En el año 1830 Inglaterra cancela su contrato con el romanticismo y al nacer la reina Victoria en 1837, comienza lo que se conoce hoy como el periodo victoriano, del cual quedan varios libros y algunos muebles. Vino a la vez la época de más expansión del imperio Británico (no superado hasta hoy en extensión) Y un poco después nació ese chico rebelde que tanto se cita en la actualidad. Pero Oscar Wilde no puede negar su ascendencia victoriana, era su mundo y llegó a ser uno de los más exitosos dramaturgos de ésta época. He puesto estos tres poemas escritos por él a propósito de sus impresiones del teatro.
Soneto dedicado a su amigo, el actor de teatro victoriano Sir Henry Irving (febrero 1838- octubre 1905), que interpreta el papel de Fabien Dei Franchi, y también de su hermano gemelo en la ya olvidada obra Los hermanos corsos. Henry Irving fue el primer actor en recibir el título de Sir. No solo era actor. Debido a su experiencia durante años en el teatro Liceo de Londres, supervisó todo el entramado que hay tras la puesta en escena.
La habitación en silencio, la sombra rastrera y furtiva.
Los muertos que viajan rápido, la puerta abierta.
El hermano asesinado levantándose del suelo,
dedos blancos del fantasma sobre tus hombros,
y entonces el duelo solo en el claro del bosque,
las espadas rotas, el grito ahogado y la sangre,
tus grandes ojos vengativos cuando todo ha terminado, -
Bien por estas cosas, - pero tú fuiste engendrado
Para mayores creaciones. El augusto y frenético Lear
debería a tu mandado vagar por el páramo
con el tonto estridente que se burla de él, Romeo
mediante ti atraerá el amor, y el miedo desesperado
sacaría la daga cobarde de Ricardo. Tú serías
presto instrumento al soplo de los labios de Shakespeare
Sara Bernhardth, la actriz francesa, reconocida hoy como la primera estrella internacional del cine, interpretó la obra Fedra, de Racine. Oscar Wilde le dedicó unas líneas. De ella, gracias a esta pequeña grabación que hizo en el estudio de Edison, en 1910 y en cilíndro de cera, podemos saber cómo era su voz en la interpretación de su personaje en esta obra.
Vano y sin brillo debe parecer este mundo común
para alguien como tú, que merecía conversar
en Florencia con Mirandola, o caminar
a través de los frescos olivos del mundo académico:
Tú debiste recoger las cañas de un arroyo verde
para la flauta estridente del fauno Pan, y jugar
con las doncellas blancas en un claro de Fecia
donde el severo Odiseo despertó de su sueño.
¡Ah! sin duda alguna tus cenizas reposaron
en una urna ática, y has venido de nuevo
a este mundo aburrido e inútil,
cansada de días sin sol, de los campos sin perfume de asfódelos,
de los labios fríos con que te besaban los hombres en el infierno.
En 1875 la actriz inglesa Ellen Terry representó el papel de Portia en la obra de Shakespeare, El mercader de Venecia. Oscar Wilde escribió este soneto. Ellen Terry, líder indiscutible de su época en cuanto a la representación de personajes femeninos en la obra de Shakespeare, fue la madre del autor Edward Gordon Craig… Pese a que Ellen se casó tres veces, hubo mucha especulación sobre sus relaciones con Henry Irving, a quien ya vimos que Wilde también le dedicó un poema. Ellos actuaron en muchas obras: Ofelia, Macbeth.. Luego de la muerte de Henry ella declaró que habían sido amantes, pero en otras ocasiones expresó lo contrario y toda la correspondencia entre ellos pasó por las llamas. Llegó a la época del cine y aunque no dejó el teatro tuvo una destacada actuación en varias películas. También Oscar Wilde le dedicó otros sonetos a Ellen.
No me maravilla la osadía de Bassanio
de arriesgar todo lo que tenía,
o que orgullosos Aragón inclinara la cabeza,
o que se enfriara el marroquí de corazón ardiente:
Porque en ese hermoso vestido de oro batido
más oro que el sol de oro,
ninguna mujer mirada por Veronese
era tan hermosa como tú, a quien yo contemplo.
Aún más bella con la sabiduría como escudo
al vestir la toga sobria de jurista
y no dejaste que cedieran las leyes de Venecia
el corazón de Antonio a ese judío maldito
Oh Portia! toma mi corazón; es justo pago:
Nada tengo que objetar.
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