Sandra de Visconti. Historia de un incesto

Alejandro Cernuda

La Sandra de Visconti -historia de un incesto- ganó el León de Oro en el festival de Venecia de 1965. Sandra es un Visconti, como se dice Guernica es un Picasso; pero ha pasado desapercibida para la mayoría del público. Tal vez no la ayudó mucho la decisión de filmarla en blanco y negro justo cuando el mundo pedía colores o es que la moral nos aplasta el sentido de toda la inteligencia encerrada en la historia.

Vi Sandra, la película de Visconti, aquella vez que me enamoré de Claudia Cardinale, y esto gracias a la famosa escena de Sergio Leone, cuando la cámara y la música se levantan a la vez sobre la estación en medio de la nada de aquel pueblecito de Érase una vez en el Oeste.

Foto de Claudia Cardinale

Claudia Cardinale en el papel de Sandra

Me enamoré de ella y la seguí por Ocho y medio de Fellini; o en esa coproducción franco-italiana: Rocco y sus hermanos, también de Luchino Visconti o por La chica de la maleta de Valerio Zurlini. La seguí a todas partes. Busqué sus películas hasta llegar a esta. Sandra o Vaghe stelle dell'Orsa (Pálidas estrellas de la Osa Mayor), primera estrofa de un poema de Leopardi. La película comienza en la fiesta de un apartamento en Ginebra. El ambiente burgués y por tanto aburrido de una pareja que se dispone a viajar. Sandra y Andrew irán al día siguiente a Volterra, pequeña ciudad de donde esta chica es oriunda, para participar en una ceremonia en honor a su padre, héroe y víctima de la represión antisemita en la Segunda Guerra Mundial.

Cuando la pareja llega esta vivienda palaciega comienza a desenrollarse la temible historia de los secretos familiares, secretos que bien guarda toda familia de abolengo y que son como su legado artístico a las nuevas generaciones. Toda una tragedia a la que Visconti trata a veces con tiento y otras con desmedida teatralidad.

El padre asesinado en la guerra ha sido denunciado a los nazis por su propia esposa, la madre de Sandra. Esta señora hoy vive trastornada en una clínica y su esposo actual y amante de otros tiempos se ocupa con excesivo celo de la administración de los bienes y de guardar estos secretos de familia. Y por encima de todo el secreto mayor, el descomunal escándalo que a pocos comienza a sospechar Andrew. El incesto se insinúa desde la mera aparición de Gianni (Jean Sorel), el hermano de Sandra. Y seguirá insinuándose hasta que el espectador sucumba, tanto como Andrew, ante lo irrefutable de los hechos.

No importa lo que piensen sobre el incesto, llegarán a comprender el conflicto en que se encuentran los tres personajes principales de la película. El filme es todo un despliegue de los modos de comunicación que ofrece el cine. Las situaciones dramáticas extremas se llevan a cabo, como ya dijimos, con una teatralidad excesiva: el primer encuentro entre los hermanos, el final de Gianni, el encuentro entre Sandra y la madre; por otra parte el diálogo se luce en los momentos de calma: Gianni habla con Andrew sobre los incendios de Volterra, esa pequeña ciudad medieval en la Toscana; Sandra le muestra la ciudad en un revuelo genial de carretera y paisaje. El palacio mismo es lenguaje más que arquitectura, pues la casa está llena de recovecos que hablan por los cuatro costados sobre la suerte de esa familia.

Cuando Gianni, el día de la cena con el padrastro comenta que ha hecho todo lo posible por iluminar el viejo palacio con luz eléctrica, Andrew le dice que en los Estados Unidos para una cena como aquella la gente de sociedad prefiere los candelabros. en ese momento apenas memorable se alimenta la verosimilitud, lo cotidiano necesario para equilibrar ese baile de miradas y escaramuzas en que se convierte la película cuando él y su hermana se encuentran. 

Andrew, pese a ser norteamericano habla mejor que Dante el Italiano y Jean Sorel cuando interpreta a Gianni parece una copia de Alain Delon y mi Claudia se mantiene entre dos aguas porque la historia de la familia y la guerra y el padre muerto y la madre loca pesan sobre ella y la llevan al hermano, a secundar esa sistemática insinuación.

Fragmento de la Película Sandra

Es inmejorable el guiño entre la destrucción que representa Volterra en ruinas y la de la propia familia. La historia de la traición de la madre queda sublimada por el celo que el amante pone en el patrimonio y por la vitalidad que tiene el incesto. Gianni es un escritor más de pose que de oficio y ha puesto en papel la historia de su adolescencia. De la cual no nos queda claro nunca si es un bodrio escandaloso o la pura confesión de un adolescente preso en las consecuencias de la Segunda Guerra mundial y la atracción física o sutil de dos seres humanos en lo más fresco e inocente de sus vidas.

Cuando llega el clímax de Sandra, historia de un incesto sabemos que su solución, cualquiera que sea, deberá ser trágica. Como trágica parece la suerte de Volterra. Lo que sí es seguro es que Visconti, si no es imbécil, no lo resolverá con el facilismo de inventarse de pronto una salida al estilo de que la madre confiese algo tan decepcionante como que los hermanos no lo son, y de repente mi Claudia deje de ser esa Electra de ojos grandes.

El fin de la verdad
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