Ernst Jünger (Heidelberg, 29 de marzo de 1895-Riedlingen, 17 de febrero de 1998) fue un escritor, filósofo, novelista, entomólogo, psiconauta, corresponsal e historiador alemán. La vida intensa de un alemán que despreciaba a Hitler y éste lo admiraba. Predijo que un día el mundo iba a pasar de la burguesía para ser gobernado por una élite de tecnócratas. Entretanto llegaba esto, predijo que las ciudades alemanas serían destruidas y americanizadas.
Fotografía de Ernst Jünger a caballo y vestido de soldado
Lo primero memorable que hizo Ernst Jünger en su vida fue fugarse a la guerra. Se enroló en la legión extranjera y se fue a Francia, de donde su padre lo rescató tras arrancarle la promesa de continuar estudiando. Luego su espíritu aventurero se salva por el inicio de las hostilidades en la Primera Guerra Mundial. Sin pensarlo dos veces volvió a enrolarse. Se convirtió en el héroe que soñaba ser.
No fue el caso de la Segunda Guerra, cuando ya era sólo un escritor y en la que participó pr obligación, por ser oficial de la reserva. Si no se tiene un sentido maniqueo de los hechos se puede entender que dentro de la oficialidad del Tercer Reich hubo muchos militares adversos al régimen hitleriano. Ernst Jünger no participó en la operación Valquiria, el atentado de 1944, pero algunos de sus amigos sí. Hoy se sabe que muchos oficiales tenían la esperanza de que algo así salvara a su país y a ellos mismos de la segura y difícil derrota.
Era el prestigioso héroe de la Primera Guerra. Se llevó siete heridas como medallas catorce según su cuenta- y una condecoración de mérito que nadie obtuvo tan joven ni a nadie más se la dieron después que a él.
Vestía de soldado y a la vez era catalogado por la Gestapo como un tipo peligroso. Nos cuesta entender hoy cómo se podía estar en contra de Hitler y a favor de Alemania. Para Jünger y muchos otros, estas dos entidades eran muy diferentes.
Era el más talentoso escritor de su generación. Sus diarios son uno de los textos más importantes para entender esa guerra demasiado grande para tan poco documento.
Jünger se resiste a la lengua hispana, pese a que por fin se han traducido sus diarios de guerra. Lo hace por dos razones. Su obra literaria, amplia, es un reto al mundo hastiado de himnos y poses. La otra razón es que asusta. Fue uno de los escritores más polémicos del siglo XX. Su vida está manchada por la participación en la Primera Guerra Mundial y sus obras de juventud son un canto apolíneo a la conflagración. Luego su vida quedó a medio lavar en la Segunda.
En tempestades de acero: diario del jefe de infantería de asalto Ernst Jünger, soldado voluntario y después teniente en el 73º Regimiento de Hannover.
Tempestades de acero, sus memorias de la guerra, fueron consideradas por André Gide: El más bello libro de guerra que he leído nunca. El propio Hitler, dicen que se entusiasmaba leyéndolo y lo creo gracias a esa imagen pasional que el cine nos ha legado, pese a que Ernst Jünger cambió seis veces el texto Tempestades de acero, como dicen que hizo Goethe con su Fausto, para eliminar de él toda referencia que pudiera ser utilizada por el chovinismo nazi y de paso eliminar algunas referencias a cierta doctora y no ofender con esto a su esposa. Ya viejo vivió -102 años- recibió la visita en su casa en la Selva Negra, de personalidades de izquierda como Miterrand o Felipe González quienes dicen iban a verlo sólo para charlar. Se convirtió al catolicismo, según él, por razones exclusivamente intelectuales.
En éste y otros aspectos Ernst Jünger funcionó como un ser alucinante más que todos esos alucinógenos que él mismo consumiría en su vejez. Es el joven aventurero, sin miedo; es el hombre maduro que seduce de igual manera a Hitler que a los intelectuales de izquierda; es el viajero incansable; el hombre de carácter rebelde. El joven guerrero es tal vez uno de los pocos que se ha podido dar el lujo de publicar un libro a los 95 años.
¿Cómo se manifiesta un intelectual dentro de un régimen adverso? Hoy todo el mundo lo sabe: se escriben pálidas protestas sobre detalles que no van a lo profundo del mal o se burlan o callan y una que otra vez se escribe un libro memorable; sin embargo, la situación en Alemania fue, digamos que arquetípica en muchos aspectos. La política del Nacional Socialismo pretendía más que los cuerpos, asir voluntades. Fue una lucha del espíritu por el espíritu. La política se siente, pero la guerra no se ve.
Los intelectuales, y entre ellos Ernst Jünger, se pronuncian por lo general en contra de la sublimación del espíritu elitista a cambio de una fuerza totalitaria, aniquiladora. Pero como ya dije, la guerra no se ve hasta que pasa. Ernst Jünger, el joven que con 19 años se enroló en el ejército en busca de aventuras y cantó lo deportivo del conflicto, treinta años después está asqueado y reniega y se espanta de que Louis Ferdinand Céline, ese cerdo genial, le pregunte aquella vez en Paris que cómo es posible que un hombre con una bayoneta no haga uso ilimitado de esta contra los judíos.
Su posición padece también de algo que los alemanes supieron institucionalizar al borde de la derrota, su principal excusa contra el presente fue la nostalgia de un pasado heroico.
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