El universo interior de San Agustín se nos entrega sazonado por diferentes hechos de su vida y entorno, eso es básicamente sus Confesiones. Ese universo gana en importancia al lado del minimalismo de sus pecados, donde los más graves no pasan de haber robado por gusto alguna pera, el vicio del teatro, haber sido seguidor de las doctrinas maniqueas y sufrir una concupiscencia y una atracción por la carne femenina difícil de aliviar.
¿Y cómo podía yo entender esto si mis ojos no veían sino los cuerpos y mi mente estaba llena de fantasmas?
San Agustín se enfrenta constantemente a sus dudas y sus pensamientos teológicos y filosóficos. Su desafío es el conflicto de elegir de qué manera creer en Dios y con qué profundidad esa creencia debe configurar su vida.
La influencia de la madre sobre el hijo está presente en toda la obra, como una sombra freudiana. En la vida no contada en Confesiones fue un sentimiento mutuo. Santa Mónica, pese a estar casada con un hombre pagano, trató de hacer de su hijo un cristiano. Él mismo dice que su creencia es el fruto de las lágrimas de su madre. Años después, cuando San Agustín partió a Italia en busca de su lugar en el mundo, pese a haberla dejado atrás, ella lo siguió y encontró la muerte en Ostia.
San Agustín junto a su madre Santa Mónica, quien lo inició en el culto cristiano. Ary Scheffer.1846
El autor de Confesiones llegó a Milán siendo aún maniqueísta y con un cargo imperial, ganado gracias a sus habilidades retóricas y a sus conocimientos. No habían pasado muchos años desde que Constantino había legalizado el credo y esto fue también el pistoletazo de salida de muchas interpretaciones de las Escrituras. Allí conoció al obispo Ambrosio y mientras lo escuchaba entendió que su camino estaba en la ortodoxia. A ésta se apuntó antes de regresar al norte de África.
Las Confesiones de San Agustín son un pilar de la biografía interior como tema literario, libro que ha inspirado a muchos autores, como Petrarca, Descartes (Se dice que el Pienso, luego existo no es más que un remedo de si me engaño existo, aunque también puede ser coincidencia), Hannah Arendt y Jacques Derrida; aunque me temo que alguno de estos nombres jamás alcanzó la soltura y sencillez de la prosa del africano.
Es un libro marcado por temas que fueron fundamentales en el conocimiento y prestigio que hoy conecta al Doctor de la Iglesia con la cultura occidental. Sus explicaciones de qué es el mal, del pecado original, su lucha contra el maniqueísmo y otras herejías, denotan un profundo ejercicio del pensamiento.
Estamos, además, frente a un libro que no tiene nada del carácter plomizo que otros textos escritos en la época. Es una narración moderna, un punto de conexión entre la cultura griega y el espiritualismo occidental. Dicen que se adelantó 1500 años a Einstein cuando dijo que el tiempo nace con la creación y, por tanto, como Dios estaba antes, es intemporal.
¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad.
Mural en la Iglesia de San Agustín de Cerdeña, donde se rememora el viaje de sus restos desde Hipona hasta Pavia, donde hoy descansa.
San Agustín viene de Platón, como Santo Tomás, unos siglos después, vino de Aristóteles. Estas dos corrientes que trataron de conectar el mundo de la fe y el razonamiento, contrarias en algunos aspectos, como en los derechos de la mujer, tienen en la misma formalidad y academicismo aristotélico una de las grandes brechas. Aún hoy entendemos que no se puede pensar correctamente y no hacerlo desde un punto de vista académico. San Agustín no escribe así.
En este enlace puede descargar Confesiones de San Agustín
En ocasiones nos parece un niño, en otras su pensamiento vuela a sitios inesperados. Nos habla de su matrimonio, para el cual debía esperar dos años, el libro da un vuelco y se nos presenta tratando de dilucidar cómo si el Ángel Caído era eso, un ángel, de dónde le vino el mal entonces, pues nada malo puede surgir de Dios y su séquito. En otras ocasiones nos habla del plan secreto de Dios para su amigo Alipio y el libro es una armónica obra moral. Va otro giro y el autor se revela contra sí mismo y su imposibilidad de escapar del deseo por la mujer, hasta que él mismo llega a la conclusión que es más fácil renunciar a ellas por completo que moderarse.
El mismo libro de San Agustín y su relación con el tiempo y las cosas espirituales puede considerarse un viaje a la modernidad. Tal vez haya algo de místico en él, en su sencillez.
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