El cine no está hecho para los franceses, dice Pierre Renoir a su hermano Jean. Dentro de un filme donde aparecen el padre, el hijo y la mujer desnuda como partes de una Trinidad perversa. Es la película de Gilles Burdous sobre los últimos años de la vida del famoso pintor impresionista padre de los anteriormente mencionados- y un poco de la toma de conciencia de Jean Renoir, tal vez no tan así como lo cuenta.
Los franceses saben hacer cine, parece decir está película, justo cuando en una de sus escenas se dice lo contrario. Este cameo filosófico podría dar pie a toda una reflexión pero estaría fuera de lugar y yo me equivocaría en tantos conceptos que mejor me guardo.
Renoir, la película, es un intento de comulgar la pintura con la fotografía y el argumento con la vida de dos personas notorias. Una película tranquila pero no lenta, hecha de momentos sutiles, pero nada aburrida. Quien no guste de la pintura de Renoir no sabe de lo aprensivo que puede ser el color de una piel fresca. Es, como le hace decir Gilles Burdous al famoso pintor. Vale más la imagen que el contorno, más el color que la forma.
El impresionismo es en pintura lo que la teoría de la Relatividad en física. Y este film, moderado, niega un poco la teoría del viejo Renoir porque el cine no es lo mismo. No se explota la magnificencia del paisaje en la Costa Azul ni se demora en las obras del pintor. El cuerpo de Andrée, eso sí, porque su piel está en el centro de la idea, y la enfermedad de ese Renoir en los últimos años de su vida, rodeado de mujeres y con vida holgada, pero con los pinceles atados a sus manos mágicas y casi inútiles
En un periodo posterior Renoir abandonó la pintura y se dedicó a la esculpir. Usaba un joven artista que hacía el trabajo físico acorde a las indicaciones del viejo-. Entonces el cuerpo fulminante de Andrée. Padre e hijo se enamoran de esa piel y tendrá consecuencias distintas para ambos. La belleza, sin más, saca a Jean del sopor. Deja de ser el niño que vive de rentas y le da un oficio. Hegel habría dicho que es la consecuencia de una relación entre amo y esclavo, y así fue según cuenta el propio Jean en su biografía. Se convirtió en cineasta para hacer actriz a esta modelo que unos años más tarde sería su esposa.
Christa Theret, como Andrée en la película Renoir (2012)
A medida que transcurre el filme se va dejando a un lado la relación entre el pintor y su modelo y emerge la del futuro cineasta y una chica ambiciosa, alucinada por las divas norteamericanas del cine silente. Y hasta tienen una conversación sobre próximos capítulos de series de vampiros y otros temas. como un par de jóvenes de hoy.
Por el contrario, la relación entre el viejo Renoir y la chica tiene otros matices. Su cuerpo es un instrumento deseado porque parece vivo en el lienzo. Dicen que dijo una vez: Si no hubiese tetas yo no pintaría.
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Andrée es irreverente. Los Renoir son un modo de escalar en sus ambiciones y no sabe un carajo ni le interesa qué pasa en los cuadros. Y en el carácter de cada uno en esta triada la película es exacta. Sin necesidad del diálogo se siente a distancia la inseguridad de Jean, la irreverencia alocada de esta joven no digo que sea una mala chica, eh- y esas ganas que tuvo siempre el viejo pintor de ir más lejos, más profundo con el color.
La película resulta, como ya dije, moderada en muchos aspectos. El color parece en ocasiones sacado de la misma paleta del pintor y ciertas imágenes impresionistas hacen un guiño entre pintura y fotografía. Destaquemos, al fin, que las opiniones de Renoir sobre la guerra no eran gratuitas, pues él había sido reclutado también cuando el conflicto Franco Prusiano, esa época de crisis para Francia y buenas historias para Maupassant.
A modo de intrascendente detalle intrascendente, no me parece de 1915 la bicicleta de Andrée.
De Lamia se dice que era una especie se Scheherezada en el juego de preguntas y respuestas y también una anfitriona sin par.
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