Calvin Hoffman y el Premio que nadie ha ganado

Alejandro Cernuda



En el año 1984 Calvin Hoffman, un investigador de la obra de Christopher Marlowe, desilusionado por el posible fin de su vida sin aún resolver el misterio que tantos años le había tomado, creó el premio Hoffman, el premio que nadie ha ganado hasta el día de hoy. Consta de dos versiones. Se entrega un reconocimiento anual que ronda las 9000 libras al mejor ensayo sobre la obra del gran poeta y dramaturgo británico.

El otro premio, mucho más sustancioso y que parece dormir el sueño eterno, se deberá conceder a quien pruebe que las obras de William Shakespeare fueron escritas por Christopher Marlowe. Fue el sueño de Calvin Hoffman y su odisea por más de veinte años. El monto en metálico, entre medio y tres cuartos de millón de libras lo convertirían también en el mayor premio entregado a una investigación literaria.

En suma, se entregaría la mitad del patrimonio de la fundación; pero la misma Sociedad Marlowe advierte que el premio, aun bajo pruebas irrefutables, podría llevar décadas de comprobación. Están convencidos que ni la prueba irrefutable convencerá tan fácil a los amantes de Shakespeare. No bastaría encontrar evidencias de que el escritor de Canterbury hubiera simulara su muerte y hubiera escapado a Italia.

La apuesta es muy fuerte. Se han escrito muchos libros sobre el tema, pero ninguna pista concluyente. Ni el mismo Calvin Hoffman lo hubiera ganado luego de haber exhumado los restos de Thomas Walsingham, patrón de Marlowe, en busca de algún papel, algún drama para demostrar que Christopher Marlowe estaba vivo después de su muerte y enviaba sus trabajos desde Italia u otro sitio.

Calvin Hoffman realizó también un estudio atendible sobre el paralelismo entre las frases de ambos poetas, explicado de una manera convincente en su libro “El asesinato del hombre que fue Shakespeare”, publicado en el año 1955.

Cuando las pistas llegaron gruesas y rápidas, encontré que la carga de mi investigación a menudo era demasiado pesada para soportarla. Recé fervientemente para encontrar una razón suficiente para abandonar mi búsqueda, ya que gradualmente consumió la mayor parte de mis horas de pensamiento, para el sacrificio de más recompensas mundanas.

Calvin Hoffman. El asesinado del hombre que fue Shakespeare.

En el premio Hoffman nadie lo ha hecho a la altura. De los más o menos treinta galardones anuales que se han otorgado, sólo cuatro se refieren al problema en cuestión. La teoría Marlowe, como se conoce a esta especulación histórica literaria, es una entre las varias que tratan de desacreditar al bardo más conocido del mundo. Como las otras ésta toma de puntillas varias probabilidades que no llegan en suma a desacreditar a William Shakespeare.

En los últimos años se han escrito muchos ensayos e investigaciones sobre los trabajos y vida de Christopher Marlowe. En ese sentido el Premio Hoffman ha cumplido una labor inestimable, tal vez sea ese el mejor legado de Rose y Calvin Hoffman.

¿Es William Shakespeare el más grande y exitoso fraude de la historia?

Christopher Marlowe se dio por muerto exactamente el mismo año en que el legitimado autor de Romeo y Julieta presentó su primera obra. Para ser más exacto, el primer poema firmado por Shakespeare “Venus y Adonis”, anónimo hasta ese momento, se publicó con su nombre apenas unos quince días después de la muerte de Marlowe.

El supuesto bagaje cultural de Shakespeare lo desacredita ante su rival, quien había estudiado, viajado y presentó, antes de que una puñalada en el ojo derecho lo mandara al otro mundo, un grupo de obras con alentadora similitud a lo que luego vendría a ser conocido como el canon shakespeariano.

El asesinato del hombre que era Shakespeare. Calvin Hoffman 1955

Calvin Hoffman publicó en 1955 su hipótesis sobre la autoría del creador de Hamlet en el libro El asesinato del hombre que era Shakespeare.

No existe hoy, en ninguna parte conocida, un solo verso escrito de la mano de Shakespeare, nada parece probar el extenso conocimiento de los clásicos y la historia de su país, expresada en sus obras. No se le conocen estudios superiores, ¿no era un actor de provincias y de segunda categoría antes de convertirse en el mejor escritor de su país?, en contraposición al domino de unos 30 000 vocablos expuestos en sus obras. Un vocabulario tan exagerado que hasta el día de hoy nadie ha superado en la lengua inglesa. Para llevarnos una idea, John Milton usó sólo la tercera parte de esa cantidad. No hay pruebas que haya viajado fuera de Inglaterra. ¿Cómo pudo haber escrito tan vívidamente de Italia y sus ciudades?, se preguntan algunos.

En el testamento de Shakespeare no se hace mención a sus obras ni a ningún otro libro, tampoco a pinturas o instrumentos musicales. No hay manuscritos originales, no hay cartas, ningún drama o poema inconcluso. Parece que no guardaba ni una sola copia de los dieciocho dramas aún no representados ni publicados el día de su muerte. Ni siquiera un documento legal menciona que alguna vez se le haya pagado por escribir.

Luego de su estratosférica carrera teatral el bardo se retiró a su ciudad de origen y se dedicó a negocios inestimables. Su muerte pasó desapercibida en las crónicas de esos años. En 1635 murió el doctor John Hall, quien fue yerno de Shakespeare, un hombre culto que escribía sus observaciones médicas en latín. Tampoco en su testamento se menciona las obras del famoso suegro. No se ha podido comprobar que alguien de la familia de Shakespeare poseyera siquiera una copia de sus obras escogidas, publicado en 1623. Lo estimaras o no, ¿no sería este un documento a poseer por los familiares?

En el periodo comprendido entre su muerte en 1616 y la publicación de sus obras en 1623 nadie de los grandes escritores de su época, excepto Ben Jonson, quien parece haberlo conocido, escribe algo relacionado con su trabajo o persona. Los menos ilustres que escriben sobre él no parecen haberlo tratado personalmente.

Nada de esto prueba que Marlowe o alguno de los otros candidatos haya escrito Hamlet. Se especula que su muerte fue un montaje y hasta los peritos no se ponen de acuerdo en el tamaño de la daga y la fuerza con que tuvo que ser blandida para causarle la muerte luego de atravesarle el ojo derecho. Nada se sabe a ciencia cierta.

Se especula que Christopher Marlowe urdió el montaje de su muerte para escapar de la persecución, fue delatado por un compañero suyo y posteriormente acusado de herejía y homosexualidad, y que luego se refugió en Italia, desde donde envió sus obras a Shakespeare. Nada de esto se puede probar ni documento alguno menciona la vida después de la muerte del famoso poeta, introductor del verso blanco en la Inglaterra isabelina.

Tal vez un poco mojigata y alucinada. De los personajes femeninos de William Shakespeare es ella la más controvertida y estudiada. En Ofelia en la pintura y la vida real ofrecemos un corto catálogo de su impronta en el arte y la ciencia.

Por eso el premio Hoffman sigue esperando aún. Nadie puede prever las consecuencias para la historia de la literatura y la propia tradición humana que alguien se llevara este bote al agua.

Si Calvin Hoffman parece hasta aquí un poco ingenuo haced el ejercicio de pensar que su dinero norteamericano, administrado por el King's School de Canterbury, se pagará en un premio entregado en Inglaterra, donde tal vez la historia detectivesca más grande de la investigación literaria será cada primero de septiembre juzgada por académicos afines a Shakespeare hasta la médula. Hoffman creía profundamente en su idea y pensó que otros buenamente podrían verlo como él.

Retrato atribuido a Christopher Marlowe

Retrato atribuido a Christopher Marlowe. Encontrado en noviembre del año 1952 en el colegio del Corpus Christi, en Cambridge y luego de una meticulosa restauración, La inscripción en la parte superior reza: Anno dni ætatis suae 21 1585, se infiere que el retratado es un alguien que estudiaba en dicha escuela en 1585 y tenía veintiún años. Christopher Marlowe estudió allí y nació en 1564. Las fechas coinciden. La otra frase. “Quod me nutrit me destruit ” Lo que me alimenta me mata, parece tener suficiente relación con el espíritu autodestructivo del joven escritor y con su Soneto 73, escrito muchos años más tarde y que dice: “Consumido por lo que me había alimentado”. A falta de otro retrato para comparar se ha generalizado la idea de que es la imagen del joven Marlowe. Nada hay de seguro en ello, los escépticos se fijan en el traje, demasiado caro para el hijo de un zapatero. Fue precisamente Calvin Hoffman el primero en señalar que se podía tratar de un retrato de Christopher Marlowe.

Autores que ponen en duda la autoría de Shakespeare

Calvin Hoffman no ha sido el único ni el primero, ni el último, que ha puesto en duda la autoría de las obras de Shakespeare. Tampoco el poeta de Stratford-upon-Avon fue el único puesto en duda. En las décadas intermedias del siglo XIX surgieron varios supuestos de la historia literaria que ponían en duda la autoría de libros como La Biblia y la Ilíada. La época, por otra parte, también vio surgir una idolatría sin precedentes a la obra del autor de Romeo y Julieta.

  • Cerca de 1768 salió a la luz un panfleto bajo el título de Historia de un canalla ilustrado. Se atribuyó este panfleto al clérigo James Wilmot. En un principio el texto se ha usado como punto de partida de la supuesta autoría baconiana de las obras de Shakespeare. Años más tarde se ha probado que James Wilmot no escribió este documento y tampoco se menciona explícitamente en el a Sir Francis Bacon. Otras fuentes sí afirman que James Wilmot, vecino de Stratford, visitó todas las bibliotecas de las casas más rancias y prestigiosas en cincuenta kilómetros a la redonda desde la casa del autor de Macbeth y no encontró un solo manuscrito. Al final de su vida el clérigo mandó a quemar todos sus papeles. Se dice que tal vez había llegado a alguna conclusión perjudicial para sus amigos y el futuro de su localidad.
  • En 1819 William Taylor de Norwich, bajo seudónimo publicó un artículo en el Monthly Review donde, a la inversa, consideraba que Christopher Marlowe era el seudónimo de Shakespeare en aquellos primeros años.
  • En un libro publicado por la escritora norteamericana Delia Bacon, “La filosofía de las obras de Shakespeare” se incluye la teoría de que el gran poeta inglés era una mezcla entre Sir Francis Bacon y Sir Walter Raleigh. Delia no era familia del gran filósofo isabelino, pero en sus últimos años ella misma se lo creyó; tanta fue su obsesión que terminó recluida en un asilo cerca de Stratford-upon-Avon, apresada cuando trató de exhumar por su cuenta los restos de Shakespeare. Su hermano la llevó de vuelta a Estados Unidos. Murió a los 48 años en Connecticut. Baste comentar para abolir cualquier juicio a la ligera de su teoría, saber que en su momento contó con el apoyo de Emerson, Walt Whitman y Nathaniel Hawthorne.
  • Wilbur G. Zeigler, en 1895 escribió en el prólogo de una novela que Marlowe era el escritor de las obras de Shakespeare.
  • Otro defensor de la autoría de Sir Francis Bacon fue Mark Twain. Su libro ¿Ha muerto Shakespeare? (1909) Definitivamente no es la más fundada tesis, pero sí la más divertida. No por eso el autor de Tom Sawyer demuestra escasez de conocimientos sobre el tema. Christopher Marlowe es el único de los candidatos que era un escritor profesional de piezas de teatro.
  • No es Marlowe ni Sir Francis Bacon el autor preferido de nuestros tiempos. Gana seguidores la teoría de que fue Edward de Vere, el conde de Oxford, quien escribió bajo el nombre de William Shakespeare. Era un poeta, tenía la cultura suficiente; pero ser un aristócrata era un contratiempo a la hora de realizarse en la literatura, tal vez por eso eligió ser otro.
  • Benvolio dice a Lady Montague que vio a Romeo "debajo del bosque de sicomoros que se dirige hacia el oeste desde el lado de la ciudad", Richard Paul Roe, un abogado norteamericano jubilado, tomó un taxi hasta el extremo oeste de Verona y encontró un bosque: "Ecco, Signore! ¡Ahí están! ”, le dijo el conductor. "Es aquí, fuera del muro occidental, donde crecen nuestros sicomoros"; En 2011 Richard Paul Roe publicó su estudio Una guía Shakespeariana para Italia. Su investigación de más de veinte años demostraba que el escritor de diez dramas situados en la península Itálica tenía por fuerza que haber estado allí. Investigó las locaciones que aparecen en estas obras y encontró sitios coincidentes que para él no significaban otra cosa. Shakespeare estuvo en Italia.

Hay mucho más sobre este tema subyugante. Se han escrito más de cien libros con diversas teorías y al parecer se seguirá escribiendo.