó acariciándome, verdad? Bueno, eso no es nada para el viaje que podrías disfrutar -simplemente nada. Hasta el piloto más audaz del mundo daría su oreja por poder saltar a mi espalda. Ahora bien, sólo di ¡Uno, dos, tres, y salta! " 

Neville sabía muy bien lo que estaba haciendo, y como por descuido pegó un salto y cayó a horcajadas sobre el caballo blanco. 

"Vivo un poco más allá", dijo Neville, mientras apuntaba hacia su casa. 

Pero antes de que pudiera decir "cuchillo", o incluso "tijeras" (suponiendo que hubiera querido decir cualquiera de estas palabras), el caballo blanco se rió con una desagradable risa hueca y saltó hacia arriba. Se elevó a través del aire hacia donde se ponía el sol. Bien lejos de casa y de la cena. 

Neville se agarró con fuerza, porque al ir tan alto, por encima de la tierra, supo que caerse significaría su fin. Allá abajo, lo que antes eran caminos blancos entre el campo verde ahora sólo eran meros hilos. 

"¡Eso no es justo! ¡Whoa de vuelta! ¡Whoa de vuelta!" -gritó al caballo blanco; pero éste no respondió. De hecho, parecía ya no ser un caballo sino que de nuevo una nube blanca. Neville comprendió que ya no estaba sentado sobre el pelo sedoso del caballo sino sobre algo más débil y suave, como el vellón, que se hacía ligeramente húmedo. Luego se supo que estaba montado sobre una nube; y que era bastante absurdo hablarle a una nube, por eso dejó de gritar. Se quedó sentado, mientras se preguntaba qué ocurriría a continuación. 

Iba en lo alto, sobre una casa de campo antigua: una que solía ver desde la desolada colina. Neville lo supo por los altos pinos que crecían a su alrededor. En el patio de la granja vio a un hombre con un cubo que salía a dar de comer a los terneros. Le gritó, pero el hombre ni siquiera miró arriba. 

Ahora estaba mucho más allá que la barraca y por encima de un huerto, donde vio los árboles frutales que se colocan en filas rectas; y unos pocos segundos más tarde la cordillera estaba debajo de él, y Neville sabía que aquella nube, que se parecía a un caballo, se dirigía hacia la puerta de oro, que ahora brillaba débilmente bajo un cielo gris. En el que viajaba el atardecer. 

Rápido como el viento que lo condujo, la nube flotaba sobre la cordillera. Hubo un resplandor repentino de luz dorada, y luego un destello de color tan maravilloso que Neville no podía soportar la idea de mirarlo. Cerró los ojos, y, mientras lo hacía, sintió que la Nube Caballo había llegado a su destino. 

Así Neville estuvo sentado en la nube, sin atreverse a abrir los ojos por un buen rato. Cuando por fin se atrevió a mirar de nuevo casi se desmaya. Había entrado dentro de la puesta del sol. 

Apenas hubo comenzado a disfrutar de la vista maravillosa, cuando lo sobresaltó el sonido de una voz aguda. Mirando hacia abajo, vio a un hombrecillo extraño, no más alto que un bastón, y vestido de pies a cabeza con ropa de color amarillo dorado. 

“¡Por las estrellas!" dijo el hombre de amarillo "¿Cómo hiciste para entrar aquí? ¿No sabes que esto es propiedad privada? " 

"Lo siento mucho", dijo Neville, "pero no podía evitarlo. La Nube Caballo me ha traído hasta aquí” 

"¡Ah!" dijo que el hombre de amarillo. "Te ha engañado, ¿verdad? Es demasiado juguetona esa nube de caballo; y, debo decir, que lo ha puesto a usted en un aprieto.” 

"Disculpe," dijo Neville, "pero ¿le importaría decirme quién es usted?" 

"¿Yo?" -exclamó el hombrecito de amarillo. "Soy el último rayo de sol, de el día en curso. Pensé que lo sabías. Mi trabajo, ya sabes, es mostrar que el atardecer se ha terminado. Y es un trabajo muy duro, me puede decir usted, porque tengo que seguir haciéndolo alrededor de la Tierra cada pocos minutos más o menos. Y se pone muy pesado a veces. ¿Puede creerlo? Nunca he visto un amanecer o un brillante mediodía en toda mi vida - simplemente puestas de sol. Puestas de sol puestas de sol para el desayuno, para la cena, puestas de sol para la cena. Y si hago un pequeño descanso el jefe de los tramoyistas cae sobre mí como una tonelada de ladrillos”. 

"¡Dios mío!" dijo Neville. "No sabía que tenían tramoyistas aquí. "Neville había ido a ver pantomimas, y por lo tanto sabía qué era un tramoyista. 

"Entonces, ¿cómo cree que cambiamos las escenas?" -exclamó el hombre de amarillo. Y de repente pareció estar muy ocupado y dijo en un susurro. "¡Cuidado! Aquí se acerca el jefe de los tramoyistas." 

Neville miró hacia atrás, vio que venía hacia ellos, un hombre con muy grandes orejas. No era un hombre de aspecto agradable, se parecía a la nube en forma de hombre con grandes orejas que Neville había visto a veces en el cielo. 

"¡Ahora bien! ¡Pues bien!" rugió el hombre con las orejas grandes. "¡Muévete Doradillo! Cerramos el espectáculo aquí en unos pocos minutos. Muévete a ver si bajamos el telón a su hora." 

"Ciertamente, señor", respondió el hombrecito de amarillo muy humildemente. 

Entonces el hombre con las orejas grandes notó a Neville por primera vez. Frunció el ceño oscuro, y sus grandes orejas parecían aletear con fastidio. 

"¿Quién es este que anda en nuestra Nube Caballo?" -rugió con su gran voz enfadada. 

"Sólo un niño pequeño," dijo el hombre de amarillo - Neville estaba demasiado asustado para hablar. "Sólo un niño pequeño al que la Nube Caballo le ha gastado una broma. Creo que le gustaría volver a sus casa por la colina, si no te importa, señor”. 

"¡Ciertamente no!" -gritó el hombre con las orejas grandes. "La Nube Caballo no volverá a salir esta noche ni voy a molestar la puesta de sol molesta por cualquier tonto disparate. Tú ocúpate de tu trabajo” 

Y, sin mirar a Neville, el hombre con las orejas grandes se alejó a disponer la puesta de sol en las próximas millas, a varios kilómetros de distancia. 

Neville y el hombre de amarillo se miraron, pero no dijeron una palabra hasta que el hombre de grandes orejas se alejó. A continuación, el último rayo de sol pareció estar alegre de nuevo. 

"Bueno", dijo él, "ha oído al tramoyista. Usted ciertamente no puede ir a casa de la forma en que llegó. La única cosa que puede hacer es dar la vuelta. Así que si no tiene prisa…" 

"¿Dar la vuelta?" Neville repitió desconcertado. 

"La vuelta alrededor del mundo, por supuesto", respondió el hombre de amarillo. 

"¿Alrededor del mundo?" -gritó Neville. "¿Se burla usted de mí?, creo que eso es muy poco amable”. 

"Nada de eso," se rió el pequeño hombre de amarillo. "No necesita hacer tanto ruido al respecto. Míreme a mí, voy por el mundo una vez al día con el atardecer. Sólo tiene que ir un poco más rápido… con la Nube Caballo será muy fácil. Ahora, excúseme un momento y le daré todas las orientaciones necesarias." 

El hombre de amarillo fue detrás de una nube de color rosa y regresó con una hermosa flor azul en la mano. 

"Esto", dijo, entregándole la flor a Neville, "es una flor del cielo. Está hecha completamente de una pieza genuina del cielo, y es un talismán - que es una palabra demasiado larga para decir que está encantada… ya sabes – Ella te llevará libremente alrededor del mundo. Lo único que tiene que recordar es que no debe, bajo ningún concepto, perder esa flor hasta llegar a casa de nuevo. 

Ahora, exactamente lo que tiene que hacer es viajar hacia el occidente hasta ponerse al día con esta noche de nuevo. Es bastante sencillo." 

"¡Sencillo!" -gritó Neville. "Porque no entiendo nada en absoluto." 

"¡Pobre de mí!" dijo que el hombre de amarillo con cierta impaciencia, "usted es un poco denso. Escuche con atención. El mundo, ya sabes, gira desde Oeste a Este, y eso hace que parezca como si el sol está dando la vuelta al mundo de Este a Oeste. Muy bien. Así que lo que tiene que hacer es montar sobre la Nube Caballo e ir hacia el Oeste pero más rápido que el sol y atraparlo antes que llegue más lejos. La Nube Caballo está en buenas condiciones y podrá hacerlo en pocos minutos." 

"¡Unos minutos!" Neville jadeó. 

“Cálmese y escuche", espetó el hombre de amarillo. "Unas pocas millas al oeste y entrará en plena luz del día. Esa será la tarde. Después se encontrará a medio día, y si continúa llegará al lugar donde sólo es el amanecer. Eso es aproximadamente a mitad de camino alrededor de la Tierra. Muéstrele la flor de cielo al portero del amanecer, y él le permitirá atravesarla. A continuación, se llega a la mitad del mundo donde es de noche, y usted debe darse prisa para llegar a su casa, porque será de noche en unos minutos. Espero que llegue a tiempo para la cena”. 

"Pero," comenzó Neville, "No comprendo…" 

"Mi tiempo es valioso," dijo el hombre de amarillo, al estrecharle la mano. 

"Adiós, y que tenga un viaje agradable." Con eso dio un golpe en el flanco de la Nube Caballo y en un momento nube y chico estaban corriendo hacia el Oeste a una terrible velocidad. 

Por supuesto, ahora que los aviones se han inventado, volar no es tan maravilloso como lo era antes. Pero pensar en un biplano o un monoplano a ochenta o cien millas por hora, no es lo mismo que ir sobre una Nube Caballo alrededor del mundo. Y Neville es muy probablemente que sea la única persona que lo ha hecho. 

Casi antes de entender lo que había pasado, entró con la Nube Caballo en plena luz del día. Neville vio el amplio país, con llanuras y las colinas y las tierras forestales, que se extendía muy por debajo de él. Un instante después, y la tierra ya no estaba debajo de él, sino el ancho mar, brillando abajo con la luz del sol. 

Antes de que tuviera tiempo para notar mucho había llegado el mediodía. Iba en lo alto de un país extranjero, extraño, y corría a través de la mañana hacia el amanecer, tan rápido que había pocas posibilidades de ver con claridad; pero tuvo destellos de muchas cosas extrañas. Muchos barcos que vio en el mar - barcos pequeños y los vapores que se arrastran señoriales sobre el océano, como extraños escarabajos de agua. Una vez, como la Nube Caballo volaba bajo, Neville vio un hermoso velero, con todas las velas desplegadas, y hombres de extraño aspecto sobre la cubierta. Se parecían a los piratas, y tal vez lo eran; Neville no tuvo tiempo para asegurarse porque en el minuto siguiente estaba sobre tierras salvajes, donde vio una horda de hombres negros con lanzas y palos, persiguiendo a un elefante a través de un claro en una gran selva. Mientras miraba, el elefante cargó contra los cazadores; pero lo que sucedió a continuación, Neville no lo vio. En un momento estuvo por encima de una gran ciudad con multitud de personas en las calles - la gente vestía con ropas extrañas, de colores brillantes - y había sonidos de campanas y silbatos. Entonces vino una gran extensión del desierto sin ser viviente a la vista, sólo un gran león rojizo rondando sobre la arena. Luego vino el mar otra vez, y más buques; y la luz empezó a oscurecerse, pues estaba casi a mitad de camino alrededor de la Tierra, y se acercaba el amanecer. 

La luz se hizo tenue como cuando viene la noche. Neville vio el amanecer como una puerta plateada en el cielo. La Nube Caballo se detuvo de repente y Neville casi se cae. 

"¿Qué es todo esto? ¿Qué es todo esto?" -gritó una voz pequeña; y el chico vio al lado de la puerta de plata, a un hombre pequeño vestido de pies a cabeza de gris plateado. Era el portero de la Aurora, a veces llamado el Primer Rayo de sol. 

Antes que Neville pudiera responder, el hombrecito gris había reconocido la flor del cielo. 

"Ah, usted tiene el talismán," dijo él. “¡Pase! Y no se detenga a fisgonear, porque estoy muy ocupado esta mañana. Un buen viaje, "él hombre de gris golpeó a la Nube Caballo en el hombro y en un instante Neville había pasado a través del amanecer y se sumergió en la noche. Era una noche oscura, sin luna, el cielo estaba cubierto con densas nubes. La Nube Caballo voló por encima de ellas y se descorrió el velo que cubría las estrellas. A continuación, abajo sólo la oscuridad de las nubes pesadas. Por las luces de los barcos en movimiento Neville sabía que a veces estaba por encima del mar. A veces, las luces parpadeantes en pueblos o granjas solitarias, o la llamarada de una gran ciudad le informaban que la tierra estaba debajo de él. 

Una vez, a través de la oscuridad, vio un gran incendio forestal sobre una isla, y la luz de este se iluminó el mar, y mostró a los nativos. La playa estaba llena de gente y en las aguas poco profundas pudo ver las canoas. 

A continuación, la oscuridad se tragó de nuevo a la Nube Caballo y la isla ardiente quedó atrás. Después de eso, Neville comenzó a sentirse un poco somnoliento. Tal vez se quedó dormido porque lo siguiente que vio fue una luz débil en el cielo, delante de él, como si viniera del amanecer.  

La Nube Caballo voló muy bajo ahora; y rápidamente la oscuridad se disipó. Neville vio el techo de su propia casa. Podía ver el jardín en el crepúsculo y su propio perro olfateando entre los árboles como si le buscara. El chico pensó en saltar pero no se atrevió. Entonces, y para su horror, vio que habían pasado su casa y volaba sobre la desolada colina. No había tiempo que perder. La Nube Caballo volaba hacia el atardecer, y si volvía allí, ¿qué le diría al tramoyista jefe? 

Por lo tanto, apretó contra sí la flor de cielo, cerró los ojos y saltó. Esperaba caer de forma rápida y tal vez quebrarse un hueso, pero en cambio, vio que flotaba en el aire como una pluma, balanceándose a la deriva, una pluma que se hunde lentamente todo el tiempo hacia el suelo. Eso era una sensación muy agradable. 

La colina estaba debajo de él mientras lentamente descendía, abajo, abajo. Pudo ver que la Nube Caballo se iba convirtiendo poco a poco en una pequeña mota blanca en el cielo. Su pequeño perro también lo había visto a él y ahora ladraba en voz alta. Y Neville siguió hundiéndose más cerca de la tierra, abajo, abajo, cada vez más cerca - y luego, bastante. De repente, pareció olvidar todo. Lo siguiente que recordaba el chico era el roce de algo húmedo y cálido en la mejilla. Abrió los ojos y vio que el perro le lamía su cara. Se incorporó y miró a su alrededor. Estaba en la hierba, en la cima de la colina; la noche estaba muy cerca, y la primera estrella comenzaba a brillar. 

Fue entonces que Neville recordó la Nube Caballo y al hombrecito de amarillo, y al pequeño hombre de plata y al tramoyista jefe y el maravilloso viaje alrededor del mundo. 

"Bueno, lo que es el sueño", dijo Neville, estirando los brazos. Y, mientras lo hacía, la flor del cielo cayó de la mano. 

Así que no fue un sueño, después de todo; y si lo era ¿cómo podría explicar aquella flor del cielo? Lo recogió con mucha ternura, se fue a casa para la cena con su pequeño perro trotando a sus talones. 

“¡Qué hermosa flor!" dijo la madre de Neville al verle llegar. "¿De dónde la has sacado?" 

"Es un pedazo del cielo genuino", dijo Neville con orgullo, mientras se la daba a ella. 

Su madre le sonrió y dijo, "Es muy bonito lo que dices, y sin duda se parece a un pedacito de cielo. Pero, por supuesto, que no podría ser una pieza real”. 

Entonces Neville supo que contar la historia de su maravilloso viaje iba a ser inútil, que incluso a sus padres les resultaría muy, muy difícil de creer. Así que no dijo nada, pero se comió una cena muy buena. 

Pero la madre de Neville puso la flor en un florero sobre la repisa de la chimenea; y para el día de hoy todavía está allí, tan fresca y brillante como siempre. La madre de Neville cree que es algo extraño y maravilloso. Y así es. 

Desde ese día, cuando Neville va a la cima de la colina para ver una puesta de sol, es casi seguro que, cuando comienza a desvanecerse el día en una luz dorada, él puede ver un pequeño hombre de amarillo; y le parece que éste le manda un alegre saludo. Por si acaso, Neville siempre devuelve el saludo; y es que se siente muy feliz de tener un buen amigo dentro de la puesta del sol. 

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