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Confesó tener unas 52 casas y haber desplumado a magnates por más o menos treinta millones de dólares que, de cierto os digo, en sus años era lana sobrante. Sí, muchos se han quitado el sombrero ante el caso de Han van Meegeren, el gran falsificador del siglo XX. Muchos han sido los que, como él, han probado suerte en esta mezcla de estafa y arte, y hoy las grandes casas de subastas guardan catálogos de las obras y el modus operandi de los más conocidos, justo como el antivirus de su PC hace con sus listas.
Los tiempos modernos se han exigido una revisión de la moral. Ya hablamos un poco de esto en aquella entrada sobre los cuadros robados en Rotterdam. El caso del falsificador holandés Han van Meegeren; sin embargo, es el más dramático de los miles de ejemplos. Dramático, además, porque mantiene en duda la obra de Johannes Vermeer, uno de los íconos más conocidos de la pintura holandesa, y en el que también nos hemos saciado en anteriores artículos.
Henricus Antonius van Meegeren también quiso ser pintor, y malo no era, pero como hay en todo este mundo una suma de suerte y empeño, al parecer no tuvo ni lo uno ni lo otro y terminó encontrando lugar entre quienes necesitan del anonimato. Falsificador, en eso se convirtió.
Dicen que compraba antiguos cuadros de poco valor para utilizar sus lienzos. Mezclaba las pinturas justo como Vermeer; de hecho, utilizó dos cuadros del Maestro de Delft para entender la alquimia de los compuestos. Usaba pinceles de pelo de tejón, como se hacía antes, doblaba las pinturas para agrietarla y luego rellenaba esas pequeñas cicatrices con tinta china. No hubo especialista, en aquella primera mitad del siglo XX que pudiera desenmascararlo.
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La Segunda Guerra Mundial fue otro detonante en el éxito de Han van Meegeren. Hubo una fiebre de quienes pretendían apartar las obras de la ambición nazi y no se le miraba mucho el diente al caballo. El falsificador se convirtió de la noche a la mañana en un hombre que comía caviar mientras los Países Bajos se sumergían en una crisis.
Han van Meegeren se las arreglaba para permanecer al margen de sus ventas. El anonimato es fundamental en este oficio. Unos siete cuadros de Vermeer aparecieron entonces; y la crítica hablaba de la calidad indudable del Maestro de Delft.
Los discípulos de Emaús, una obra pintada por Han van Meegeren en 1937 y atribuida a Vermeer fue considerada entonces como el mejor trabajo de este último.
Pero uno de esos trabajos Jesús entre los doctores, que aparece al principio de este artículo- fue a parar a manos del Mariscal del Reich Hermann Göring, y cuando los huesos de este se encontraban en Núremberg y su amplio catálogo de obras confiscado, el nombre de Han van Meegeren salió a relucir.
Joven Napolitana, una pintura de Han van Meegeren fechada aproximadamente en la década de los años veinte
Cuando pintó Joven Napolitana aún este gran falsificador no era tal. Se puede ver en la esquina derecha inferior su firma "HvM" Era entonces sólo alguien en una lista, que le había vendido un cuadro a uno de los hombres más importantes del régimen fascista. El falsificador fue detenido el 29 de mayo de 1945 bajo la acusación de colaborar con el régimen fascista. Temeroso entonces de una pena mayor confesó su falsificación. Y con tino, pues el 12 de noviembre de 1947 fue condenado a sólo un año de prisión; deuda con el estado que no pudo cumplir porque un a un mes y poco se fue, de un paro cardiaco, a rendirle cuentas al propio Johaness Vermeer.
A propósito, en el juicio también tuvo que pasar por aquella prueba, como Margaret Keane en la película. El falsificador fue encerrado en una habitación para que probara su talento, al hacer una copia de Los discípulos de Emaús, pero el acusado, ni corto ni perezoso le propuso algo mejor al jurado: copiar en ese momento un cuadro de Vermeer, y con presteza logró una falsificación de calidad aceptable, digo yo, puesto que ese cuadro nunca trascendió, y si se piensa que tras la puerta no hay un comprador.
Hay más de veinticinco libros que recrean la relación entre Han van Meegeren y Johannes Vermeer, además de innumerables artículos. Esta cantidad de bibliografía, más el escándalo del juicio a que fue sometido, y por supuesto, más su calidad como pintor, han hecho de Han van Meegeren un artista cotizado. y falsificado también. Son las hechas por él, tal vez, las falsificaciones más caras que se pueden hallar en el mercado
Hoy de Vermeer sólo se conocen hoy 37 pinturas. La última de ellas fue hallada en el 2008; pero los casos de atribuciones respecto a su obra suman el doble o tal vez más. Son muchos los cuadros que han aparecido y parecen, pero no son.
Han van Meegeren, llevado por su desidia a la crítica que lo había descrito como de talento limitado se mudó al sur de Francia y durante seis años preparó su falsificación perfecta. Este primero: Los discípulos de Emaús, la vendió en unos cuatro millones de dólares. Usó como intermediario a un amigo que lo llevó ante Abraham Bredius, famoso experto de su época.
El mejor y más famoso trabajo de falsificación de una obra y el estilo de Vermeer.
El cuadro fue tachado de auténtico y otra circunstancia ayudó a su venta, el museo Boymans Van Beuningen, en Rotterdam, no poseía ningún Vermeer, y por supuesto, quería uno. Como también lo quiso Hermann Göring, y este hecho, que llevó a la cárcel al falso pintor, bajo la peligrosa acusación de colaboracionista, le convirtió, por esos azares de la historia en una especie de héroe.
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Han van Meegeren no sólo era un falsificador, sino que también alguien que había burlado a los alemanes. Claro que a los holandeses ya en esta última etapa no pudo burlarlos, y enseguida apareció una larga lista de indemnizaciones. Supondrá el estimado lector que el capítulo no acaba ahí entonces. Han van Meegeren se había divorciado en falso (por supuesto) y a su esposa le había transferido gran parte de la fortuna. Luego sólo bastó pararse en sus trece todo el tiempo. Jo así se llamaba ella- no tiene nada que ver, no sabía nada.
No pudieron probar la complicidad de la sinpar Jo. Su parte de la fortuna no se pudo tocar. Ya se dijo que Han van Meegeren murió en vísperas de comenzar a cumplir su sentencia. Ah, pero Jo, que no sabía nada, ella vivió a todo tren hasta los 91 años.
La chica del sombrero azul es una pintura atribuida a Johannes Vermer, pero que en realidad fue creada por Han van Meegeren y vendida en 1937 a la colección Thyssen. En 1958 fue declarada falsa y retirada del inventario
Atribuida por mucho tiempo a Vermeer, aún hoy aparece en muchos catálogos y reproducciones como obra de éste. Pintada por Han van Meegeren.
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