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Conocida como Lamia de Atenas, fue la cortesana más cara de la historia. Lamia vivió en el siglo IV antes de Cristo. Sin establecer las diferencias entre prostituta o cortesana, debemos decir al menos que comenzó su vida como flautista y pese a su condición de mujer logró presentarse en el teatro de Atenas. Pero si bien su fama de intérprete ha llegado como parte del relato, la historia le concede mayor reconocimiento a su actividad como cortesana, como había muchas en esa época no olvidemos que en una ocasión Corinto, ciudad que alardeaba de haber recibido primero que el resto del mundo a Afrodita cuando nació del mar.
Corinto llegó a comprar cualquier cantidad de jóvenes de entre catorce y dieciocho años, por temor a crisis en el servicio-. No fue hasta que apareció Demetrio, en la vida de Lamia, tal vez un poco tarde para el oficio, pues ya contaba con poco más de cuarenta años, que sus servicios se cotizaron al precio que al parecer merecía.
La poligamia es una de esas costumbres que bien pudieron pegar entre los soldados de Alejandro luego de la conquista del imperio persa. Demetrio I de Macedonia o Poliorcetes (tomador de ciudades) como se le conoció después, vino enfermo de ese virus. Era hijo de Antígono, uno de los generales de Alejandro. Tenía solo 22 años cuando los conflictos que suscitó la muerte del emperador, por la posesión de las tierras conquistadas, puso en juego la suerte de Grecia.
Demetrio se encargó de hacer la guerra en todo el país hasta convertirse en su rey. Un rey casi con la misma categoría de dios, pues estatuas de él y su padre fueron inmediatamente erigidas en Atenas. También a él se le debe la famosa estatua del Coloso de Rodas, que, pese a su fama de expoliador de ciudades los habitantes de la isla erigieron cuando Demetrio perdió en el intento de subyugarlos.
Pintura de Franz Caucig (4 diciembre1755, Gorizia – 17 noviembre, 1828, Viena) donde se representa a la cortesana Lamia tocando una flauta, junto a Demetrio I de Macedonia y su amiga Demo.
No había terminado pues la conquista de Grecia cuando su padre le pidió que contuviera a los ejércitos de Ptolomeo, otro famoso general de Alejandro, que se extendían por Asia. En ese trajín, producto de la batalla de Salamina, llegó a su poder y conocimiento la persona de Lamia.
De la muchedumbre de esclavos, amigos y mujeres, que navegaban en transportes, y de armas, caudales y máquinas, nada absolutamente dejó de caer en manos de Demetrio, sino que se apoderó de todo y lo condujo al campamento. Era entre las mujeres muy celebrada Lamia, tenida al principio en precio por su arte, pues parece que tañía la flauta con primor, y famosa después por sus ramerías. Estaba ya entonces en la declinación de su belleza; y habiendo enredado a Demetrio, mucho más joven que ella, de tal manera le atrajo y dominó con sus gracias, que de ella sola era amante, de las demás amado.
Tuvo al menos tres esposas entre ellas Lanassa, quien al ser rechazada por su marido se propuso a su rival Demetrio y éste ni corto ni perezoso la aceptó como esposa; y bueno, cualquiera se lo piensa, pues la chica era propietaria de la isla de Córcira, actual Corfú, la cual pasó al patrimonio de su esposo.
Pero el asediador de ciudades se enamoró de Lamia y la convirtió en la prostituta más cara. Ella, dicen que era una especie se Scheherezada en el juego de preguntas y respuestas y también una anfitriona sin par. Así lo demuestra Fray Antonio de Guevara en sus Epístolas, recordado un poco más tarde por Miguel de Cervantes en el prólogo de El Quijote.
El mencionado Fray Antonio de Guevara escribió una carta a Enrique Enriquez donde, a tenor de tres cuadros de prostitutas devenidas en santas, graciosamente le explica la afrenta a la religión, la mundanidad y quiénes fueron estas tres mujeres. De la imagen de Santa Lamia dice:
La más antigua destas tres enamoradas fué la que llamaron Lamia, la cual fué en el tiempo del rey Antígono, criado de Alexandro el Magno, del cual Antígono escriben los que dél escribieron que fué príncipe muy belicoso, y poco venturoso. Este rey Antígono dexó un hijo heredero, el cual se llamó Demetrio, el cual fué menos belicoso, aunque más fortunado que no su padre, y fuera él muy esclarecido príncipe, si en su mocedad supiera cobrar amigos, y en la vejez no se diera tanto a los vicios. Este rey Demetrio tuvo por amiga a esta enamorada Lamia, a la cual únicamente amé, y largamente dió. Fué el rey Demetrio, en amar a su Lamia, más loco que enamorado, porque olvidaba su gravedad y autoridad, no sólo le daba cuanto ella quería de su hacienda, mas aun no hacía vida con su muger Euxonia. A esta Lamia preguntó una vez el rey Demetrio que cuál era la cosa con que más se convencían las mugeres, a lo cual ella le respondió: «No hay cosa que más ayna haga a una muger caer que ver a un hombre de corazón por ella penar, porque de querer amar los hombres de burla vienen después a quedarse burlados». Ítem le preguntó Demetrio: «Dime, Lamia, qué es la cosa por que más aborrecéis las mugeres a los hombres?» A esto le respondió Lamia: «La cosa por que una muger aborresce a un hombre es cuando se alaba de lo que no hace y no cumple lo que promete». Ítem le preguntó Demetrio: «Dime, Lamia, ¿qué es la cosa de que más os contentáis del hombre?» A esto le respondió Lamia: «La causa por que una muger más ama a un hombre es cuando le vee que es discreto en lo que dice, y secreto en lo que hace». Ítem le preguntó Demetrio: «Dime, Lamia, ¿por qué son los hombres mal casados?» A esto le respondió Lamia: «Es imposible que sean bien casados cuando en la muger hay necesidad, y en el marido necedad». Ítem le preguntó Demetrio: «Dime, Lamia, ¿cuál es la causa por que más aýna se deshace el amor de entre dos enamorados?» A esto le respondió Lamia: «No hay cosa por que más aýna se desamen los que se aman que por ser el enamorado derramado en el amar y la enamorada muy importuna en el pedir». Ítem le preguntó Demetrio: «Dime, Lamia, ¿cuál es la cosa con que más penan los hombres enamorados?» A esto le respondió Lamia: «La cosa que más atormenta al corazón del hombre enamorado es el no poder alcanzar lo que desea, y pensar que ha de perder lo que goza». Ítem le preguntó Demetrio: «Dime, Lamia, ¿cuál es la cosa que más al corazón de una muger lastima?» A esto le respondió Lamia: «No hay cosa con que más una muger se sienta y se entristezca que con llamarla fea y desgraciada, y saber que la tienen por mala».
(fragmento de la carta No. 63 de las Epístolas de Fray Antonio de Guevara)
En su honor se construyeron templos en Tebas y Atenas y a su muerte fue llorada, aunque por Demetrio más que por nadie.
El pago, entonces, pues hay que pagar a las cortesanas y también lo cuenta Plutarco, Demetrio hizo cobrar un impuesto a los atenienses, unos 250 talentos o lo que significa hoy, al precio de la plata, más o menos tres millones de dólares, que la cortesana debía usar para sus gastos en afeites.
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