Declaración de derechos contra la dialéctica

Alejandro Cernuda

Christian Huygens dijo: El mundo es mi país y la ciencia mi religión. Un poco después, a partir de la Enciclopedia, su pensamiento se convirtió en un lugar común. Como hija de aquella revolución antes de la Revolución surgió en los hombres el espejismo de que se podía hacer con la ciencia lo mismo que con la creencia espiritual. Si una sustituía a la otra en el proceso de explicar algunos aspectos cosmológicos, creyeron que era capaz de ser abolida.

Luego surgieron muchas teorías que apoyaron de alguna manera este proceso: Darwin, por ejemplo. Los cismas y el creciente conocimiento de otras doctrinas, conformó en la mente de los occidentales una idea clara: la ciencia es armoniosa, exacta, matemática. La religión es desordenada, arcaica, dogmática. Esto, con el tiempo se ha demostrado que es como comparar una mula con una nota musical.

Luego de que Carlos Marx colgara los guantes, nadie se ha atrevido con un sistema cosmológico capaz de dar una explicación materialista diferente. Salvo uno que otro profeta repetitivo, tampoco la religión ha pasado de ser lo que era.

Partamos entonces de un concepto. A la ciencia le es totalmente imposible y por tanto no debía estar en su programa, negar la existencia de Dios. Puede negar letra por letra todos los libros, negar el discurso del Papa o subir –una vez más- al Olimpo para demostrar su nada… pero con eso no negará más que una teoría al fin, escrita, contada o arengada por seres humanos. No debería estar en su proyecto, ni creo que lo esté, esta antigua pelea si no quiere que mañana surja Dios u otro reflejo inmanente, de las cenizas. Por otra parte, la teoría científica no impone un código humano y si lo hace es basado solo en el consejo de lo más saludable, lo cual es estrecho y no siempre lo mejor.

Tomás de Aquino, tomando de Aristóteles dijo que Dios era la causa incausada. Las respuestas a esto siempre han sido dadas en el campo de la lógica, donde Aristóteles era muy bueno y probablemente haya sido malinterpretado. Es sencillo decir, por ejemplo: La causa de todas las causas tanto puede ser Dios como la misma naturaleza. Pero el sentido común del hombre se resiste y la ciencia, como es matemática, o lo que es lo mismo, tiene que ir con una lógica traducible al sentido común, se ajusta a una respuesta filosófica.

El poeta ciego Homero

Filósofos y artístas en la antigua Grecia

Cuando esta fórmula se lleva a pequeños detalles como explicar por qué el hombre tiene necesidad de trascender o de dónde le vinieron los deseos de reproducirse o de alimentarse a aquella primera materia, o más sencillo aún, qué es la electricidad o por qué diantres los cuerpos se atraen con sospechosa lascivia, se intuye un marco en el que el concepto ciencia que tenemos, esa de los hechos comprobados, no es tan solvente. No estoy diciendo que las teorías teológicas lo sean.

De esta manera también se han resuelto los diferentes conflictos entre religiones: Zeus-Marduk, Zeus-Jahveh, etc. Generalmente termina aceptándose por equivocado el que pertenece a la sociedad más avanzada. Eso concuerda con Marx. Y por otra parte, si un dios está equivocado, por qué no los dos. Se llega, en definitiva, a una conclusión materialista, pero que solo niega la interpretación de los hombres, no al propio dios. Hubo anterior a esta otra ciencia liderada por Pitágoras que no se basaba en el experimento, sino en el razonamiento y tenía una carga de misticismo tal que si lo medimos a la vara de hoy, más que doctorado era un sacerdocio. Los pitagóricos escondieron del mundo el descubrimiento mortal a su teoría de que la raíz cuadrada de 2 era irracional; hecho que acababa por completo con su filosofía de perfección matemática.

La teoría de Pitágoras devino, sin embargo, en grandes avances matemáticos en su época, descontemos pues de él su certeza de que en cada pedo se iba el alma, cosa que no está comprobada hoy por la ciencia… Unos trescientos años después Platón tendría escrúpulos semejantes contra la ciencia experimental, pero contrario al sentido común que pudo tener un observador cósmico, la religión predominante pactó con la lógica aristotélica en lo que ha sido, tal vez, su paso más certero luego de la conversión al cristianismo del emperador Constantino.

Los creyentes la tienen fácil para explicar: El mundo no es cognoscible. Los caminos de Dios son inescrutables, él lo quiso así. Los científicos también aprendieron un verso: El mundo se puede conocer, pero la ciencia es insuficiente, tiene que crecer más o ese eufemismo de Lenin, la realidad objetiva es mayor que el conocimiento que se tiene de ella; solo que esto último lleva a un problema aún más complejo.

La ciencia está obligada a especializarse, a ramificarse para crecer… ¿Y entonces? El cúmulo de información ha demostrado ya –y estamos aún en la costa- que es cada vez más difícil tratar en el marco científico sobre procesos globales, no por la exagerada y aplaudida capacidad del cerebro, sino por el tiempo. La evolución biológica se ha detenido, como escondida de la vergüenza luego de que Darwin la denunció, ahora evolucionamos socialmente –o tratamos- y tecnológicamente.

Pronto delegaremos en computadoras la función de crear modelos cosmológicos. El hombre aprenderá de las computadoras a conectarse en red y los cerebros brillantes, fuera de su propia consciencia, se unirán para intentar solucionar problemas puntuales. Se resolverán grandes misterios pero no será otra cosa que una extensión de la Enciclopedia. Luego de esto no sé.

Parece inviolable el absurdo empecinamiento de la ciencia en mantener el verso de la experimentación a toda costa, tras haberle dado un lugar en el Parnaso a Einstein, quien soltó un manojo de especulaciones “comprobadas matemáticamente” lo mismo que Pitágoras. El mundo restalla de otros mundos que nos habitan, miramos de reojo la mística donde quiera que aparezca. Somos pobres inquisidores sin hoguera.

El síndrome de Stendhal
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