Algunas especies de arañas no soportan la luz; otras buscan con ansiedad la proximidad de las bombillas para tejer sus telas, en tanto la luz atrae otros insectos que le sirven de alimento. La luz, por tanto, da ventajas a las segundas sobre las primeras. Lo mismo ha ocurrido con los seres humanos, hay quienes gozan del baño de luz y otros se refugian en callejones oscuros.
Hay adultos que nunca han visto la Vía Láctea. No es sólo un placer de poetas y otros duendes de la melancolía; es un derecho del que se ha privado a los que viven en las ciudades. Una vez que denunciado por los astrónomos el problema, poco a poco se ha hecho escuchar en diversos estrados. Llaman a este tema fotopolución y se define como la agresión de la luz artificial al nivel deseable de oscuridad. El uso indebido de la luz ha hecho desaparecer en gran parte del mundo el paisaje nocturno, al menos así ocurre en los grandes asentamientos humanos.
Pero determinar qué es uso indebido puede convertirse en un dolor de cabeza. Desde que el hombre descubrió el fuego la luz nos ha protegido de alimañas y rateros. Por ella aprovechamos más nuestro tiempo. Se han hecho monumentos y reelecciones gracias al alumbrado público, quienes hayan vivido el apagón lo saben. En apariencias la contaminación lumínica no ofrece muchos inconvenientes a la salud humana, no directamente y menores que la exposición a la luz solar; sin embargo, esta producción fotónica genera 190 millones de toneladas de dióxido de carbono cada año, afecta muchas especies de animales, reduce la polarización natural de la atmósfera, lo cual disminuye la capacidad de emigración de ciertas especies, y afecta al ser humano en un sentido cultural y hasta a veces no deja dormir.
La astronomía es muy sensible a la fotopolución. Es algo que parece evidente y significa para muchos de estos especialistas tener que trabajar a una distancia considerable de sus hogares, pero por mucho que se alejen los centros de observación de las ciudades, la afectación ocurre, ya tienen bastante, digo yo, por tener que trabajar en horario nocturno. Ver las estrellas no es el único objetivo de su trabajo y distinguir pequeños detalles es ya difícil, no digamos diferenciar estrellas, galaxias, nebulosas, etc.
Las variantes para devolvernos la oportunidad de ver las estrellas van desde alternativas técnicas como leyes coercitivas contra los contaminantes. La fotopolución, sin embargo; no creo que vaya a disminuir. Aún no importa demasiado, aunque para ver el firmamento, como hace un siglo atrás en Europa, sea necesario irse al norte de Escandinavia. Esta modalidad de contaminación aumentará en mayor medida que las demás poluciones porque es menos conocida y se contenta con el inevitable crecimiento de los espacios urbanos en los próximos años. Dentro de unos treinta años el 70 % de la población vivirá en ciudades. Hoy lo hace poco más de la mitad de los humanos. Ya para esa época el 80 % de la población tendrá que ir demasiado lejos para ver la Vía Láctea y tal vez su simple observación se convierta en destino turístico.
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