José Martí. La verdad sobre los Estados Unidos

Alejandro Cernuda



El discurso se cierne y la mayoría abraza una idea y mide por la espuma la cerveza. La gente aplaude, milita, pero la idea puede no ser justa. Así es la verdad sobre los Estados Unidos. Tantos años ha que los oradores encontraron la brecha en la democracia; aprendieron a persuadir la parte del pueblo que fía en la palabra de brío y amparo, en la seguridad de la manada antes que en el arduo razonamiento de lo individual. Sigue estando la política pegada al uso de la fuerza o es en ocasiones el arte demagógico de los griegos, y se esperan las palabras en el ágora más que los propios hechos, incluso, son desestimados los hechos cuando no vienen acompañados del bombo y el platillo. ¿No decía Platón que la retórica, más que arte era una práctica, que era a la justicia como la cosmética a la gimnasia?

Hoy que el hombre aprendió a leer, ya no es necesario el estrado ni la fuerza actoral porque ser alfabetizado no es más que la posibilidad de entrar en mar profundo, donde pescan los barcos de amplia eslora con permiso para persuadir por escrito; que es más de lo mismo si no se le enseña al hombre a pensar desde su individualidad, si no se le sirve en balanza todas las opiniones para que no sienta extraña la suya propia. Que nadie se crea magnífico pastor si la manada va junta luego de taponar todos los caminos menos uno.

 El discurso pierde el carácter persuasivo cuando a instancias de afrontar una idea, sin jurisdicción en las almas, se expone una opinión contraria a la de la mayoría de los receptores. Eso fue lo que hizo José Martí el 23 de marzo de 1894 en la editorial del periódico Patria. Fue como quemar las naves nombrar al artículo La verdad sobre los Estados Unidos, título sospechoso, justo en Nueva York, más si se tiene en cuenta que Patria no era un simple periódico, sino órgano, aunque no oficial, de un Partido que esperaba en poco tiempo contribuir a fundar una nación a pocos kilómetros de la tierra de Washington.

No es lo mismo hablar desde las entrañas a nombre de un Partido político que reconocer un año después en carta privada a Manuel Mercado, que vivió en el monstruo. que todo lo que hizo hasta hoy en silencio ha tenido que ser. Más sospechoso cuando los independentistas probos se enfrascaban en acciones proselitistas para la nueva guerra y los Estados Unidos eran todavía el modelo de república que muchos querían.

¿Hasta qué punto José Martí conocía las entrañas del monstruo? Y si conocer la anatomía significa evaluar hasta dónde era capaz de llegar la injerencia del águila o encierra esta frase la certeza de un filtro para evitarla. Recuérdese que varias veces en nuestra historia la intervención ha estado en ciernes, que no es tan fácil. Ser juzgadas sin suficiente profundidad es el riesgo que corren las frases poéticas, y en fin esa honda de David que David mismo olvidó cuando fue dueño de un reino, cómo podría la independencia de dos islas mínimas evitar que una superpotencia hiciera uso de esa fuerza más sobre los pueblos de América.

José Martí conocía la verdad sobre los Estados Unidos, eso es innegable, y precisamente el país ya tan pujante como hoy, con su puente de Brooklyn sus magnates, su Walker en contrapunteo con Vanderbilt; un país que en 1880 producía menos que Inglaterra y veinte años después había superado la producción de toda Europa, el país de los sucesos y él, José Martí, cronista de mayo de 1886. Llegó a Nueva York con veintisiete años y lo abandonó en vísperas de la muerte. Quince años de trabajo intenso, donde escribió todo lo que podía decirse en actualidad política y gran parte de su historia, siempre desde una óptica ideológica, esa astucia del periodismo, tan difícil y necesaria en la actualidad.

Lo que hace pensar que el artículo de Patria era precipitado, es no tener en cuenta la situación de Cuba en los finales del siglo XIX. Ser nuestro país colonia de España tenía mucho de verso romántico en pleno modernismo. Ya los norteamericanos con su vicio de hacer buenos negocios se habían agenciado casi toda la economía y la cultura de la isla, aquella primera intervención no fue para ganar, sino para no perder, porque Cuba estaba dividida entre dos mundos que tiraban de ella y José Martí afrontaba desde su secreto hábil la pelea contra dos enemigos. ¿Cómo pretendía Martí evitar lo que sucedió y que él podía vislumbrar? La verdad es que nadie lo sabe a ciencia cierta.

Hoy lo que tiene de malo el país del norte es comida diaria, pero lo que tiene de bueno, negarlo sería una venda molesta y precisamente en Cuba, el país de más historia en el antiimperialismo y a la vez, uno de los pueblos en que los valores culturales y sociales han sido más influenciados por el Tío Sam. Es imposible negar nuestras semejanzas y diferencias, nosotros, que los ayudamos con víveres y gente para la guerra cuando ellos no eran más que trece colonias tirando por separarse de Inglaterra, ellos que estuvieron aquí tanto tiempo, que dejaron entre otras cosas una infraestructura, cierto, cada vez menos importante, pero que todavía da de comer. No es verdad, como considera José Martí, y esta es a mi juicio la mejor noticia del artículo, que la diferencia tenga su base en el carácter sajón del Norte y latino del Sur, para acentuarlo están hoy todas esas islas del Caribe, otrora colonias de Inglaterra, más sajonas que el propio Estados Unidos y en parecidas condiciones de subdesarrollo.

No es posible comparar a dos países si ambos no surgen de iguales condiciones, por eso los Estados Unidos, como concepto de país, es una ilusión dada las grandes diferencias socioculturales y económicas que aún subsisten entre el norte y el sur, de hecho, la idea de anexionar a Cuba fue manejada durante la guerra civil o acaso en toda la historia hubo dos versiones de la anexión, la norteña y la sureña, o tres: la idea de los anexionistas cubanos.

José Martí publica su artículo: La verdad sobre los Estados Unidos, cuando era impostergable preparar las mentes de los cubanos para la otra guerra, pero el artículo no es un libelo, al menos no al país, es más bien una luz encendida ante los ojos de la yanquimanía. Es preciso explicar ahora, cuando despertemos mañana el norte todavía estará allí, y el contrapunteo a muchas noches de distancia o siempre, porque hay momentos curiosos en que el mundo parece inamovible, y es como si nos hubiéramos quedado detenidos en algo y de alguna manera.

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