Lo hemos visto muchas veces y cada vez más en la ficción. Sabemos que Marte está ahí, a un tiro de piedra y en algún momento el hombre lo conquistará. Antes de hablar de Mars One será necesario decir que, desde mucho en los mundos de la ficción, la utopía y la realidad han concurrido muchos proyectos para llevar una expedición humana a Marte.
Unos cincuenta proyectos, incluido el Starship de SpaceX de Elon Musk, se han enunciado con la idea de poner una expedición en el planeta rojo. Los hay muy inteligentes y otros no tan afortunados.
Hay un libro de David Portree, titulado Cincuenta años de misiones planificadas (1950 - 2000), donde se explican en profundidad algunos de estos antojos. El libro es de dominio público y en inglés se puede consultar en este enlace
Escena de la película The Martian
A pesar del sueño, tal vez para alimentarlo, aún existen muchos contratiempos para enviar una expedición a Marte:
Es este último aspecto del viaje para el que Mars One encontró la solución interesante o dos. Dada la manera en que quisieron solucionarlo, es probable que tuvieran la solución antes que el problema. Bas Lansdorp, y sus compañeros de aventura querían convertir el viaje a Marte en un reality show y así financiar el proyecto. Es una idea de película, pero la realidad, no la reality, les demostró que nada es fácil.
La otra solución que encontró Mars One a los problemas financieros, fue sencillamente magistral. Sería un viaje sin regreso.
Aquellos holandeses tenían mucho entusiasmo, eso sí; pero no contaban con ninguna infraestructura tecnológica ni financiación previa. Los dos problemas fundamentales. Desde 2012 hasta su bancarrota en 2019, lograron recaudar apenas diez millones de dólares. El mismo Bas Lansdorp había calculado un gasto de seis mil millones para el primer viaje.
Entre las críticas de ingenieros y conocedores del asunto la empresa fue obligada a cerrar, no sin que cierto viso de estafa de paladeara en el ambiente.
En su tiempo creó mucho revuelo la idea de enviar a Marte, sin boleto de regreso, a un grupo de seres humanos. La compañía holandesa Mars One echó a volar este proyecto y de repente el mundo se encontró, confrontando a 175 000 personas que se apuntaron a la odisea, que pagaron su cuota de ingreso a la lista entre 5 y 75 dólares en dependencia del país.
La pregunta de por qué un número tan alto de terrícolas quiere irse a vivir a Marte, no me parece tan compleja de responder. Muchos, imagino, que les gana el espíritu de trascender; otros padecen una serie de síntomas que podemos resumir en la palabra curiosidad padecido también en su tiempo por los ejecutivos de Mars One.
Otros lo hicieron porque están jodidos, cansados, aburridos, corneados, prófugos. justo como cuando Colón.
Este proyecto, lanzado por una compañía cuando aún no estaba muy asentada y bajo la hipócrita muletilla de sin fines de lucro. Fue, de cierta manera, secundada por la NASA, y por todos aquellos que poco a poco fueron viendo una tajada, hasta que todo pareció ir bien.
Un proyecto así ¿Necesita una justificación al estilo de: el deseo del hombre de ir más allá? Este eufemismo es un problema filosófico bastante antiguo y no es para nada el mismo al que se enfrentó Colón. Había un fuerte interés de los reyes de España en lograr una vía al oriente y extraer de allá la riqueza. Para el viaje del Almirante el fin monetario estaba en algo después futuro, no en el viaje en sí mismo, como fue el caso de la utopía de Mars One.
Existía la posibilidad de perecer en el camino, pero ningún marinero salió de aquel pequeño puerto en el Río Tinto de Palos de la Frontera, con la terrible certeza de nunca más volver a mear en un pantano del camino. Para estos camaradas iba a morir el orinar por orinar, pues será su orina reciclada la fuente de agua.
Nadie tiene claro si en Marte hay algo que se pueda vender ni tampoco si se pueda especular con ello en Wall Street. El dinero, para Mars One estaba en la publicidad, en medio del camino. En la historia de un grupo de hombres y mujeres dispuestos a marcharse, quién sabe para qué.
El viaje se iba a convertir en un reality show, a eso tiende cada vez más la televisión moderna. Pero qué es un reality show sino una manera de venderle a la gente la sensación de experimentar algo sin necesidad de salir a la calle. Mars One vendió la idea de que un show de este tipo iba a tener más audiencia que las olimpiadas.
No lo dudo, y más, iban a probar que hay más gente dispuesta a quedarse sentada que a irse a Marte. ¿A Marte, para qué? Sólo porque se puede. No creo que el hombre necesite otra justificación. El plan era mandar en principio y luego cada dos años, dos hombres y dos mujeres, a lo que Mars One aclaró, para los mal pensados, que la idea no implica emparejamiento.
Esa fue la idea de estos holandeses, pero ya sabemos que una cosa piensa el bodeguero y otra el borracho. Allá por 2013 estuve convencido de la viabilidad del proyecto, aún lo estoy, aunque ya no será con Mars One. Nos vamos a Marte, si no es en esta será en la próxima, pues ya lo visualizamos.
Un solo temor. Tal vez una selección al estilo de Mars One depure el espíritu que nace de estar jodido, algo que no intentaron hacer los conquistadores de América, y deje esa lacra de curiosidad y entonces el planeta Marte se convierta de verdad en un sitio inhabitable.
Según muchos especialistas el primer error de Bas Lansdorp estaba en pensar que con la calderilla de seis mil millones se puede enviar un cristiano al planeta rojo. Los cálculos más conservadores de los “especialistas” sitúan la cifra en cien mil millones.
Se habló de estafa, aunque, salvo que la cuenta do daba, poco se puede decir en favor de esa hipótesis.
Lo que más ampliamente ha sido criticado del proyecto Mars One fue la liviana importancia que pareció dársele a los serios problemas de salud relacionados con un viaje tan dilatado.
Otro aspecto interesante, esta vez no de los ingenieros, sino de los especialistas en marketing, era que si se tiene en cuenta el público adicto a los reality show, la expedición tenía un alto riesgo de no encontrar audiencia suficiente para financiar viajes posteriores y los primeros astronautas se iban a quedar estancados, sin aprovisionamiento ni público.
A propósito del poema Cerveza, de Charles Bukowski, y un audiovisual.
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