La experiencia cósmica en José Martí

Alejandro Cernuda



Son tan oscuras de entender estas cosas interiores, que a quien tan poco sabe como yo, forzado habrá de decir muchas cosas superfluas y aun desatinadas, para decir alguna que acierteSanta Teresa de Jesús

El acto de hacer literatura, así como la experiencia cósmica devenida de éste, es tan viejo como el cansancio de memorizar. Un poeta cantó La Ilíada y otros las Teogonías de Hesiodo. Luego los filósofos y censuraron aquella versión de la realidad. Los primeros dioses tenían tanto de criticables, y la lengua escrita tanto de reflejar el dogma como una llaga. A medida que el progreso iba cambiando la historia y la ciencia el verso escrito, tieso, se fue rebelando contra la voz del poeta.

Se mata el mito y, sin embargo, el sentimiento estético se trasluce en una nueva dimensión. Surge la conciencia del mundo recreado a partir de preceptos que un día fueron considerados ciertos. La falsa verdad recula hasta la tumba. Surge la literatura como parida por el alma imperecedera de los dioses. El poeta se aferra a ese último aliento para no morirse de hambre, casi lo logra. Vive de la migaja que deja lo hermoso cuando muere.

Amistad funesta. La novela de José Martí

Hablan de las creencias de José Martí y jalonan desde las dos esquinas porque todos queremos llenar de ilustres la manada. Yo estoy entre el materialismo que es la exageración de la materia, y el espiritismo que es la exageración del espíritu, dijo él. Pero la frase presta sus palabras a la especulación, como si nuestro hombre quisiera ocuparnos en él para probar que los humos contrarios vuelan hasta la misma altura donde se funden, y no bastan porque los conceptos no son inclusivos en la concepción actual, Y el dios que ni Copérnico ni Newton negaron, hoy niegan miles de materialistas que se sientan sobre sus hombros. Y los del espíritu ya no saben dónde van a poner tanta materia que se explica a sí misma.

Dos hombres dibujan las paredes de una caverna. El cazador, recrea una escena para trasmitirle a la tribu sus hazañas. Un hechicero enclenque dibuja el mismo ciervo para avivar la mística que propicie la caza. El primero será precursor del realismo y otro del arte idealista. Uno creará historias para deleitar a muchos, otro cambiará la conciencia de unos pocos.

Durante su periodo entre destierros, Martí, en el Liceo de Guanabacoa, defendió sus teorías sobre el arte idealista como proceso superior al arte positivista. De estos razonamientos sobreviven retazos, estériles por olvidados.

Las palabras son etiquetas traicioneras, de ideas que juegan, como dice el Libro, a juzgar y ser juzgado. A veces no alcanza la palabra, otras desborda. Si juzgo las creencias de Martí, entonces juzgo las mías, no hay ni hace falta escapatoria. Si digo que fue idealista de pensamiento y materialista de acción, juzgo mal y me juzgo torpe, pues el materialismo de ayer estaba menos alejado de la fe, y el de hoy, que cree en la causalidad inquebrantable de la historia, prescinde del hombre que sufre la incomprensión de los suyos.

Si digo que creía en Dios él se escurre del dogma con espíritu anticlerical casi a lo Martín Lutero. Pero eso no es lo importante, en tanto el clero ha sido una entidad dinámica. Viene sino con la frase parca. Para Martí ser cristiano es ser semejante a Cristo.

Se dice que estuvo bajo la influencia del krausismo. Dios, sin ser el mundo ni estar fuera de él, lo contiene en sí y de él trasciende. que el pobre Karl Christian Friederich Krause no triunfó en Alemania y su filosofía se escurrió de limosna intelectual a España, menos preparada. Pero olvidan decir que nadie influyó como aquel profesor alemán en lo laico a esa tierra propiedad de la Virgen María. Y sólo lo pudo hacer una filosofía desde el punto de vista laico que entendiera la creencia en un dios a imagen y semejanza como un paso del proceso hacia el panenteísmo. Krause dice que el conocimiento es el camino a la virtud. Es, tal vez, el precepto de esta filosofía que más encaja en Martí.

No conozco a nadie con ese empuje para triunfar desde la nada hasta todo. Donde estuvo Madrid, México, La Habana, Caracas, Nueva York, hacia él fluyeron las corrientes de la intelectualidad. Pero el krausismo lleva a fundar escuelas y José Martí, maestro espiritual hoy sin pedirlo a nadie, no las fundó en vida.

El krausismo no habla de revolución social, ni de la virtud engendrada del sufrimiento, que parece cristianismo. A veces se olvida que hubo un niño Martí y un hombre Martí. Que el hombre va y viene y cambia y repiensa, que tiene derecho a cambiar. Juzgan con impiedad sus cuadernos, con la impudicia de buscar al hombre a través de lo no dado al público. Ni al pensador más atinado, ni al escritor más intimista, se le debe negar el beneficio de la duda ante el cambio cualitativo que significa escribir para los demás.

¿Que no conocía las bondades del marxismo?

No digo que antes de Lenin, o el mundo capitalista que conocemos en la actualidad, habría que inventarse muchos conceptos para llegar al sabor que tiene esta teoría hoy, pero documentos como el Manifiesto del Partido Comunista tuvieron varias ediciones en los Estados Unidos, ya el fantasma recorría Europa. Carlos Baliño, Enrique José Varona y otros colaboradores de Martí, tenían conocimientos del tema.

El positivismo que, a pesar de sus desaciertos, no se le puede quitar el mérito de haber arado la tierra para sembrar el marxismo, era la teoría más popular en el mundo de occidente. Que conocía a Marx por terceros. Hoy el mundo pasa de El Capital y prefiere los manuales destilados de él. Lo buscan más en la obra que en los actos.

Martí con flores

José Martí.

Lo religioso en José Martí

No hay dudas de su religiosidad, aunque no nos pongamos de acuerdo en qué consiste. El encontronazo está en la medida en que pertenece a los que quieren agenciárselo. Olvidan pues, lo constante. Lo que aprendió de Mendive y De la Luz y Caballero. El ideal independentista, Dios Patria, el que adoró en sus últimos años; o más profundo, a nosotros que nos es inherente una filosofía y a la vez, como buenos seres humanos, huimos espantados de lo abstracto.

Patria es Humanidad, dijo, como había dicho una vez también que contenido y forma eran una misma cosa. Un hombre religioso es en esencia prosélito, el mismo vértigo que hace parir a las especies en peligro de extinción lleva a los hombres a reproducir sus ideas en la mente de los demás. A partir de la inclinación de José Martí hacia la lucha plena, sus consideraciones se insertan más en lo latinoamericano y la independencia, por ende, su pensamiento se satura con lo social.

En esa porción del ser sí fue prosélito. Iba para presidente, pero, excepto la primera ley, no habló nunca de cuál sería su política filosófica, no de algo semejante a los estados conocidos en la actualidad; y hoy se respira un aire quimérico cuando uno se imagina gobierno de tal grado. Triste el vaticinio que daría Carlos Marx a los países donde crear será más importante que producir.

Sobre el tema que nos atañe habla de libertad religiosa cuando aplaude la ley del congreso norteamericano contra la poligamia entre los mormones. Esto, dice, es libertad religiosa velada por la moral. O como lo escribió, cito algo de sus cuadernos para coincidir con los que husmean en lo no dado de primera mano al público:

Yo nací de mí mismo, y de mí mismo brotó a mis ojos, que lo calentaban como soles, el árbol del mundo. Ahora cuando los hombres nacen, están en pie junto a su cama, con grandes y fuertes vendas prendadas en las manos, todas las filosofías, las religiones, los sistemas políticos. Y lo atan, y lo enfajan y el hombre es ya, por toda su vida en la tierra, un caballo embridado. Yo soy caballo sin silla. De nadie recibo ley, ni a nadie intento imponerla. Me salvo de los hombres, y los salvo a ellos de mí.

Vengo a la preocupación, que viene de afuera, y a la ambición que viene de adentro. Yo soy, pues, un hombre valeroso. Pero sufro. No se vive más que en la comunidad.

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