En algún lugar escondido de su obra los grandes escritores de Latinoamérica reconocen, con un leve sobrecogimiento, haberlo leído. Como un avestruz, yo tragaba sin discriminar, se justifica Neruda. García Márquez, por supuesto, lo leyó en sus años de estudiante y admite que era el escritor más leído de su tiempo ¿no lo será aún en Colombia?, y Vargas Llosa lo hace a través de sus personajes en Historia de Mayta. Rubén Darío le dedicó dos sonetos y Martí fue su amigo.
Discípulo de D'Annunzio dice Pablo Neruda-, hijo del modernismo y de toda una época de rebeldía y convulsiones que aún no termina a este lado del Atlántico. El Gran Insultador de Latinoamérica también fue leído por el joven que se sienta a mi lado y mira a las chicas, tal vez demasiado arregladas para ahora subirse a un autobús, que se devuelven a la luz desde alguna graduación en el teatro Terry de Cienfuegos.
Ama a la carne y no a la mujer, me dice. Llevo leído a todo Vargas Vilas, el hombre que más sabía de mujeres en el mundo. Qué inútil mérito, pienso yo. Sabes que fue amigo de José Martí. El joven, a puro reflejo condicionado le echa un vistazo a la estatua del poeta y me mira incrédulo, aunque hay un poco de orgullo en el último gesto. Sabes que estuvo tres veces en Cuba y que escribió más de veinte novelas y un buen fajo de panfletos políticos y artículos periodísticos, además de su diario.
Lo curioso de todo esto no es encontrar a un joven capaz de citar a Vargas Vila o compartir, diría yo, lo que muchas veces me ha hecho expresar: ¿Qué les pasó a los modernistas con las mujeres? Curioso, sí, es que sobreviva su literatura al menos la parte que le interesa a este joven- luego de tanta lucha por la igualdad de sexos, políticas culturales, silenciamiento de autores, ejecutivas, ministras, presidentas y la casualidad de vivir en el continente donde más se canta -y se llora- a la mujer.
Como el caso de José Ángel Buesa, Amado Nervo o Mario Benedetti -más reciente y amable a un sustrato distinto- Vargas Vila ha sobrevivido en el imaginario. Lo ha logrado gracias a un público de despechados y aprendices de donjuán que no han encontrado asidero en una literatura asequible y caracterizada por el sexismo.
José María Vargas Vila. Escritor colombiano y un gran insultador.
Lo que quiero decir no es tan sencillo. He visto varios casos como el que cuento y estoy seguro de que otros podrán constatar lo mismo. Hablo de personas que jamás han entrado en una librería y sin embargo, tienen una vaga idea de que existió un escritor llamado Vargas Vila, a quien han leído o les gustaría hacerlo. Sienten la necesidad, se podría decir, de su guía espiritual. Admito también que esta necesidad latente se observa mejor en las condiciones especiales de nuestra filosofía del comercio de libros. En Cuba no se publican textos de este tipo y sin embargo subyace el influjo. Lo que me lleva a pensar que tal vez toda la política cultural de estos cincuenta y tantos años sea solo un sospechoso experimento relacionado con Vargas Vila.
Sus libros llegaron a estar prohibidos en muchos países. Dos razones fundamentales llevaron a esto: sus ideas anticlericales y los suicidios de algunos lectores. En especial su novela Ibis fue culpable de esto último.
Ni siquiera han sobrevivido sus textos liberales y antiimperialistas. Su vida, llena de pundonorosos actos en favor de las causas que consideró justas, como fueron su apoyo a Eloy Alfaro, su amistad con Martí, la labor de embajadas y panfletos, el alegrón al saberse excomulgado, los países que lo instaron a ponerse del otro lado de la frontera. todo queda en el olvido bajo el contratiempo de ejercitar el oficio de escritor dentro de la corriente literaria menos oportuna a la prosa que ha existido en el mundo. Pero sus novelas sobreviven, pese al estilo hiperbólico y tal vez a ese impulso de última hora que significó su publicación en la editorial Sopena.
Flor de fango. Novela de José María Vargas Vila
Vargas Vila mostró admiración por José Martí y escribió sobre ello. Su Evocación no deja lugar a dudas sobre el influjo del poeta cubano a la hora de expresarse en público. Por otra parte, Martí responde a este elogio como un espejo. Años después, en noviembre de 1926, en Cuba, Vargas Vila anota en su diario: Escribir sobre José Martí en Cuba se ha hecho, no una profesión, sino un negocio, el más prolijo de todos los negocios. Tal vez no sea el más prolijo en la actualidad, pero sigue dando frutos.
Murió el escritor colombiano en el año 1933. Su muerte se anunció tímidamente por algún que otro periódico en Barcelona, ciudad donde residía en ese momento. En su voluntad escrita José María Vargas Vila había pedido que la noticia de su muerte se aplazara algunos días. Hoy continúan las ansias de leerlo en quienes no han encontrado otro asidero igual en asuntos de desengaños. Su literatura plagada de protestas contra todo lo que no le parecía justo han quedado en el olvido, como su fama de gran insultador.
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